DUKE
A veces cuando estoy con ella no me reconozco. Parezco ese chico de 15 años, antes de entrar en la organización.
No he pensado bien lo que le he dicho a Isabel… ¿pero cómo no voy a perder el control de mis palabras?
La simple idea de ella de ella tocándose… o peor, pensando en acostarse con alguno de mis hombres, me revuelve el estómago. Lo odio. Lo detesto.
Si eso llegara a pasar, no dudaría ni un segundo: los mataría a todos.
De una cosa estoy segura, no voy a permitir que esté con nadie.
Doy un golpe en la mampara de la ducha que hace retumbar el cristal ligeramente.
Estoy enfadado.
Desde el principio me propuse evitarla, no me puedo permitir distracciones justo ahora con mi guerra abierta con los rusos. Además, ella es una rehén, esta aquí obligada por la organización...Si ella pudiera se marcharia de aquí sin mirar atrás.
¿Por que no paro de pensar en ella? Nunca pierdo el control y digo cosas sin pensar.
Salgo de la ducha menos relajado que cuando entré.
Está noche ha sido complicada, la triada ha intentado robarnos un cargamento de droga y he tenido que intervenir.
Como cada noche, me voy a la cocina a comer algo y me encuentro con una figura pequeña y curvilínea intentando agarrar algo de un armario.
Me pongo detrás y da un pequeño respingo, porque no se esperaba mi presencia y, por supuesto, tampoco mi cercanía.
Mientras se recompone y me mira ya le he bajado la crema de cacao del armario.
Ella me mira con recelo, evaluándome.
—¿No has cenado?—pregunta intentando ocultar el tono de preocupación.
Las mujeres son siempre así, a pesar de todo, tienden a cuidar.
—No.
—Ha sobrado un poco de la cena, déjame que te prepare los tacos…
Asiento con la cabeza.
—Me he ofrecido a preparártelos, pero no porque me apetezca ni para agradarte… —aclara—. Simplemente porque seguro que no sabes y los acabarías estropeando.
Me pone el plato en la mesa y me mira varias veces de soslayo. Hace como que busca algo y se bebe un vaso de agua, sin sed.
Está alargando su estancia en la cocina. Lo más seguro es que quiera preguntarme algo.
—Pregunta.
Ella levanta la cabeza fingiendo desinterés.
—¿Te gustan?
—Nunca los había probado. Están muy buenos.
—Gracias.
Las comisuras de sus labios se levantan ligeramente y los ojos le brillan de orgullo.
Maldita sea, ¿Porque me estoy fijando en sus reacciones?
—¿Quieres que te preparé algo para beber? ¿Un té?
—No des rodeos mujer. ¿Qué quieres?
—¿No puedo ser simpática?
Arqueo una ceja y la miro para que no pierda el tiempo y hable.
—Me preguntaba si Carlos está bien…—murmura. Tiene miedo de mi reacción.
—Ha tenido suerte, créeme.
Y esa suerte se la has dado tú, pienso para mí mismo.
—¿Va a seguir siendo nuestro guardián?
—¿Quieres que lo sea?
—Sí. Es un buen chico.
—A mi lo que importa es que haga su trabajo.
—Si, vigilarnos.
—No, protegerlos…y para eso, tiene que estar pendiente de vosotros.
—Estoy segura que ha aprendido la lección.
—Más le vale.
Cuando me pone un té enfrente, que no le he pedido, sigo la dirección de su mirada.
Ella la tiene fija en la flor de loto tatuada en mi antebrazo. Parece que le llama la atención y por eso pregunta:
—Qué bonita flor. ¿Qué significado tiene?
—¿Estás muy preguntona está noche, no crees, mia moglie?
—Lo siento…
Después de unos segundos o quizás minutos le digo.
—Flor de loto (yeonkkot, pureza). Mi eomma le encantaban esas flores.
—Supongo que…
—Está muerta.
—Lo siento.
—Hace mucho tiempo…
Y a partir de ahí, todo cambió.
—¿Vivíais aquí, en Boston?
—No, mi madre tuvo una historia con mi padre y se quedó embarazada. Ella no quería que mi padre supiera de mí…pero cuando murió, la mafía vino a por mí. Seguramente la estaban vigilando...
—Lo siento.
—No lo sientas…este era mi destino desde el principio.
Ella me toca ligeramente el hombre y me sorprendo, porque jamás me han tocado así...Supongo que intenta consolarme.
Su toque es cálido y por un minuto, solo un minuto, me adueño de esta sensación y disfruto del momento hasta que los pensamientos intrusivos empiezan a inundar mi cabeza de nuevo.
Me levanto a coger una botella de whisky y antes de irme le digo:
—Buenas noches, mia moglie.
Ella no merece cargar con mi oscuridad.