Capítulo 2

1152 Words
*** Luego de veinte minutos el profesor llega disculpándose diciendo que la clase se tomará en cuenta con una investigación y que por ahora tomará asistencia para luego tomar un receso de una hora. Brrr… Lo bueno de todo es que llegó precisamente cuando el tarado del que está a lado de mi persona me molestaba diciéndome que tiene muchas cosas que hacer y una de ellas es darme todo lo que me merezco. Al inicio el profesor pasa asistencia nombrando en voz alta a cada uno, pero ya de último paso la hoja y nos dijo que anotáramos nuestra firma con nuestro código. ¡Primer día en clase y ya quiero encerrarme en la habitación! Cuando veo la hoja acercarse a los asientos de atrás me apresuro en meter dentro de mi cartera todo lo que había sacado y antes de perder la paciencia me levanto y corro hacia esa hoja, no me importa lo que diga, pero necesito salir antes que todos. Me acerco a un chico de lentes, es claro que me cerciore que no sea un amigo cómplice del imbécil, le pido de favor que, si no es tanta molestia firmar ese papel, es que tengo que salir, pero antes debo firmar y luego decirle al profesor. El chico con una enorme sonrisa asiente y en solo segundo se escuchan los susurros. —No me molesta, por cierto, soy Izi —extiendo mi mano para presentarme, el parpadea un par de veces y con un poco de timidez la acepta. —Tayler —dice el chico—, puedes firmar. —Gracias, es mejor que lo haga ahora antes que hagan un alboroto —resoplo al recordar al chico que se cree el dueño de toda la universidad. —No lo harán, es que el profesor es algo estricto y les conviene no hacer ningún escándalo —waooo… Cada información que sale de la boca de ese chico me interesa, solo me falta esperar que sea cierta, ya que no sé si es de fiar. —Ah, eso me tranquiliza, es que el tipo que estaba sentado a mi lado se cree el dueño de la universidad entera —sonrío al escuchar las estupideces que digo, ¡mis propias palabras! —Bueno, es casi igual, su padre es uno de los mejores socios de la universidad, sus donaciones son demasiadas altas —con eso me quedo perpleja, mi mirada no se aleja a la del chico—. Izi, tienes que irte antes que te llamen la atención, recuerda que el profe es delicado con el desorden—reacciono después que el chico me tocara la mano. —Gracias, Tayler —con nerviosismo le entrego la hoja, me alejo y sin mirar atrás camino hacia el profesor, ahora solo espero que el profesor no se niegue darme la salida. Con la frente en alto obligo a mis pies a no decaer, tengo que mantenerme firme y que esa información no me afecte. ¡Santo, cielos! Con mucha razón el chico tiene los sumos hasta por los cielos. Llego hasta donde está el profesor y le pido de favor si me puedo adelantar, ya que necesito ir al tocador. Él me pregunta cómo me llamo y yo con timidez le digo mi nombre con mi apellido, lo raro fue su reacción. El profesor me regala una sonrisa y me dice que puedo retirarme y que en el sss que me ha mandado está la clase de hoy y el trabajo que debo hacer. Con un asentamiento le digo gracias, y ese fue mi boleto para salir antes que el imbécil. Necesito con urgencia respirar aire fresco. —Viste Joel, que tan rápido camina la rusa —escucho detrás de mis pasos, maldigo por lo bajo. ¿Qué le sucede a este chico? No se cansa de estarme hostigando. —Sí, parece que tiene miedo de todo el mundo y sobre todo a los chicos populares —sigo caminando y los sigo ignorando, al llegar al tope acelero mis pasos para bajar las escaleras, hasta que de pronto siento otra vez la misma mano en el mismo lugar. —Quieta rubia, dime que te has creído en estarme ignorando —y no le contesto porque solo tengo en mi cabeza una sola cosa, y es la paciencia. No tengo que seguir sus juegos porque eso es lo que él quiere, así que es mejor provocarlo y que mejor él caiga antes que yo. —Déjala Edmon, no ves que se le comieron la lengua los ratones —dice el pelele de su amigo, ah, es que son tal para cual. —Es cierto o creo chicos que ella aprendió y ahora en adelante será mi sumisa —dice el maldito sin quitar su mirada de la mía. Iza respira profundo y ve el punto de la vida; cambiaste de país para olvidar que el tuyo hay más imbéciles que hombres de verdad, y lo malo de todo es que terminaste equivocándote porque este imbécil le gana a todos los que conoces, hasta al innombrable. —Sumisa mis huevos, déjame en paz —exploto, no soporto que ningún hombre me diga que es lo que debo hacer y lo que debo de decir—, y te diré una última cosa, no te tengo miedo. —Así que ahora hablas —su mano la estruje más hasta sacarme un gemido de dolor—. No… No… No, te dejaré en paz, nunca mi sumisa. —Suéltame estúpido, ya es demasiado imbécil —grito, aunque soy consciente que estoy gastado mis palabras, y mientras estamos discutiendo los chavos que pasan solo nos observan y nadie hace nada para ayudarme. —Para mí nada es demasiado y tampoco te soltaré —dice sin descaro, cada grito de desesperación de mi parte es un regocijo para él. —Entonces tienes que aprender modales o no me digas que tus papis no te enseñaron cómo tratar a una muje… —no permitió que terminara la palabra cuando sentí que me empujó bruscamente hacia la pared. —No te metas con mi familia —se acerca demasiado, acortando nuestra distancia, sujeta sus manos en mi rostro, retiene su cuerpo con mi peso. Acerca mi nariz a mi cabello, aspira fuertemente mientras la rabia y el deseo se combinaban en un coctel embriagador y explosivo. —Eres un animal y suéltame que me estás lastimando imbécil —y el momento romántico se esfuma, bueno, si se le puede llamar romántico. —Al parecer te enseñaré a educar tu vocabulario —no lo tolero más y le suelto un rodillazo en los testículos, él se aparta por el dolor y es cuando aprovecho en salir corriendo. Ah, ¿Qué es todo esto? Al parecer no he venido a la universidad en la que pensé terminar mi carrera, no… He venido a la preparatoria donde abundan muchos adolescentes calenturientos. 
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