Mujer Equivocada

1260 Words
Escucho pasos acercarse y se puso en alerta. No la pillarían con la guardia baja, preferiría estar cinco metros bajo tierra que ser la sumisa de un viejo barrigón seboso. Los pasos estaban más cercanos y su miedo cada vez era mayor. Encendieron las luces, y ella parpadeo rápido adaptándose a la iluminación. Observo una sombra aproximarse y se tensó. Nunca había estado tan asustada y temerosa en su vida. Se mordió el labio en señal de temor. Luego apareció un hombre ataviado con un traje caro de Armani. Ese era el jefe, nadie vestía así a menos que no fuese el que manda pensó. —¡Estas despierta, eh! Mejor así. Quítenle los grilletes y súbanla a la habitación. ¡Mierda!, este se va directo al grano. Ni lo pudo mirar ya que solo habían encendido la luz de la celda mas no del pasillo donde se encontraba el. No parecía un viejo a decir verdad ¿sería el jefe en realidad? Entro en la celda el mismo tipo del baño, ella no dijo nada. Lo mejor era cooperar y no hablar. Lo que menos quería era que la golpearan hasta morir, estar con una costilla fracturada no le serviría para poder huir. —¡Hola de nuevo dulzura! Dijo sonriendo, en su reluciente dentadura se asomaba un diente de plata, típico matón. La levanto de un brazo y la saco de la celda, el hombre que antes había llegado ya no estaba. Subieron unas empinadas escaleras ¿Dónde estaba? En un castillo o que. Al pasar por una puerta de madera dieron con una cocina, entonces estaban en una casa. La llevaron por un corredor que conectaba a un salón enorme. Joder, era una mansión. Subieron las escaleras de caracol de piso de mármol y luego aparecieron muchas puertas blancas, definitivamente no era un burdel. El hombre la arrastro hasta una puerta, la abrió empujándola dentro. —Aséate, y cámbiate de ropa. El bolso que traías allí esta. Cerró la puerta de un golpe al segundo escucho como le echaba llave. La joven suspiro. —¡Encerrada! Así no me podre escapar de este lugar. Recordó su teléfono y corrió hasta su bolso, tenía un escondite secreto donde lo guardaba lo reviso y allí estaba. Tontos matones no revisaron mi bolso pensó para sí misma. Busco los papeles personales y maldijo. ¡No estaban! Pero tenía su móvil. Pero ¿Qué haría? Llamar al 911 ¿acaso la ayudarían? Dudo un momento. Guardo nuevamente el móvil en su escondite y espero, tenía que saber que era lo que querían de ella. O al menos saber dónde estaba. Sabía por la parada que hizo el chofer del autobús que estaba en Oregón. No, estaba loca saco nuevamente el móvil y marco 911 pero antes de darle llamar escucho las llaves en la cerradura de la puerta. Guardándolo en seguida en el mismo lugar. La puerta se abre y entra un hombre alto, de piel morena, rasgos duros, nariz perfilada. El labio inferior era más delgado que el otro, sus ojos eran negros profundos, sus cejas parecían arregladas pero eran así por naturaleza. Debajo de ese traje caro de Armani se podía apreciar que tenía un buen cuerpo. Llevaba un corte de cabello a la moda, corto de los lados y largo en la parte de arriba. Y allí estaba de pie frente a Aurora mirándola fijamente a la cara, mientras ella tragaba saliva al seco. Era increíblemente intimidante, daba miedo ese hombre. A su alrededor tenía un aura maligna que daba aprensión. Lo vio fruncir el ceño, seguro que ella no era lo que esperaba. Sus labios formaron una línea que significaba que no estaba conforme. Pudo ver que llevaba puesto un reloj de oro en la mano derecha, y de las mangas del traje sobresalían tatuajes. De su cuello también se apreciaba que llevaba más debajo de aquel traje. ¿Qué haría con ella si no era de su agrado? Seguramente la tiraría al burdel más bajo de la ciudad para que los peones se la comieran. Eso sí que era un terrible capitulo para su vida. Y allí estaba de nuevo, con las malditas novelas que leía. —¿Cómo te llamas? La chica no respondió, solo se muerde el labio. –Es mejor que respondas. Dice Demian impaciente. Maldición, hasta su voz parecía seductora. ¿Quién era ese? ¿De veras era el jefe? Si no aparentaba  ni los cuarenta años. Seguía serio, estaba molesto. —Tienen mis papeles, ya debe saber cómo me llamo. Lo vio levantar las cejas ¿haría eso seguido? Se preguntó esta. —¡Eres contestona! Le responde. No, definitivamente nadie le había contestado así. Joder, cállate Aurora. —Me llamo, Aurora. —¡Mierda! Dio la vuelta y abandono la habitación, y ella al fin respiro. Demian sale del cuarto y afuera lo esperan los dos idiotas que habían hecho el trabajo. Los mira con la mayor rabia que podía haber cogido en el día. La follada que le dio a Gabriela había quedado en el basurero gracias a esos dos malditos imbéciles. —En mi despacho ahora. Les dijo. Los dos hombres se miraron, una catarata de sudor recorría sus espaldas. Sabían de ante mano que algo malo habían hecho. —A veces me pregunto, ¿por qué no los he matado? Les dice Demian con las manos juntas sobre su escritorio. —Jefe… —No de verdad, no comprendo porque su grado de ignorancia es tan grande. —Que… ¿Qué hicimos mal? Pregunto tartamudeando uno de ellos. —Esa maldita chica que esta allá arriba no es la que yo les mande a buscar ¡PAR DE IDIOTAS! Les grita al final. Siempre comenzaba hablando serenamente, hasta que explotaba como un volcán. Ninguno de sus enemigos lo mataría, el moriría de mera ira. —Pero ella es la chica, es la de la foto. —¡Idiotas! MALDITOS IDIOTAS. La chica que les pedí que trajeran tiene los putos ojos azules, no cafés. ¡PUTOS BUENOS PARA NADA! ¡ES LA MALDITA MUJER EQUIVOCADA! —Pero señor Morgan, son idénticas. —Si se parecen, pero esta es más delgada y su piel es un poco más clara. Además todo está en sus ojos. ¡Diablos! Le dio un golpe seco a la mesa. Sus inútiles hombres se habían equivocado de chica, ahora la verdadera estaba suelta y su cliente no estaría para nada satisfecho con ese asunto. Miro la foto de la verdadera, en realidad cualquier podría confundirse, eran parecidas, pero no eran la misma. Además la que él buscaba se llamaba Amanda. —¿Dónde están los documentos de la que han traído? Uno de ellos saco un monedero morado de su chaqueta, lo reviso y corroboro que la chica decía la verdad se llama Aurora Deverux. —La que busco tiene los ojos azules y se llama Amanda. No sé cómo le harán para solucionar este problema, pero la quiero para ayer mismo. Si no, sus cabezas colgaran en mi sótano. —¡Si señor! Dijeron al unisonó. —¿Qué hacemos con la chica de arriba? —No me importa, llévenla al burdel y que la pongan a trabajar. Ya no puede volver a su vida, ya vio mi maldita casa. —Entendido. Los dos salieron de prisa del despacho y este suspiro, si volvían hacer el trabajo mal juraría que los mataría el mismo. Volvió a ver la foto de Aurora que saco de su billetera. —¡Mala suerte para ti jovencita!
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