Capítulo 3

1051 Words
¡Perfecto! Ahora soy la doncella que escapa de su malvado cazador. No me gusta que ese chico quiera estar detrás de mí, juro que no le he hecho nada y no me importa lo más mínimo, aparte no tengo por qué estar lidiando con él y menos de tantas cosas que tengo en mi cabeza. Logro llegar a la cafetería que está dentro de la universidad. Con un poco de timidez entro, ya que ahora soy el centro de atención de todo, ya que mi entrada fue demasiada desesperada y brusca a la vez. Con un pequeño respiro camino hacia la mesa más cercana, no, mejor dicho, la mesa que está desocupada. ¡Bingo! He encontrado una mesa para mí, lo bueno de todo es que esta casi al rincón. Solo estaré un momento aquí, hasta ver el horario. Me siento como un bicho raro alrededor de todos estos chicos, son jóvenes, pero a mi parecer son un par de adolescentes. Es mi primer día y siento un enorme arrepentimiento por haber elegido precipitadamente esta universidad. Mi pensar fue que si escogía esta universidad nadie me vería como la hija mimada de papi, pero tampoco aquí me irá bien. Puuufff, estoy siendo demasiada precipitada, puede que me estoy dejando llevar por la primera impresión. Dejo mi bolso sobre la mesa, arrastro un poco la silla y me siento porque no voy a negar que me tiemblan un poco las piernas. ¡Ay que dramática soy, le estoy dando demasiada importancia a ese infeliz! Me quito el abrigo, aquí hay buena calefacción y antes de sufrir de calor es mejor quitármelo. En el preciso instante que sacaba mi móvil una llamada hace que cambie radicalmente a mi cambio de humor. —¡Madre! Se me hace un nudo en mi garganta, no quiero decirle lo que me pasó en mi primer día en esta ciudad y universidad, no, soy tan orgullosa y no debo decirle que lo que siento ahora es irme. —Mi niña, te interrumpo, discúlpame si te estoy llamando en mal momento —al escuchar su voz siento que me destrozaré. —Bien mamá, ahora estoy tomando un rico batido mientras espero la siguiente clase —miento, no quiero que me reproche y menos que tome un vuelo para venir aquí—, ¿cómo está, mamá?, y papá. —Extrañándote mi niña, tu padre está en una reunión —guarda silencio, alejo el móvil de mi oreja, veo la pantalla, frunzo el ceño al ver que mi madre sigue en línea—. Se ha metido al trabajo, no quiero venir a casa porque se culpa de todo mi amor, no quería decírtelo, pero tu padre está destrozado y tiene ganas de meter preso… Cierro mis ojos al escuchar eso, no quiero saber de él, no quiero saber de la persona que me ha causado mucho daño. —¡Esta me las pagarás y te demostraré que no estoy jugando contigo! —cuando pensaba contestarle a mi madre el infeliz del playboy aparece posándose a mi lado. —Lo siento, me tengo que ir —bajo el móvil y cuelgo la llamada, no quiero que mi madre escuche. —Cállate Edmon, ella ha ganado, así que por hoy hay que dejarla respirar, además la nueva te ha demostrado que no es lo que tú esperabas —eso lo que dice el amigo me causo un poco de gracia porque el fulano debe andar un dolor de huevo. —¡No…! No la dejaré en paz, ella se metió conmigo y ahora le enseñaré que conmigo nadie se mete —exclama tras azotar su mano sobra la mesa—, entiéndelo cabeza hueca. ¡Hueca tu abuela infeliz! Iba a gritarle, pero como si fuese una señal de Dios, un grupo de chicas aparece de la nada, acercándose al infeliz que me tiene entre ceja y ceja. Una de ellas, se acerca a él, posa su mano en su pecho y le susurra cosas melosas. Hmmm… Ella es la chica popular, lo que acaba de hacer en este instante es marcar territorio, y bien que le ha quedado porque se ha lucido. ¡Merece un gran aplauso! —Mía, tienes que entender que… —Aaaayyyy… Por fa, tienes que acompañarnos —desvió mi mirada, esto es demasiado para mí, ella me causa risa al escuchar su voz chillona. —Amigo, Mía tiene razón. —Tienen razón, no quiero seguir perdiendo mi tiempo valioso —eso fue lo último que escuché para volver a respirar. Nuevamente, vuelvo mi mirada al móvil, deslizo la pantalla para mandarle un mensaje a mi madre. Antes que todo quiero decirle que… No, no, no puedo mandarle mensajes, ella notaria y eso es lo último que quiero. —No es costumbre que los meseros de la cafetería vayan a cada mesa para pedir su orden, pero por ser hoy haré una excepción contigo —alzo la mirada, sonrío al escuchar una voz amigable, una chica a la que no me ve con ojos de querer matarme, pero lo malo para mí que me ve con lástima—, me puedes decir que pedirás. Me quedo por un momento contemplar a la chica; pelirroja, ojos negros y sino me equivoco tiene como unos veinte años o menos, ¿qué será de su vida? —Sino es mucha molestia te pediría un batido, y prometo que en la próxima haré el pedido y pagaré, para luego… —Venirte a dejar el pedido a tu mesa, bueno según si es mucho si, pero… —Yo esperaré —termino la frase. —Sí —dice con emoción—, en un segundo te traeré tu batido y creo que necesitaras una bolsa de hielo porque puedo ver que tienes un morado en tu brazo, se podría ocultar si llevaras. —Shhh… Baja la voz, no quiero que todos los de aquí escuchen y menos quiero ser el centro de atención —con un poco de disimulo bajo la mirada para ver mi brazo. ¡Santo Dios! Es cierto, mi brazo está rojizo y si no voy a untarme un poco de crema es probable que se me haga un hematoma. No es porque ese infeliz me hubiese hecho daño, todo tiene que ver que mi piel es delicada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD