Eres Virgen

1257 Words
Aurora era sacada de aquella hermosa habitación que le había sido asignada. Por instinto tomo su mochila y salió con el par de hombres que había visto antes. Ellos no decían nada, ni mucho menos ella lo hacía. Al bajar las escaleras taparon su rostro con una capucha. Pudo escuchar como un coche se estacionaba, la sacaban de la casa. Transcurrió como unos veinte minutos hasta que el coche se detuvo, la bajaron de mala gana guiándola a quien sabe a dónde. Solo rogaba a todos los dioses que fuera la terminal o en algún lugar dejándola libre. Se valía soñar, ya que no podía pensar porque estaba muerta del miedo. Así que, allí se encontraba tal como lo imaginaba un burdel de mala muerte. Ahora bien, allí si podría tener una oportunidad para escaparse. Aquel lugar lúgubre era realmente espantoso. Y ni hablar del mal olor. Tendría que tratar de mantener las piernas bien cerradas. —Esta será tu nueva casa dulzura. Le dice uno de los patanes. Un viejo gordo bigotudo se aproximaba a ellos, y solo tiene los ojos puestos en Aurora. Era quien administraba el lugar. Antes de lanzar a las chicas al mercado el viejo las probaba primero. —Carne fresca, eh. —El jefe te la manda. Que la pongas a trabajar. —¡Claro! Pero si es una monada. Dijo tomando un mechón de su cabello lacio y largo. —Si como sea. Y deja de golpear a las chicas, nadie querrá follar con ellas. —Yo sé cómo hacer mi trabajo perro. —¿Cómo me dijiste gordo seboso? Tomo al obeso de la camisa, el matón le ganaba en tamaño y músculos. —Vamos cálmate, déjalo en paz. Le calma el otro. Este lo suelta y empuja a Aurora a los brazos del gordo. Esta se aleja de inmediato pero el animal del gordo la toma fuerte del brazo. Los matones se van, y Aurora no sabe si se sentía a salvo en manos de los patanes esos que en los del gordo. —Trabajaras duro lindura. Pero primero veré de que pasta estas hecha. A los clientes les gustan cachondas y no secas. Vamos. La halo. Aurora no se podía creer que ese gordo seboso fuera quien la violara, aun con todo eso. No lloraba. ¿Qué clase de persona era? Solo tenía miedo, mucho miedo de que sería de ella. Entraron en una habitación completamente carente de higiene. Había una camilla, parecía de partos. Estaba muy oxidada. —¡Espera aquí! Le ordeno el gordo. Ella aprovecho la ocasión para tomar un bisturí que había en una mesa. Lo guardo en el bolso y miro a su alrededor preguntándose ¿Qué hacían en esa habitación? La puerta se abrió a sus espaldas dándole paso a un hombre maduro, pero no viejo. De cabello cano y con lentes. Cargaba una bata blanca, parecía un doctor. Pero más bien ante sus ojos parecía un psicópata extractor de órganos.  Apretó las piernas y se tensó. Ahora si se la llevo la chingada, tenía miedo podría hacerse pipi allí mismo. —Muy bien jovencita ¿Qué edad tienes? El doctor la miro esperando respuesta, Aurora parpadeo un par de veces hasta que dijo. —Veinte tres. —Bueno, acuéstate en esa camilla. Pero antes bájate los pantalones. —¿Para qué? Pregunta desconfiada. —Para revisarte, debo cerciorarme que no estés enferma para que puedas trabajar. —¿En esta taguara de mala muerte? De verdad se preocupan por la higiene. —Si. Respondió el hombre tan tranquilo. —Me secuestran y se preocupan si estoy enferma. Y en esta sala, no hay nada higiénico. —¡Eres muy respondona! Al gordo Luis no le agradara tu actitud. —Me vale mierda ese hombre. No me tocara. —Hazlo por las buenas. Por las malas será peor. Ese doctor era malo, su rostro cambio de un momento a otro. No creía que tuviera licencia para trabajar como ginecólogo. Pero si no obedecía la lastimarían. ¡Diablos! ¿Por qué le pasaban esas pendejadas a ella? Se quitó los vaqueros y la ropa interior, el doctor no era para nada ético. La miraba de manera repugnante sus ojos bajaron directo hasta su monte Venus. Y sintió vergüenza y asco a la vez. El supuesto doctor se inclinó en su centro y no tardo ni dos minutos en levantar la cabeza de entre sus piernas. —¡Eres una virgen! ¡Qué sorpresa! Dejo sola a la castaña,  sin decir nada más. Como imagino una virgen en un burdel seria bien pagada hasta que al menos estuviera bien corrida, ya dejaría de ser la comidilla. Suspiro y cogió su ropa para vestirse en eso entra el gordo Luis con una sonrisa. —¡Felicidades! Eres la primera puta virgen que tengo en mi burdel. Como si eso fuera motivo de celebración, que gordo más idiota era definitivamente. —Haré una gran venta contigo muñeca. Lástima, no podre follarte, pero después tendré el chance. La condujo hasta un cuarto tres por tres, que iniquidad hacían con ella. No entendía porque la habían secuestrado, ni mucho menos porque la llevaron a un burdel. Si salía con vida de esa prometía que jamás en su vida volvería a ir al baño en una estación. —Esta noche será una gran noche. Avisare a los mejores para que pujen por ti. Ponte algo mejor que eso, y si no cooperas te dejare un ojo morado. Esa amenaza no era para andarse por las ramas, era obvio que ese tipo golpeaba a las chicas. Y ella no sería la excepción. Suspiro, porque no tenía nada que ponerse su maleta se había quedado en el autobús y en su bolso de mano solo habían pocas prendas. Busco su móvil y para su mala suerte no tenía señal. Lo volvió a guardar en su bolso y pensó, quizás con el bisturí podría forzar la puerta y escaparse de allí. Cuando estuvo a punto de hacerlo quitaban el pestillo de la puerta. ¡Joder! exclamo por dentro. —Ponte esto. El gordo le tira un vestido blanco de lentejuelas, que dejaba muy poco a la imaginación. –Blanco para una virgen. Dijo y salió riendo todo jocoso. Aurora miro el vestido, tenía un escote en forma de corazón y le pareció demasiado corto para el tamaño de sus pronunciadas caderas. También vio en el piso unos tacones de aguja plateados brillantes. —Perfecto, el atuendo digno de una puta. Si no se vestía la golpearían. Si lo hacia la violarían esa noche. ¿Cuál era la mejor opción en esos momentos? Opto por vestirse, quizás cuando la sacaran afuera podría escapar yendo al baño o algo así. Una vez lista espero a por su asqueroso destino. […] —¿Estás seguro de lo que me estás diciendo? —Muy seguro. Yo mismo la revise. —¿Por qué Luis no me informo? —Piensa subastarla, ¡esta noche! Seguro saca una buena pasta con ella. —¡Maldito hijo de perra traicionero! Colgó la llamada, molesto, le daría su merecido a ese malnacido gordo. Saco la billetera de la chica y la miro mientras se pasaba el dedo pulgar por los labios… Aurora despertó sobresaltada de un terrible sueño en el que ella era la protagonista, siendo comprada y abusada por un pinche viejo verde. Su puerta fue abierta de un tirón, haciendo aparecer al gordo Luis, apestaba a alcohol. —Es tu turno lindura, a producirme mucho dinero perra.
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