Camila estaba apoyada contra una de las columnas de mármol, con la copa intacta entre sus dedos. El bullicio de la fiesta continuaba al fondo: risas, música clásica en vivo, murmullos de tratos millonarios… pero ella, inmóvil, solo pensaba en ese beso. Ese maldito beso entre Isabella y Carmen. Sintió rabia, impotencia… y, sobre todo, una tristeza que le apretaba el pecho. —¿Y esa cara? —escuchó a su lado una voz suave, cálida, con cierto tono juguetón. Volteó. Era la doctora Daniela. Estaba preciosa con un vestido n***o que le marcaba la silueta con una elegancia felina, el cabello rubio recogido en una coleta alta y unos pendientes dorados que atrapaban la luz. —¿No deberías estar disfrutando de la fiesta? —le preguntó Daniela con una sonrisa ladeada mientras se acercaba. Camila sus

