Camino al lado de Nicoló mientras las puertas de cristal de la sede central de Group. Visconti se abren frente a nosotros. Es temprano, el sol apenas ha alcanzado su punto de fuerza, pero ya hay movimiento dentro del edificio. El reflejo del mármol pulido, el sonido metálico de los tacones, las voces murmurando entre sí. Todo tiene esa cadencia elegante y controlada de una empresa poderosa que empieza su jornada. Pero hoy algo cambia y sé que todos lo notan. Y no es el aire ni el clima. Es él. Nicoló. Y su sola presencia altera la atmósfera como un trueno rompiendo un cielo sin nubes. Primero es como un rumor invisible que se arrastra por el vestíbulo: el sonido de las teclas se detiene, las conversaciones se quiebran en mitad de una frase, y las cabezas se levantan como si un magnetis

