ISABEL
Echo de menos a mi familia…
Ni siquiera puedo comunicarme con ellos. Bueno… Ni siquiera tengo móvil ni ordenador, y si salgo de este apartamento es solo para ir al colegio de Enzo.
No hablo con nadie. Nadie me dirige la palabra, salvo algún soldado para ordenarme qué tengo que hacer.
Sigo teniendo miedo, mucho miedo…por eso estoy intento pasar desapercibida y portarme bien.
Simplemente hago lo que me dicen— que es básicamente estar con Enzo, pero solo cuando el niño quiere.
Su padre apenas aparece por la casa. Eso me facilita las cosas.
Me topo con Sebas en el pasillo. Sin mirarme demasiado, me dice que en breve vendrán a traerme varios vestidos para la fiesta de Acción de Gracias.
Añade que mañana vendrá una peluquera porque, por la noche, tenemos la cena.
Antes de marcharse, se detiene un segundo para advertirme, casi con desgana, que no intente hacer ninguna estupidez: escapar no me servirá de nada.
‘Yo nunca he ido a una fiesta en la que me tenga que poner un vestido elegante y menos con mafiosos.’
En ese momento, Enzo entra al salón y se sienta en un sillón con su libro abierto. Justo detrás de él entran un hombre y una mujer (modistas) que, al verme, se quedan un poco atónitos y me miran de arriba a abajo.
No los culpo: llevo un moño alto improvisado y ropa deportiva vieja. Nada fuera de lo normal para mí, pero para ellos es como si estuvieran viendo a un extraterrestre
Sebas nos presenta y ellos empiezan a traer cosas. Me enseñan algunos vestidos y me los pruebo pero no son mi talla.
Estoy incomoda.
Por la parte del pecho me quedan grandes, pero en las caderas están tan ajustados que temo romperlos si me muevo.
—No hace falta que os molestéis más…No pienso ir a la fiesta…
Ambos modistas miran a Sebas con cara de sorpresa.
El hombre modisto—que por cierto, tiene los labios ‘pinchados’ más grandes que he visto jamás— replica:
—Señorita, si quiere podemos ofrecerle otra opción, como por ejemplo un traje de chaqueta…—Enzo lo mira fijamente y alza una ceja, el hombre nervioso se aclara la garganta y mira en dirección a su compañera para que diga algo.
—No te preocupes, no voy a ir a la fiesta.—digo con convicción.
—Señorita Isabel, no tiene opción.—dice Sebas.
La modista da una palmada para cortar la tensión del ambiente y porque tiene miedo de que la situación le salpique.
—Vamos a llamar a una compañera para que traiga unas tallas más adecuadas al cuerpo de la señorita…Estas son tallas normales y …
—Stai dando della grassa a mia madre?—dice Enzo en Italiano.
No entiendo lo que dice Enzo, pero por la cara que pone la chica es una advertencia o una amenaza y, por supuesto, tiene que ver conmigo.
Me pongo en tensión porque ese niño es dulce conmigo pero a veces me asusta.
—No no, sua madre è bellissima.
—Tenemos unos vestidos de más categoría, pero a nuestra becaria se les ha olvidado incluirlos…Perdón señorita. Voy a avisar para que los traigan.
Eso suena a excusa barata.
Me pruebas varios vestidos y entre ellos escojo uno rojo que es realmente precioso. Jamás me he puesto un vestido de Dior, bueno…jamás me he puesto nada de Dior. El vestido me queda bien, es ajustado pero no demasiado—odio la licra—y tiene unas cintas que suben al cuello.
Pero lo que más me gustan son los zapatos. Nunca había tenido unos tan bonitos como estos. La modista me contó que son de Debbie Wingham.
Parecen caros.
***
Antes de vestirme, voy al despacho del hombre y toco la puerta, cuando me ve puedo notar un atisbo de sorpresa en su cara.
—Hola.
—Enzo estás aquí…—digo con un poco de sopresa.
Duke y Enzo ya están vestidos.
El niño lleva un traje muy bonito y con la corbata del mismo color de mi vestido y el pelo repeinado. La verdad que se ve muy lindo.
—Estoy un poco enferma y no tengo ganas de ir a la fiesta…
—Iras…no estás enferma. Me han informado que esta mañana has hecho ejercicio…
—Me he puesto ahora enferma, he cogido frío y con el sudor...
—Irás. Vístete.
No puedo replicar.
El tipo sin despegar la vista del ordenador:
—No te pasará nada.
¿Sabe que tengo miedo?, pienso. Estas personas pueden oler el miedo a kilómetros de distancia.
—No hables a no ser que te pregunten directamente y si eso ocurre, contesta con monosílabos—continua.
En resumen, tengo que actuar como una mujer florero. No me extraña y tampoco me importa.
Salgo del despacho y me visto.
Cuando termino y salgo de mi dormitorio, Sebas ya me está esperando para llevarme hasta la salida. Me subo a un coche n***o, impecable por dentro y por fuera, con los cristales tintados. Dentro están Duke y Enzo.
Duke alza la mirada hacia mí apenas un segundo; su expresión no se altera ni un ápice y enseguida vuelve a fijar los ojos en la pantalla de su móvil.
Nos acomodamos mientras Pietro se pone al volante. Detrás de nosotros va otro coche con más hombres, aunque me he dado cuenta de que ellos no llevan ropa de gala.
Cuando llegamos al lugar donde se celebrará la fiesta, no puedo evitar quedarme boquiabierta: el sitio es realmente precioso.
Justo cuando salimos del coche Duke y Enzo se ponen a mi lado y caminamos hacía la puerta principal.
Antes de entrar noto una mano rodearme la cintura y atraerme hacía sí, cuando bajo la mirada hay una mano llena de tatuajes que reconozco al instante.
Me pongo un poco nerviosa porque no me lo esperaba, entonces el hombre a mi lado me dice directamente en el oído:
—Ya sabes lo que tienes que hacer. Pocas personas aquí saben que eres una rehén…
Trago saliva, incapaz de encontrar palabras.
Su agarre es demasiado posesivo.
Quizás, de algún modo, me intimida un poco pero no porque sea una mojigata, sino porque este hombre apenas me mira o me habla durante la semana, y me resulta extraño que ahora quiera tocarme.
Supongo, no lo hace porque realmente quiera… sino por mantener las apariencias.
Enzo me agarra la otra mano y caminamos hacía la entrada.