Pov Arabella
¿Suya? ¿Moneda de cambio? Resoplo llena de frustración, de rabia… ¿Quién se cree ese maldito ruso para decirme todo eso? ¡El león de Rusia! Sus palabras me taladran la mente dándome jaqueca; Vladimir es un hombre obstinado, arrogante y se cree lo mejor del mundo, cree fielmente que por qué es el líder de esa maldita organización es dueño de las personas, del mundo.
«Y no es así»
Él no puede retenerme en esta maldita jaula de oro y no puedo hacerlo porque yo… Voy a casarme y amo a Maxim. Subo las escaleras con la furia de un Titanic y me encierro en la habitación después de cerrar la puerta de un portazo certero. Aún tengo la respiración agitada y no sé si es por las palabras de Vladimir o por esos malditos ojos del color del whisky que tanto me queman.
«Lo odio tanto»
Odio esa sonrisa sarcástica y la manera que mueve sus labios para hablar como si tuviera que analizar cada palabra que sale de su boca.
Me lanzo en la cama intentando pensar que voy a hacer; escapar no es una opción, la fortaleza está llena de más miembros de la mafia y creo que sería un suicidio solo pensarlo, pero tal vez… Si alguien me ayuda en eso todo sería más fácil, pero, ¿quién?
Las horas pasan como si estuvieran corriendo un maratón. Nina entra con el almuerzo en una bandeja tan pulcra y pulida que parece plata; borscht, (sopa de remolacha). Un cordero guisado con patatas hechas en puré y de postre un medovik, (pastel de miel). Me siento con los cachetes inflamados por la rabia que aún no se me va y tomo el cubierto lista para comer.
«Necesito estar más fuerte que nunca y para eso debo alimentar»
—Nina —Le hablo a la empleada que intenta irse.
Sus ojos amielados me miran con dulzura y a la vez mostrando la dureza de una mujer que tiene mucha experiencia.
—Dígame, devushka, (niña) —responde de inmediato, sus manos reposando delante del delantal azul marino que lleva puesto.
—¿Qué tanto puedo merodear por la casa? —le pregunto llevando un trozo de cordero a mi boca.
Mastico con cuidado esperando su respuesta y aunque lo piensa, lo que me dice me agrada;.
—Puede ir a donde quiera mientras esté dentro de la casa, solo tenga cuidado con Jasire y no suba al tercer nivel, está… —Parpadea—, está prohibido.
¿Prohibido? ¿Quién es Jasire? Asumo que es un perro o un gato y sigo comiendo hasta terminar lo que puedo; mi estómago es diminuto al igual que mi cuerpo y es muy poco lo que tolera. Camino al baño para lavarme los dientes y luego de hacerme una coleta improvisada salgo en busca de ver los espacios de la casa. Mis ojos se encandilan con la cantidad de fotografías que hay de Vladimir por todos lados.
«Ese maldito se cree un puto Dios»
Se venera igual que uno y cree que es tan apuesto como para tener la casa llena de su horrenda cara. Cruzo el living y llego hasta un pequeño pasillo que me lleva a una puerta de caoba enorme. Llevo mis dedos hasta la manilla y la abro encontrándome con lo que estaba buscando; una biblioteca.
«Enorme»
El aroma a madera de los estantes de cerezo pulido se meten por mi nariz haciéndome suspirar. Hay cientos de libros en las enormes repisas de más de cuatro metros de alto. Cada libro parece tener un sitio designado, ya que están distribuidos por colores, textura y edición. Paso los dedos por las portadas más cercanas dejando que mi tacto se enriquezca con la textura robusta. Giro en mi lugar encontrándome con muebles tapizados en cuero de alta calidad y muy oscuros que combinan a la perfección con los cuadros que adornan las paredes. Entre los cuadros, hay más fotos de Vladimir y de un hombre idéntico a él pero… mucho más mayor. Avanzo hasta el escritorio también de madera que está en el fondo junto a una enorme chimenea que pongo enseguida a crepitar. La nieve afuera sigue cayendo como gotas de agua congeladas y yo aprovecho el paisaje helado para sentarme en la enorme silla que… Tiene una chaqueta de cuero encima del reposa espalda. La tomo llevándola a mi nariz y… Huele a madera, junto a tabaco costoso y ese típico olor peculiar que tiene la piel de ese ruso y que enseguida me pone los vellos de punta.
—Maldito Asmodeo —Escupo, sacando uno de sus apodos de mis labios sin poder evitarlo.
«Fue el primero que me dijo»
Aunque, por lo que sé, son varios. Cada uno debe tener un significado diferente pero ese, ese me da… Curiosidad. No obstante, mi vista se desvía al libro abierto que está en la mesa junto a unos lentes de leer.
«Alguien estuvo leyendo aquí hace poco»
Me acerco, y la imagen de lo que parece un demonio me hace tragar doble; Asmodeus, mejor conocido como Asmodeo. Dice en latín.
«Lengua que hablo y entiendo»
Asmodeus es un demonio en la mitología judía, cristiana y en algunas tradiciones islámicas. Se le conoce como el demonio de la lujuria y es considerado uno de los siete príncipes del infierno en la demonología cristiana. También se le asocia con la ira, la venganza y la destrucción. En la literatura y la cultura popular, Asmodeus ha sido representado como un ser malévolo y astuto.
Trago grueso cerrando de golpe el libro. ¿Príncipe del infierno? ¿Ser malévolo? ¡Dios mío estoy en la casa de un hombre que seguramente ha hecho pactos con el diablo!
—Buenas tardes —Escucho el ronquido de una voz y pego un brinco que me obliga a caer de espaldas de la silla.
—Auch —Exclamo sintiendo como mis nalgas se lastiman con la cerámica oscura del piso.
—Siento mucho haberla asustado —Exclama el hombre que se posa enfrente de mí tendiendome la mano.
Es alto, robusto, de un metro ochenta tal vez. Con cabellos rojizos y ojos esmeraldas demasiado profundos para mí gusto.
—Mi nombre es Sergei y soy uno de los killers de la organización —Tomo su mano y me levanto con rapidez..
¿Killers? ¿Asesino en ingles? Trago grueso en el acto, dejando que algo espeso se acumule en mi garganta.
Los ojos de Sergei enseguida me detallan con descaro; desde la abertura de mi vestido hasta mis piernas desnudas e inmaculadas.
—El mío es Arabella, Arabella king, un placer —Le respondo quitándole la mano.
—Todos sabemos quién eres —dice sonriendo de lado—, y que representas pequeña cachorra —Me explica con un tinte de burla que me hace rodar los ojos—, en fin, hay alguien que quiere verte —Me deja saber.
—Si es Vladimir dile que se vaya a la mierda —Escupo intentando salir.
—¿Vladimir? ¿A la mierda? ¿Así le hablas al Pakhan? —Pregunta con ironía.
—No sabía que tenía otro nombre —bufo.
—Vaya, sorpresas que uno se encuentra, Arabella —me susurra volviéndome a mirar con ojos punzantes que no me agradan para nada—, en fin, no es él quien quiere verte, es alguien más, te espera en la sala principal —Escupe pasando por delante de mí y perdiéndose entre los pasillos apenas alumbrados con candelabros.
Bajo las escaleras que me llevan a la sala baja y me detengo cuando veo al hombre que está sentando en uno de los muebles. Vaqueros abrazan sus piernas grandes, mientras una camisa blanca sus brazos fuertes. Sus ojos me recuerdan al hombre que me tiene aquí al igual que el pelo largo y blanco que tiene atado a una coleta alta. Las facciones de su cara me indican que ronda en los sesenta y cinco aunque… se ve bien conservado con una mirada igual o un poco menos perversa que la de Vladimir.
—¿Quién es usted? —Le pregunto con voz temblorosa aunque ya puedo persuadir la respuesta.
—¿No es obvio? —Responde sacando una manzana de no sé dónde y llevándola a su labios rojizos y carnosos—, aunque… puede ser que te confundas, soy mucho más guapo que Vladimir —dice sonriendo y poniéndose de pie.
Me echo hacia atrás cuando veo la altura que se carga; igual de imponente, igual de alto que el Pakhan.
—Soy Terzo Novikov, el padre del imbécil que te tiene aquí —dice volviendo a morder de la fruta con tanta calma que me exaspera.
—¿A si? ¡Que bien que sabe que es un maldito imbécil! Debió criarlo mejor, porque es… Un arrogante de mierda —Escupo y el hombre enfrente de mí estira su labio en una sonrisa entre divertida y perversa.
—No puedo contradecirte, Arabella, pero si ayudarte —Suelta y abro los ojos de par en par—, te voy a ayudar a escapar de aquí, Маленькая, (pequeña).