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Cautivada por ese Vaquero

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Blurb

Jhon Garret es un vaquero que tiene como misión disminuir los riesgos de asaltos de forajidos en los pueblos aledaños a su ciudad, pero por su ambición de crear un mejor lugar para los habitantes termina perdiendo a su esposa e hija en un incendio provocado.

La cólera por la pérdida de su familia y la ganas de querer vengarse de los culpables de la muerte de sus seres amados lo obliga a revivir de las cenizas y terminar casi moribundo en el poblado de Lone Pine; donde cae directamente en los brazos de Lucila Bronn, la única enfermera del pueblo.

Ella lo atiende con devoción, cura su herida física y hasta sana la de su alma, con su dulzura, esmero e inocencia termina por meterse en el roto corazón del vaquero, consiguiendo que vuelva a creer que si se puede amar una vez más.

Siendo la hija del antiguo y difunto sheriff, Lucila mantenía avivado el sentido de cordura y dedicación para con los habitantes del pueblo y los que no eran. Pero esta ayuda que le presta a Jhon (un forastero) le trae problemas y la joven termina siendo sentenciada a muerte por un forajido muy conocido quien curiosamente tiene una cuenta pendiente con el mismísimo Jhon Garret.

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Lo perdio todo
Las llamas estaban consumiendo todo a su paso, el crepitar de la madera mientras se quema era abrumador. Aquella enorme casa se estaba incendiando, no existía ningún rincón que no estuviera ardiendo en el fuego. La gran iluminación naranja que provocaba aquel incendio en medio de la noche llamo la atención rápida de Jhon quien apresuro a su caballo para que corriera mucho más rápido. El desespero del pelinegro era desbordante. Su corazón no paraba de latir con fuerza mientras que sudaba a mares, su cuerpo se sentía helado y no era precisamente por cabalgar a toda prisa. Afina un poco la mirada ya que la brisa cierra sus ojos, obliga al animal a avanzar más rápido entre rocas y pequeños arbustos. Para cuando finalmente alcanzar llegar hasta la casa, se baja del cabello sin esperar que este se detenga y corre hasta la residencia que ardía en llamas. Con los ojos casi llorosos mira como su casa se estaba quemando completamente. —Annieeeeeee, Melisaaaaaaa—empieza a gritar lleno de desespero, mira hacia todos lados y las busca con la mirada, pero solo logra ver pedazos de bruma ardiendo cayendo sobre él como la nieve —. Melisaaaaaaaa, Annieeeeeeee—vuelve a vociferar, pero mucho más alto. Al no obtener respuesta de ninguna de las dos, Jhon cae de rodillas ante mientras que mira su casa arder, empieza a derramar lágrimas de dolor mientras que sus ojos miran como lo estaba perdiendo todo en un instante. —Annieeeeeee—grita desde lo más profundo de su corazón —. Por favor, Melisaaaaaaaa—añade aun con la esperanza de recibir una respuesta —. Contesten, por favor, por favor—baja la mirada notando como las gotas de sus lágrimas caen en la arena. Sentía un gran vacío en su interior, ese dolor tan profundo e intenso que lo empezaba a consumirlo como esas llamas que tenía ante él. —Annie, por favor, responde ¿Dónde estás? ¿Dónde estassssss? —grita, desesperado. Coloca las manos en puño sobre la arena sintiéndose desarmado por completo, había llegado muy tarde a por ellas. Y todo por concentrarse en sus estúpidos labores, no se preocupó por su familia como debía hacerlo. —Soy un imbécil, Annieeeee—levanta la mirada para ver su casa arder mucho más que antes. Ya no quedaba casi nada de los cimientos, estaba en ruinas. Como puede se pone en pie y camina hasta la residencia con lágrimas de dolor en sus ojos, podía oír como crujía la madera mientras se incendiaba. También se escuchaba como algunas cosas de cristal del interior se quebrarán. Nada de aquello le causaba tanto dolor como saber que su esposa y su hija se encontraban dentro volviéndose cenizas. —Melisa—llora por su pequeña hija mientras que colocaba las manos sobre su cabeza —. Hija, lo siento tanto, papá lo siente mucho. Llega muy cerca de la entrada de la residencia y ya no puede avanzar más debido al fuego y el calor que esta expide. —¡Annieeeeee! —grita a todo pulmón. La casa parece oírlo que se estremece un poco, los cimientos empezaban a ceder, estaba por derrumbarse. —Vaya, vaya—Jhon escucha aquella voz a sus espaldas y luego de eso el sonar de los cascos de las pisadas de varios caballos que se aproximaban rápidamente —. No creí que llegaras a tiempo antes de que tu hermosa casa cayera por completo, Jhon. ¡que afortunado eres! Jhon se da la vuelta para ver a Charles Bass montano en su caballo mientras que le sonríe desde esa altura, sus dientes de oro brillaban mucho más con los reflejos de las llamas, y aquella mirada maliciosa era tan peligrosa como él mismo. —Qué bueno verte, Jhon. Nos ha ahorrado el trabajo de buscarte, ¡¿verdad que si muchachos?! —grita, para que sus compañeros vociferen eufóricos mientras empiezan a disparar al cielo. —Ellas no tenían la culpa de nada —Jhon murmura mientras que lo observa fijamente. —El que tiene la culpa eres tú, por no acceder a lo que se te pidió, era muy fácil de aceptar, pero eres de esos sujetos tercos y hasta difíciles de quitar del camino. Charles niega al mismo tiempo que desenfunda su arma y lo apunta desde la distancia de su cabello, Jhon no hace nada al respecto, estaba desarmado y sin posibilidad de defenderse. La verdad es que tampoco tenía ánimos de hacerlo, no cuando su esposa e hija estaban… Mira por encima de su hombro… las llamas consumieron todo. —La tonta de tu mujer se quedó dentro con la mocosa de tu hija. Creía que iba a estar segura dentro, tuvo la oportunidad de huir, pero las llamas la tomaron por sorpresa —Charles se ríe con burla —. Pero da igual, Jhon—musita sin pena —. Pronto te vas a reunir con ellas, no debes sentirte triste por eso. —Eres un malnacido, Charles. Sin ánimos de seguir viviendo, Jhon decide que lo mejor era terminar con eso de una vez. Sin su esposa e hija no deseaba vivir. Cierra los ojos y piensa únicamente en ellas, olvido todo lo demás que no era importante, y solo pensó en ellas dos. —Que decepción, Jhon. Así quieres que terminemos, entonces, te lo cumpliré. Charles apunta su arma en dirección a Jhon, con una sonrisa sucia en los labios, mostrando sus dientes de oro quita el seguro del arma y entrecierra un ojo para ser más certero al momento de disparar. Pero justo en el instante que Charles dispara se cae el techo de la casa sobre Jhon, el pistolero observa que Jhon ya había caído al suelo con el disparo y segundos después los tablones de madera. —Este hombre no tiene nada de suerte —dice riéndose a carcajadas, sus compañeros también se ríen y empieza a dar círculos con sus cabellos celebrando la victoria de su jefe —. Volvamos, aquí no hay más nada que hacer, el fuego consumirá todo, por la mañana será cenizas este lugar. Los caballos dieron vuelta para luego dejar un rastro de polvo a sus espaldas mientras que lo que quedaba de la casa se consumía por las llamas. Charles mira por encima de su hombro y confirma que la casa y que Jhon estaban muertos. Sonríe y sigue cabalgando, recibiría una buena recompensa por su gran hazaña. […] El fuego se disipo con ayuda de la fría noche, lo único que quedaba eran unas pequeñas hogueras dispersas, mucho humo asfixiante y mucha madera aún en proceso de deshacerse. Pero entre todos esos listones a punto de convertirse en nada, un cuerpo empieza a surgir poco a poco. Jhon no entendía que había pasado, pero estaba vivo e intentaba levantarse a pesar de que sentía mucho dolor en todo el cuerpo. Abre sus ojos y empieza a arrastrarse en la arena lejos de los escombros de su casa. Luego de unos pasos se desploma cayendo de bruces contra la tierra, suelta el aliento lo cual levanta un poco el polvo que lo obliga a cerrar sus ojos. Descansa un momento, y vuelve a tratar de ponerse en pie. Al quedar de rodillas vuelve abrir sus ojos y solo puede notar que ya era de día, o al menos estaba amaneciendo. Parpadea varias veces y es cuando percibe unas gotas rojas que caen de su cuerpo a la tierra llena de cenizas. Jhon frunce el ceño y como puede, trata de tocarse el lugar de donde brota su sangre, cuando toca su hombro siente un dolor punzante. —¡AAH! —gruñe, pero luego deja de hurgarse y traga saliva. Se pone de rodillas y voltea para ver lo que quedaba de su hogar, sus labios tiemblan y su mirada se nubla un poco, pero baja la mirada y sabe que no puede hacer nada al respecto. Mira hacia el horizonte, el sol ya se estaba asomando, suelta el aliento contenido y fija su mirada en un punto fijo. Reflexiona sobre lo que paso, y piensa que no puede hacer eso. —No voy a morir aquí, al menos no antes de que mate a Charles Bass y a todos los que estuvieron involucrados en esto. Viviría para vengarse de aquellos que le quitaron todo solo por la codicia del poder y el dinero, aprieta sus puños con tanta fuerza que sangraron. Luego toma un puño de arena y derrama algunas lágrimas en ella. —Yo prometo que las voy a vengar, vengare su muerte, se los juro. Como puede se pone en pie y segundos después escucha el galopeo de un caballo que lo pone en alerta, si Bass y sus hombres lo encontraban en ese estado lo colgarían. Jhon con su cuerpo todo adolorido y tenso trata de dirigirse a una parte donde pudiera esconderse. Era lo único que podía hacer… Pero al mirar bien de quien se trataba se detiene al ver a su caballo cabalgar hacia la casa, lo ve a lo lejos y siente alivio de que sea él. El animal llega a su lado y relincha un poco, él sujeta las riendas del mismo y se dice que tiene suerte de que Bass no se lo hubiera llevado. —Vamos muchacho, llévame a un lugar seguro. Sube al caballo de la mejor manera posible sintiendo un fuerte dolor en su hombro, su brazo estaba empapado de sangre, quizás y no lograra sobrevivir durante el trayecto, pero al menos lo intentaría. Hace que el animal avance poco a poco mientras que él observa su casa destruida, vuelve la vista al frente e impulsa al caballo a ir más rápido. —Vamos…—le ordena. […] Marca en su cuerpo una cruz antes de entrar a la iglesia aquella tarde, Lucila camina con calma por el pasillo para luego tomar asiento en un banco. Esa tarde el lugar estaba desolado, y no era extraño, muchos pocos visitaban la capilla. Pero ella aun mantenía la esperanza de que las cosas iban a mejorar en el pueblo. La joven empieza a decir sus plegarias, pero algo la distrae de ellas que la hace mirar hacia la puerta trasera de la iglesia. Escucha el rechinar de un caballo, Lucila frunce el ceño y la curiosidad la lleva a ponerse en pie para dirigirse a la puerta. En cuanto la abre la luz de la tarde ilumina la capilla y con aquella el cuerpo de alguien cae sobre ella abruptamente. —¡Dios mío! —exclama horrorizada al ver a un hombre polvoriento sobre ella. Estaba boca abajo sobre ella mientras que la joven lo mira con los ojos bien abiertos, luego de un momento logra parpadear y decide tocar el cuerpo de ese extraño. —Disculpe—toca su hombro con algo de miedo—. Señor, disculpe. En eso siente que él exhala aliento y se da cuenta de que estaba vivo, rápidamente sus instintos de enfermera se activaron y como puede lo ayuda a voltearse y al ver el rostro de aquel hombre se queda pasmada. Aunque estaba sucio y lleno de una especie de ceniza se podía apreciar que era fuerte, pero, sobre todo, un forastero. Rápidamente, la joven visualiza que su ropa estaba llena de sangre y buscar con desespero entre la ropa la herida y al ver que era un disparo se asusta. De inmediato pensó que era un forajido. —Dios mío, ¿Qué debo hacer? —traga saliva. Era una enfermera, su deber era salvar vidas, no dejarlas morir sean quien sea, o hayan hecho lo que fuese. Ella se arrodilla al lado de él y revisa con más cuidado de que no tuviera más disparos en su cuerpo, pero por suerte solo era uno solo y en el hombro. Sin embargo, parecía que había perdido gran cantidad de sangre. —¡Lucila! —la joven escucha la voz del padre y lo ve por encima de su hombro. —Padre, por favor, ayúdenme a salvar a este hombre. El cura mira aquel sujeto que no conocía de nada, luego ve a Lucila que trata de auxiliarlo y se lo piensa un momento, para el pueblo recibir forasteros no era grato. A nadie les gustaba los extraños, sin embargo, era la casa de dios y allí eran recibidos todos. —Por dios Lucila, ¿Quién es esta persona? —el anciano se agacha para ayudarla.

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