Los pasillos de la clínica estaban en caos. Las puertas se abrían de golpe. Camillas pasaban a toda velocidad. Médicos gritaban instrucciones. El olor a sangre, sudor y desinfectante llenaba el aire. Camila y Daniela entraron por urgencias junto a las ambulancias. Ambas con los rostros desencajados, las manos cubiertas de sangre. Camila ayudaba a sostener el cuerpo de Alberto mientras enfermeros se llevaban a Dante en otra camilla. Renata, inconsciente, era arrastrada por un equipo distinto, esposada, con un policía al lado. Daniela miró horrorizada el rostro herido de su padre, y luego al de Alberto, bañado en sangre. —¿¡Qué pasó!? —gritó, corriendo hacia Camila—. ¡¿Qué demonios pasó?! Camila la tomó de los brazos con fuerza, las manos temblorosas, los ojos llenos de lágrimas. —Es

