Soy la última en ingresar al despacho. Un cuarto grande, con una estantería de libros importantes para la familia, un escritorio de caoba, un sofá y sillas; en las paredes se encuentran los retratos de todos los líderes del clan y de las familias principales. Mi atención es cautivada por una fuerte sensación, y me percato que todos están mirando hacia mí, me observan. Mi abuelo me indica que debo sentarme en frente de su escritorio, entre mis padres; a su lado, se encuentra mi tío. Por un instante en la habitación todo es silencio, el cual es roto por las campanadas del reloj, al sonar la novena y última campanada, me percato de que son las 9pm.
─A esta hora hace 16 años estábamos todos los presentes, en este mismo despacho llevando a cabo una conversación sobre la salud de tu madre. ─Dice mi abuelo mirándome fijamente. ─ nos informaba de que no podía tener hijos, y por lo tanto no podía dar descendencia ni a tu padre ni a la familia principal del clan.
─solo quiero que sepas, que todo lo que hemos hecho durante todos estos años ha sido con amor y por tu bien─ interrumpe mi madre a mi abuelo con lágrimas.
─Madre eso lo sé, han sido…─ soy interrumpida por un ardor en mi muñeca, pero no es mi marca, es en una zona diferente. ─ Los mejores padres que una hija puede tener.
Le doy un abrazo, pero mi antebrazo me quema. Comienzo a sudar, siento como me palpita la zona donde siento las molestias, trato de no prestarle atención y concentrarme en la importante conversación que estamos llevando a cabo. Mi abuelo nos mira, se escucha una fuerte tos de su parte y prosigue con su relato.
─En ese momento, todo fue interrumpido por una explosión cerca de la playa que pertenece al territorio del clan. En compañía de tu tío y tu padre, salí al patio principal y demande que prosiguieran con la celebración; mientras nosotros tres tomamos rumbo hacia donde creíamos se encontraba el sitio de la explosión.
─Nos abrimos paso en la noche, por el pequeño bosque que se interpone entre la casa y la playa…─comienza a relatar mi tío con un signo de aprobación de mi abuelo, me da la espalda.
Dieciséis años atrás. Al llegar al sitio donde creían que se había producido la extraña explosión, ellos se encuentran con una cortina de humo muy fuerte. El joven Keahi debido a su entrenamiento como guerrero del clan Makani procede a colocarse en guardia con su lanza, por delante de su padre y de Arthur. Esperaron un tiempo prudencial para observar si algo extraño pasaba. Cuando de repente, quedan atónitos con su mirada fija hacia donde minutos antes se encontraba una concentración de humo, es una mujer, logran divisar a una mujer rubia, con visibles heridas de gravedad que camina con dificultad en su dirección, tras unos cuantos pasos que logra dar se desploma al piso. En ese momento alguien sale en su ayuda.
─Disculpe señorita, ¿se encuentra bien?─ el joven trata de auxiliarla pero se percata de la gravedad de su estado.
─Y-yo no i-importo─ se le escucha decir con gran dificultad, su boca está cubierta de sangre─ L-la n-niña, p-protéjanlaa, e-es la ú-única e-espera…─ esas fueron sus últimas palabras.
El joven se limita a soltar el cuerpo de la mujer, y con tristeza cierra sus ojos. La observa, las heridas que tiene en su cuerpo fueron producto de una fuerte lucha. Se gira y comienza a dar pasos despacio en dirección de dónde provenía la mujer.
─Keahi, Keahi, ¿Qué haces? Se escucha su padre preocupado.
─Quédense ahí donde están solo estoy verificando que todo este seguro. ─ Dice el joven con cierta firmeza en su voz.
El joven al dar unos cuantos pasos se encuentra con un gran hoyo en la superficie, como de unos 6 metros de profundidad, más o menos se localiza una especie de nave extraña. Hace unos gestos en dirección de los hombres que lo acompañan de que aguarden su señal, y procede a bajar. Cuando alcanza a llegar al piso, avanza con sigilo tomando rumbo hacia la puerta abierta, pero su atención es captada por algo. Al avanzar, se percata de que el extraño ruido es algo muy familiar, es un llanto que se hace cada vez más fuerte en la medida que él se acerca a su destino. Ingresa su cabeza por la puerta, sus ojos negros se cruzan con unos ojos azules inundados por lágrimas.
Es una bebe, la que minutos atrás haba escuchado de la mujer que tenía que proteger. Introduce su cuerpo en la nave y revisa a la niña. Esta sin ninguna herida visible, solo una extraña marca en su muñeca, de un color rojo vivo, que se va disipando en la medida que la niña se va relajando, hasta volverse negra como si fuera un lunar. Explora apresuradamente la nave, y se percata de una extraña caja con una cerradura en forma de símbolo. No hay nada más que llame su atención y procede a sacar el objeto y el infante. Escala por las laderas del enorme hoyo, al toparse de nuevo con el cuerpo de la mujer ve un extraño colgante y lo toma. Se gira en dirección a sus acompañantes y hace unos leves gestos para que se acerquen.
─Hijo, ¿te encuentras bien? ─ pregunta el padre mientras se cerciora de que no tenga ningún daño.
─Estoy bien padre, la sangre no es mía, es de ella─ dice señalando a la extraña mujer.
─ ¿Quién es ella? ─ Señalando a la mujer. ─ ¿Y ese bebé? ─ pregunta un intrigado Arthur.
─Aún no lo sé, pero tengo cierta seguridad en que la mayoría de nuestras respuestas están contenidas en esta extraña caja. ─ mostrándoles el curioso objeto. ─ Lo único que les puede decir, por el momento, es que esa extraña mujer al morir me dijo que esta niña es la única esperanza y que debemos protegerla.
Los tres decidieron mantener todo bajo estricto secreto. El joven Keahi como pudo le dio sepultura al cuerpo de la mujer. Y tapo el hoyo de la nave con palmeras y tronco, hasta el momento en que su padre tomara una decisión. Al retornar a la casa se encerraron nuevamente en el despacho junto con la joven Kelaini.
─Ya he tomado mi decisión. Uds.─ señalando a su hija y su esposo─ Adoptaran y criaran a esta pequeña como su hija. Ella formara parte del clan Makani y será criada bajo sus enseñanzas. Sera preparada con todas las herramientas que disponemos para su destino. Será protegida por los guerreros de nuestra familia. ─ Dice El Gran Ekekiela posando su vista en la niña que yace dormida en los brazos de su hija.
─Padre, ¿Qué le diremos cuando crezca y empiece a preguntar por qué no se parece a nosotros?─ Pregunta una inquieta Kelaini sin dejar de mimar a la pequeña.
─Le dirán que fue abandonada en la puerta de su hogar, y que Uds. al no poder tener hijos la adoptaron. ─ responde el padre con una gran seguridad en sus palabras.
─Ok. ─ Dijo Arthur mirando a su esposa, y luego dirigiendo la mirada a su suegro. ─ Pero, recuerden que en una semana partimos para Florida. ¿Cómo le enseñaran todas las doctrinas del clan Makani? ─ salen de su boca, con mucha intriga sus palabras.
─ Cada cierto tiempo, bajo la autorización de mi padre viajare a su hogar para reunirme con la pequeña. ─ Comunica el joven Keahi imitando la seguridad con la que habla su padre. ─ Yo seré su guardián y mentor. Mi deber será el de convertir a esta pequeña en una gran guerrera.
─Entonces está decidido. Hasta que tengamos más información sobre lo que ha pasado esta noche las cosas se mantendrán como he dicho. Y que los dioses no protejan hasta que el día en que lo que mato a esa mujer y busca a esta niña venga a nuestro encuentro. Recemos por que ella esté preparada para ese momento. ─ dice el líder, con cierta preocupación observando a todos; quienes asienten a sus palabras.
De regreso en la actualidad. Al terminar de escuchar el relato tan interesante de mi abuelo, estoy sin palabras, las lágrimas comienzan a salir sin que me pueda contener. Aunque las decisiones que tomaron fueron para protegerme no puedo evitar sentir este gran dolor que me quema. De repente, se escucha un grito que rompe el silencio de la sala.
─ ¡Ahh! ─ Exclamó gritando de dolor, y me dejo caer al piso.
─Está caliente, tiene fiebre. ─ Dice Arthur tocando a su hija. ─ está sudando mucho.
─ Colóquenla en aquel sofá─ señala el líder. ─Kelaini, busca unas toallas y agua fría, para hacerle unas compresas.
─Entendido, padre. ─ Y sale en carrera, a cumplir lo que se le ha encomendado.
─Padre, ven a ver esto. ─ Con voz ahogada y asustado Keahi llama a su padre.
Mi abuelo se acerca al sofá donde me han cargado mi padre y mi tío. Todos comienzan a prestar atención en mi brazo.
─Una segunda marca. ─ Con mucha preocupación se expresa el abuelo sin dejar de ver la extraña marca. ─ Pero… ¿Qué es eso?
La segunda marca había aparecido en mi brazo y se había fusionado con la ya existente. En ese momento la primera marca se tornó de color rojo, me agite un poco por la sensación de dolor. Y como por arte de magia el dolor se fue, mi fiebre bajo, deje de sudar y mi respiración se fueron calmando. Cuando abrí mis ojos, tenía la mirada sorprendida y temerosa de los que me acompañaban.
─ ¿Te encuentras bien, Kalama? ─ trata de indagar mi tío Keahi.
─Si, ya estoy mejor. ─ respondo y poco a poco voy recostándome hasta sentarme en el sofá. Miro a los ojos a mi tío. ─ ¿Quién soy?, quiero saber toda la verdad, no más mentiras, no más historias.
Mi tío Keahi hace señas a mi padre y abuelo para que salgan del despacho y nos dejen a solas para conversar. Él va en búsqueda de una extraña casa. La coloca en la mesita que está justo frente a mí y toma asiento a mi lado.
─Todo, absolutamente todo lo que te he enseñado te ha preparado para este momento mi pequeña guerrera. ─ agacha un poco la mirada, pero prosigue. ─ tal vez cometimos el error en mentirte y ocultarte la verdad. Pero lo hicimos por el amor que te tenemos. ─ no puede evitar derramar algunas lágrimas.
─Estoy tratando de entenderlos, pero no los justifico. ─ contesto con cierto tono de molestia.
─Todo fue con una razón, prepararte para este momento, no era fácil contarte la verdad siendo una niña, tienes que entender eso.
─Buen punto, por lo menos no esperaron a que tuviera treinta años. Eso no se los hubiera perdonado nunca. Y en cierta parte, siempre supe que biológicamente no formaba parte de su familia. Y los he amado desde que tengo memoria por su entrega hacia mí. Gracias. ─ le doy un fuerte abrazo.
─Cada m*****o de la familia Makani te quiere, y eso no lo va a cambiar nunca. Esto…─señalando la caja─… lo encontré contigo en la nave. Cuando Arthur y mi hermana partieron para Florida, yo procedí a abrirla para revisar su contenido. Pero no pude abrirla, por más que lo intente durante todos estos años. ─ acercando a mí la caja.
Sorprendida me aproximo, en su mayoría es de color dorado con detalles en rojo, tiene muchas decoraciones, en su mayoría con símbolos que nunca había visto. Fijo mi mirada en las imágenes que se encuentran en los lados, que se parecen a un oso, un águila, un tiburón y un lobo. Cuando me acerco a la tapa hay un ave fénix y una extraña cerradura con un símbolo muy raro en forma de colgante.
─Vez el parecido. ─ Me interrumpe mi tío señalando mi brazo.
─Sí que extraño, ¿no? ─ sorprendida por lo que ambos estamos observando. Mis marcas son idénticas a las que están en la caja. De repente, siento un aire helado recorre toda mi espalda en ese instante. ─ No debería ser raro, total, la caja y yo provenimos del mismo lugar.
─Eso lo sé, pero igual no deja de sorprenderme. ─ responde muy preocupado. ─Échale un vistazo a esta que esta por este lado. Es igual a la que te acaba de aparecer.
─A ver. ─ Giro la caja en dirección hacia mí, y lo que veo es sorprendente. ─ Si son iguales y tienen la forma como de un lobo.
─Y no solo eso…─ dice señalando la tapa frontal. ─… esta que se encuentra al lado de la cerradura es idéntica a la que siempre has tenido. ─ se levanta, camina unos pasos y trae consigo un cuadro y me lo enseña. ─ No sé si es una coincidencia o una casualidad, pero siempre he creído que llegaste a esta familia por un motivo más grande. Tu primera marca es muy parecida al escudo de nuestro clan.
─Desde niña siempre he tenido sueños extraños…─ le comento y tomo de sus manos el cuadro─… en ellos un ave grande de color rojo intenso envuelto en llamas ha venido a mi encuentro. Cuando he tenido pesadillas, siempre me enseña la luz. ─ me levanto y camino un poco. ─ Todo tiene sentido ahora, pero mamá y papá solo decían que eran producto de mi imaginación.
─Lo decían para protegerte, porque te aman. No quieren perderte. ─ me hace señas para que me siente de nuevo a su lado. ─ temen que al desenmarañar todo el misterio que te rodea, te veas envuelta en un gran peligro.
─Lo entiendo, pero ¿y si ese es mi destino? ─ le interrogo sin saber a dónde llegara todo esto.
─Por eso mi padre tomo la decisión que ya era hora de que supieras toda la verdad. Y por lo que veo, no se ha equivocado. ─ dice señalando la segunda marca.
Procedo a intentar abrirla y a observar lo que contiene. Mi tío me enseña un extraño colgante. Es de un material muy raro, tiene forma de fuego con ondas de agua alrededor. Al tomarlo de sus manos, el colgante y mis marcas comenzaron a brillar; mis ojos se tornaron de color rojo, como si mi fuego interior se hubiera encendido. Ambos estábamos sorprendidos.
─ ¿Qué pasa conmigo? ─ Asustada, le pregunto. ─ Nada de esto es normal.
─Kalama, nunca antes en mi vida había visto nada igual. ─Trata de calmarme. ─Creo que lo mejor es que la abras, tal vez su contenido, responderá muchas de nuestras preguntas.
Asiento. Pero tengo mucho miedo, pero la adrenalina que estoy sintiendo en mi cuerpo en este momento sobrepasa cualquier emoción que sienta. Al colocar el colgante en la caja, esta comienza a brillar, giro y escucho un ruido de apertura. Levanto la tapa y lo que encuentro en su interior no es nada extraño, voy sacando poco a poco y agrupándolas en la mesa para poder observar bien. Lo primero que veo es como una especie de rocas o joyas, con forma y color de los 4 elementos. Una quinta llama mi atención, es idéntica al colgante. A un lado veo una carta marcada con huellas, al parecer es sangre, tiene un nombre inusual escrito, “para la Princesa Ignaelis”. Hay una fotografía, una pareja muy hermosa, un hombre rubio de ojos rojos y tez blanca; a su lado, una mujer blanca, de cabellos dorados, ojos azules y en estado de gestación. Finalmente veo una especie de traje de color rojo y dos coronas.
Un cumulo de emociones invaden mi cuerpo, siento como comienza a faltarme el aire y la sudoración en mi cuerpo es evidente. Rápidamente regreso cada una de las cosas a su sitio original. Me siento extraña, solo veo como los labios de mi tío se mueven, no logro escuchar palabra alguna. La adrenalina que ataca a mi cuerpo hace que salga de ahí, cruzo el pasillo, llego al patio central y me abro paso entre la gente. Llego al camino que atraviesa el bosque que separa la casa de la costa. Yo solo pienso en huir, en alejarme de todo. Corro con todas mis fuerzas, pese a que la distancia es bastante larga, en cuestión de segundos estoy en la playa. Soy más rápida y ágil que antes.
Asombrada, me giro a ver la distancia entre la playa y la casa. Una persona normal no hubiera podido hacer esa carrera en ese tiempo tan corto. Comienzo a llorar, mi vida se derrumba a pedazos frente a mí y yo sin poder hacer nada para evitarlo. El sentimiento de tristeza en mi interior es abrumador, es inevitable sentirme sola. Envió una mirada al océano, y veo el reflejo de la luna llena en él; en mi mente, solo pido con todas mis fuerzas que exista alguien que me pueda ayudar a responder cada una de las miles de preguntan que inundan mi ser en este momento.
De la nada, mi segunda marca se torna de color azul, por instinto miro la luna llena y comienzo a sentirme extraña. Un instinto surge desde mi interior, y el silencio de la tranquila noche es roto por un gran aullido. Fui yo, sin fuerzas me desplomo de rodillas en la arena.
─ ¿Quién eres?
─Ahh, ¿Quién dijo eso? ─ pregunto con miedo y asombro.
─ ¿Quién eres? Pregunta de nuevo la extraña voz.
Al poner atención en la tranquilidad del océano, una figura femenina se ha formado con el agua. Asombrada, me levanto y me dirijo hacia ella.
─ ¿Quién eres tú? ─ solo puedo devolverle la pregunta.
─Mi nombre es Kaori Chinami. ─ sonríe y se despide.
La imagen de la chica desaparece como apareció. Siento mi cuerpo pesado y agotado. Me falta el aire, todo se torna muy borroso. Y sin darme cuenta pierdo el conocimiento y me desplomo en la arena
Minutos antes, casa del clan Makani. Mi tío preocupado por mi repentina huida es interrogado por mis padres y mi abuelo. La preocupación en ellos es evidente. Quieren buscar una manera de ayudarme y de aliviar el dolor que siento en mi alma pero ninguno tiene la respuesta.
─Lo mejor que podemos hacer en este momento es darle algo de espacio. Se siente abrumada, son demasiadas cosas las que han sucedido en un lapso de tiempo tan corto. ─ dice Keahi tratando de reconfortar al grupo.
─Hermano, ¿no te dijo para dónde iba? ─ pregunta mi madre entre lágrimas.
─No, cuando comenzó a revisar la caja se puso extraña. Yo le hablaba pero ella no reaccionaba. Era como si no me escuchara. Y solo se levantó y se fue.
─Vamos a darle 2 horas. Keahi, si en ese tiempo no aparece, vas con la guardia a buscarla. ─ El gran Ekekiela le da la ordena a su hijo.
─Entendido, padre. ─ el joven asiente con una reverencia.
Todos proceden a dirigirse al patio central donde se lleva a cabo la celebración. Dos guardias le informan a Keahi que la joven Kalama tomo rumbo hacia el bosque. Cuando él se acerca logra escuchar el aullido y con gran desesperación emprende una veloz carrera con dirección a la playa seguido muy de cerca de los guardias. Pese a que los tres son formidables guerreros, les toma un tiempo considerable el alcanzar la costa. Al llegar, observan un cuerpo en la arena muy cerca del agua.
─ ¡Kalama, Kalama! ─ grita desesperadamente al ver el cuerpo de su sobrina en sus brazos. ─ reacciona pequeña, tú tienes un gran destino por delante.
Procede a revisarme, tengo pulso pero muy débil, pero lo que le preocupa es que no hay señales de que respiro. Rápidamente trata de auxiliarme practicándome respiración de boca a boca. Después de unos segundos expulso agua, comienzo a respirar lentamente, pero sin recobrar aun el conocimiento. Revisa mi cuerpo buscando alguna herida, pero no encuentra nada. Observa mi brazo derecho, y se percata de que en la segunda marca poco a poco se desvanece un brillo azul. Mi tío me toma en sus brazos y procede a llevarme de nuevo a casa.