ISABEL
Todo esto es culpa mía.
Yo metí a Betty en todo esto. No me puedo creer que por mi decisión haya hecho pasar a mi amiga por semejante situación.
Me aprieto las sienes con los dedos, intentando detener la tormenta en mi cabeza, pero es inútil.
Firmo los papeles del matrimonio sin vacilar.
Una carcajada seca se me escapa, amarga y cargada de ironía mientras que se me llenan los ojos de lágrimas.
Qué ridículo todo. Jamás imaginé que el día de mi boda sería así…
Maldita sea. El tiene el control… y yo solo he jugado a creer que podía escapar.
La rabia me estalla por dentro. Empiezo a gritar, a golpear la cama con los puños, ahogándome en una mezcla de furia y frustración.
No es solo que lo odie —porque lo odio—, es que fui una ilusa. Una estúpida que pensó que podía desafiarlo. Y ahora, lo único que he conseguido es poner a mi familia en peligro.
Me desplomo en el colchón y me quedo dormida.
Cuando despierto, lo primero que veo es a Enzo sentado en uno de los sillones, completamente absorto en la lectura de un libro que, para un niño de su edad, me parece sorprendentemente complejo.
Enzo me mira y sonríe inocentemente.
Me cuesta sostenerle la mirada porque siento el estómago encogido por todo lo que ha pasado. El niño no tiene culpa de nada, y cada vez que podía lo evitaba.
Le pregunto si quiere ver conmigo la tele porque creo que quiere quedarse conmigo.
—¿Qué te gustaría ver? Tenemos Netflix, podemos ver lo que tu quieras—dice el niño.
—Mmm, ¿qué te parece Cobra Kai? Es una serie divertida y es para todos los públicos.
—Me parece bien.
Nos quedamos durmiendo y cuando me despierto, me doy cuenta de que es demasiado tarde y lo llevo a su habitación.
Cuando vuelvo a mi habitación no tengo sueño. He dormido demasiado durante el día.
Sin pensarlo mucho, agarro el contrato de matrimonio y voy al despacho de Duke. Una débil línea de luz se filtra por debajo de la puerta, señal de que sigue trabajando…o lo que hagan los mafiosos.
Toco a la puerta y me invita a entrar.
Cuando me vé abre mucho los ojos porque no se esperaba que fuera yo la que entraran a esta hora de la noche.
—Vaya, qué sorpresa, si es mi futura esposa—dice Duke.
Observo a mi alrededor, en el escritorio hay un vaso de whisky casi vacío y su botella cerca, además de un montón de papeles.
Sigue tecleando en ordenador como si yo no estuviera en el despacho.
—He traído los papeles firmados.—levanta la mirada hacía hacía mí y se recuesta en la silla mirándome fijamente.
Hago un gran esfuerzo para que no note que me intimida. Me acerco y pongo los papeles encima del escrito.
Agarra y los revisa, seguramente por si se me ha olvidado alguna firma. En ese momento me fijo en las ojeras bajo sus ojos, las reconozco, son las de alguien que no duerme en días.
—¿Vas…a liberar a Betty?—pregunto, más como una súplica que una petición.
—Sí, pero te advierto…La próxima vez que intentes escaparte o ...
—No lo haré.—lo interrumpo—.Me ha quedado claro todo lo que está en juego.
—Muy bien, sé buena chica y obedece.—esa frase me produce sentimientos encontrados, por una parte lo odio, porque estoy bajo su control y no puedo hacer nada…y por otra, esa manera de hablarme, ¿me gusta?, no estoy segura.
En ese momento me mira de arriba a abajo y saca algo del cajón.
—Toma, esto es tuyo.—pone encima de la mesa una cajita pequeña negra de terciopelo y una tarjeta del mismo color. Abro mucho los ojos por la sorpresa porque jamás había visto una una Black Card.
—¿Por qué me das esto?—abro la caja y casi digo una palabrota cuando veo en el centro, un diamante solitario de corte esmeralda —grande, puro, de bordes perfectos— montado sobre una delicada base de oro blanco, el diseño es minimalista, pero de una elegancia brutal.
—¿No es evidente?. El anillo es para que lo uses, al fin y al cabo eres mi esposa, si no te presentas en las reuniones con uno de estos, las mujeres no te dejarán en paz… sin contar con que no se creerán esta pantomima. Es importante que sepas que ahora eres mi esposa y debes actuar como tal…
—No sabía que tenía que asistir a reuniones…
Suspira con irritación.
—Lo evitaré tanto como me sea posible, pero habrá ciertos eventos en lo que estaremos obligados a aparecer. Además, me dijeron que llamaste la atención de algunas princesas de la mafia, así que no me extrañaría que intenten acercarse a tí…Me pregunto, ¿qué le dijiste en el baño?
—No les dije nada…—balbuceo.
—No sé por qué, pero no te creo…
—No hice nada malo.—me excuso.
En ese momento, Duke se levanta, se pone a mi lado, me coge de la mano y me pone el anillo en el dedo.
Después, vuelve a mirarme de arriba a abajo y pone dos dedos en la punta de su nariz.
—Nena, toma la tarjeta de crédito y comprate ropa. La necesitarás…—intento decir algo, pero no puedo. No me esperaba que me saliera con este comentario.
—¿Qué tiene de malo mi ropa?
—No me hagas responder a esa pregunta. Cómprate también un pijama adecuado o algo así…No vayas por ahí así—con una mano me señala arriba y abajo.
—No entiendo…
Suspira otra vez, pero esta vez con más fuerza.
—Estás en una casa llena de hombres, ¿y sales con eso puesto? Este ‘pijama’ no es adecuado… No me extrañaría que más de un soldado joven ande por ahí con la p*** dura…
No sé qué responder. Solo me miro a mi misma de arriba a abajo y no veo nada raro en mi atuendo.
Es un pijama.normal. Una camiseta vieja y unos pantalones cortos.
Observa la confusión en mis ojos y dice:
—Simplemente, haz lo que te digo.
—Por cierto, la semana que viene es navidad…—se gira y vuelve a sentarse enfrente de su escritorio— Preparalo todo. Quiero que mi hijo se divierta, que crea que somos una familia…
Otra vez. Este hombre solo sabe dar órdenes.
Preparar la cena de navidad…Nunca he hecho tal cosa. Desde hace varios años ni siquiera he podido celebrar con mi familia, siempre tenía que trabajar.
—Ya te puedes ir, esposa.—dice alargando la última palabra.
—Si…