ISABEL
Ese c****n me ha besado y, como si no fuera suficiente, me ha dado una palmada en el trasero delante de todos.
¿Y sabes qué es lo peor?
Que lo ha hecho solo para dejar claro, una vez más, que tiene el control.
A él no le afecta, pero a mí...
Ni siquiera me permito pensar en eso, porque joder, ese hombre es mi captor y, un movimiento en falso y no dudará en matarme, de eso estoy segura.
Miro la pelea y, sinceramente, a mi cuerpo le está gustando esto.
Dos tíos buenos peleando en un ring, con poca ropa, sudorosos, masculinos...
Y encima, no puedo quitarle los ojos de encima a uno de ellos...
Los músculos de su abdomen se contraen con cada golpe, su mirada agresiva esquivando ataques, el sudor que le resbala por el cuello... De verdad, tengo que apartar la mirada de él.
La pelea está reñida desde el primer instante. Miguel no se lo pone fácil a Duke y aguanta cada golpe como puede. Pero poco a poco, Duke empieza a marcar la diferencia y, cuando lanza esa última ráfaga de golpes, deja a Miguel destrozado en la lona.
No me sorprende.
Miguel gime de dolor tras el último derechazo; la verdad, me preocupa que pierda la consciencia. Parece que soy la única, porque los demás vitorean a su jefe, que también está herido—moratones y sangre por diferentes zonas de su cuerpo—, pero ni de lejos como Miguel.
Hago una seña a una chica del servicio y, cuando subimos al ring para atenderlo, noto cómo una mirada se clava en mí intensamente, pero la ignoro.
Me acerco rápidamente al cuerpo de Miguel y lo reviso. Tomo una toalla y limpio la sangre que le tapa por el ojo. Él sonríe, con la boca llena de sangre, en dirección a su amigo, que nos observa serio.
—Sebas, llama al médico. Dale el doble, le estamos fastidiando el día de Navidad.
—Sí, señor.
Creía que, por la mirada que nos estaba echando iba a dejar que se muriera aquí mismo.
Enzo felicita a su padre y le entrega una toalla. Muchos hombres hacen lo mismo, aunque con más respeto.
Algunos soldados empiezan a traer bebidas y comida, mientras la gente comienza a despejar el ring.
—Ha sido una buena pelea, como en los viejos tiempos—dice Miguel, después le susurra algo al oído que no alcanzo a escuchar.
Uno de los soldados le acerca un whisky a Duke, que se lo bebe de un trago.
No puedo evitar fijarme en el movimiento de su nuez de Adam al tragar.
Unos pensamientos bastante obscenos cruzan por mi mente, pero me obligo a mantener la compostura en frente de la gente.
Pero no puedo
Me despido de Enzo y me voy a mi dormitorio a darme una ducha y acostarme.
Eso es, necesito dormir. Estoy demasiado estresada.
El vapor se arremolina en el aire, envolviendome como una neblina cálida y pegajosa. El agua caliente resbala por mi piel y mi mente vuelve a él… a esa mirada intensa y fría que me regaña sin palabras…
Es un asesino, me repito una y otra vez.
Lo odias, me repito una y otra vez.
Solo tengo que mantenerme ocupada, hacer algo que me distraiga.
Estos pensamientos son solo el resultado de demasiado tiempo sin acostarme con nadie. Eso es, no tiene nada que ver con él, me repito para convencerme.
Simplemente soy una mujer que ha pasado mucho tiempo sola…
Y una vez más, vuelvo a pensar en Duke, pero esta vez sentado en su sillón de cuero, mirándome desde arriba. Un calor profundo se acumula en mi vientre, quemándome por dentro, y un gemido se escapa sin que pueda controlarlo.
Mi cuerpo empieza a pedir más: siento cómo mi centro se humedece cuando la necesidad crece, imparable.
Mis dedos comienzan a moverse sobre mi clítoris, justo como me gusta.
En mi mente, él aparece detrás de mí, envolviéndome con su cuerpo grande y firme. Su brazo, cubierto de tatuajes y cicatrices, rodea mi cuerpo con firmeza y su mano se desliza lentamente hacia abajo, acariciando mi vientre hasta llegar a mi clítoris, mientras que con la otra agarra mi cabello con fuerza en un puño y presiona mi rostro contra el frío cristal de la ducha.
Él no se detiene: juega con mi clítoris con habilidad, y yo me arqueo hacia él, buscando rozarme como una gata contra su cuerpo firme. Como respuesta, él me empuja con sus caderas, inmovilizándome aún más.
El contacto de mis pezones con el cristal frío hace que se endurezcan.
En mi imaginación, suplico por sentir sus dedos dentro de mí y Duke, dejandose llevar por la excitación, muerde mi hombro, dejando una marca que enciende aún más mi deseo. Gimo con fuerza cuando imagino que sus dedos grandes se adentran en mí y me f*** sin contemplaciones mientras que con el índice sigue frotando el clítoris.
Mi respiración se vuelve entrecortada; estoy a punto de alcanzar el clímax.
—Ah…
El placer crece y me envuelve, sacudiéndome por dentro. Me estremezco y curvo los dedos de los pies con la última sacudida.
Ralentizo el movimiento de mi mano y justo en ese momento, un pensamiento se cuela en mi cabeza: la amenaza del Consigliere.
El placer que aún me quedaba se desvanece de golpe.
Como si mi vida no fuera ya suficientemente complicada, ese hombre quiere que sea una p*ta espía.
Que averigüe todo lo que pueda sobre Duke y sus negocios… y puso especial énfasis en conseguir información sobre el niño…
Eso es raro, ¿no?
Ahora tengo que concentrarme en mantener con vida a mis seres queridos y encontrar una solución, aunque algo me dice que el resultado será el mismo…
Le prometí al Consigliere que lo haría, y con eso he ganado algo de tiempo.
Y cuando eso pase, estaré en problemas. Ambos acabarán conmigo y mis seres queridos si no hago lo que desean.