Desde la muerte de mi hermana no lo habíamos vuelto a ver, según decían las malas lenguas, él se había encerrado en su casa y pocas veces salía, sus negocios se iban a pique a causa de su depresión, originada por la muerte tan cruel de mi hermana.
―Vengo a despedirme ―explicó sin más, la tristeza se reflejaba en todo su ser.
―¿Dónde te vas? ―consultó papá.
―Lejos, donde los recuerdos no me lleguen.
―Ha pasado tiempo, ¿conociste a alguien más? ―siguió mi padre.
―Claro que no ―replicó casi con molestia―. No creo que pueda volver a amar a otra como a Galiana ―respondió con un tono más bajo. ―Se ven distintos ustedes ―comentó con algo de amargura en su voz.
―Han pasado algunas cosas, pero no estamos bien, tal vez, en el exterior, nos veamos muy bien, pero no podemos olvidarnos de lo que le ocurrió a mi hija.
Raymond asintió con lentitud.
―¿Sabes qué rumbo tomarás? ―inquirí con preocupación.
―Cualquiera que no sea esta ciudad ni España.
―¿Y eso?
―¿Ubican a la Condesa Alabrú? ―Mi papá asintió―. Por ella.
―¿Cómo conoces a esa... ? ―Me detuve antes de decir una barbaridad.
―Bueno, ella me ha rondado y...
―¿Te vas con ella? ―cuestionó mi papá.
―¡No! ―respondió con celeridad―. No. Lo que pasa es que esa mujer, desde que Galiana no está, incluso antes de eso, no ha parado de molestarme, quiere estar conmigo y yo no quiero. Hace un tiempo se fue a España y quería que nos fuéramos juntos.
―Por eso no quieres irte a España ―habló mi mamá.
―Exacto. Si no es Galiana, no será nadie.
―Eres muy joven, Raymond, y si quisieras rehacer tu vida, estás en todo tu derecho, aunque no con esa mujer.
―Ni con ella ni con nadie, suegra, para mí no hay nadie como su hija. Ha pasado un año y sigo tan enamorado de ella como el primer día que la vi, por eso sé que ninguna otra mujer ocupará su lugar. Ninguna. Ver a Galiana y saber que ella era la mujer de mi vida, fue una sola cosa. No volveré a estar con otra mujer, mucho menos con Marina, su sola presencia me descompone.
―"Por la eternidad unidas
dos almas se aman;
no pueden estar juntas
por su hermana malvada.
La gran hechicera apura sus pasos,
cuando aún no es el momento,
pues el tiempo no ha llegado.
Su rival ya se ha marchado
y su amado no está preparado.
El alma más pura
volverá a la vida,
Para ganar la batalla
O morir...”
Mi madre se tambaleó y mi padre se apresuró a auxiliarla. La velocidad a la que lo hizo no pasó desapercibida para mi cuñado.
―¿Qué fue eso? ―interrogó extrañado y sorprendido.
―Raym... ―comenzó a decir mi padre.
―Ray y Marina en un lazo se unirán ―lo interrumpió mi madre que parecía seguir en trance―, cuando esa unión se concrete, el primer tiempo llegará...
―¡Yo jamás estaré con esa mujer! ―protestó Raymond―. ¿Y qué significa todo esto?
―Han pasado cosas, Raymond ―comencé a explicar―. La misma persona que le hizo daño a Galiana, nos quiso matar a nosotros. No podemos decirte cómo, pero nos tuvimos que transformar en lo que ves ahora y mi mamá...
―Es bruja, eso ya lo sé.
―Así es ―admitió mi padre.
―¿Qué son ustedes ahora?
―Vampiros.
El rostro de mi cuñado quedó impávido, sin expresión.
―¿Comen gente? ―preguntó sin alterarse.
―Algo así ―contestó Julius y Raymond asintió.
―No pareces tan sorprendido ―advertí.
―No. Creo que no son los primeros vampiros con los que me encuentro.
―¿Cómo?
―Hay un tipo, Licurgo, es un amigo de esa mujer, de la condesa; no estoy seguro, pero se ve como ustedes y en una ocasión lo vi mordiendo la muñeca de una chica, claro que luego la vi viva y pensé que solo había sido mi imaginación, aunque lo que me pareció extraño fue que llevaba puesto un guante largo y cuando le pedí que se lo quitara, me dijo que no, que no podía, le pregunté por qué y me respondió que no lo sabía, que lo único que sabía era que no debía quitárselo.
―La hipnotizó ―comentó Franco.
―Yo no sé, pero me pareció extraño, y como andan tantas leyendas y cuentos de ese tipo de seres… Además, tras lo sucedido a mi Galiana, estoy seguro de que hay otros tipos de seres, buenos y malos de los que no tenemos idea ni podemos notarlos los mortales y ciegos humanos ―terminó con una cuota de amargura.
―Pues nosotros somos de ese tipo de seres, pero no nos temas, no te haremos daño.
―Lo sé, ustedes serían incapaces de lastimar por gusto ―afirmó con convicción―. Bueno, me voy, espero que les vaya bien y que quien les hizo tanto daño pague por sus pecados.
―Gracias, hijo ―se despidió mi papá y le extendió la mano.
Raymond la estrechó, pero no se quedó en eso, también lo abrazó y los ojos se le llenaron de lágrimas.
―Muchas gracias a ustedes por haberme dado la oportunidad de estar con Galiana, fue, lejos, lo mejor que me ha ocurrido en la vida y aunque el dolor es inmenso y no mengua con el tiempo, agradezco el tiempo que pasé con ella, los recuerdos son lo único que me mantienen vivo.
La despedida fue emotiva. Galiana nos unió y lo separó de nosotros, pero jamás, jamás, ni en las peores pesadillas, se nos pasó por la mente que, dos días después, lo encontraríamos muerto en el bosque. Marina debió matarlo, tenía, al igual que mi hermana, todos sus huesos quebrados y el corazón fuera de su pecho, botado a unos metros de su cuerpo, en son de venganza por su falta de amor. Lo que a esa mujer la movía eran sus celos, y en ella sí que los celos mataban. Literalmente. Solo entonces pensamos que debimos convertirlo y no dejar que se fuera. Le dimos sepultura, al fin y al cabo, era casi parte de la familia.