El interior del jet privado “Del Monte” era una sinfonía de lujo: cuero beige, madera oscura y detalles dorados que brillaban con la luz suave del techo. El sonido del aire acondicionado era lo único que competía con el murmullo de la conversación entre Nico y Luciana, que se reían discretamente en la parte trasera de la cabina, intercambiando confidencias. Isabella y Camila, en cambio, estaban sentadas frente a frente, cada una junto a una ventana. Entre ellas, una mesita con dos copas y una botella de vino que Luciana había ofrecido antes de retirarse discretamente con Nico a la parte más alejada del avión. Isabella tenía las piernas cruzadas, una copa en la mano y los ojos fijos en Camila, que miraba hacia la ventana fingiendo estar más interesada en las nubes que en la intensidad con

