Tercera parte.

923 Words
En la gran habitación solo se escuchaban los gemidos descontrolados de la rubia, que revelaban cuanto estaba disfrutando. Los gruñidos del atractivo hombre mientras embestía el cuerpo estilizado de la amante que disfrutaba debajo de él. Y el chapoteo de sus pieles sensibles y sudadas al chocar entre sí. La mujer podría jurar que se desvanecía por la tremenda follada que estaba recibiendo. El iris de sus ojos mieles casi desaparecía según volcaba sus ojos a más no poder. Movía sus caderas sintiendo como el m*****o del gran semental taladraba en su interior. Las embestidas eran tan fuertes y certeras que la cama se estrellaba contra la pared de la habitación. El hombre seguía y seguía embistiendo sin tener la más mínima intención de bajar la furia con la cual arremetía. Estaba enojado, excitado y frustrado. Con solo recordar a su bello ángel, volvía a ponerse duro como una piedra. Sabía que la amante que estaba debajo de él ya no soportaría otra sesión de sexo fuerte. Ya llevaba más de seis corridas alucinantes y perdía fuerzas. Mientras el hombre permanecía duro y solo se había corrido dos veces. Ya las lágrimas quemaban en los párpados de Amelia. Sentía que iba a desmayarse porque ya no soportaba más, estaba más que sensible. Y el hombre con nombre de demonio no tenía intenciones de parar. Su interior empezaba a temblar frenético anunciando la venida de un orgasmo extremamente fuerte. Ya no podía, ya no aguantaba, iba a morir. Sus gemidos eran ahogados en la almohada que mordía, sus manos agarrando las sábanas hasta arrugarlas, su pierna izquierda semi levantada para que las embestidas fueran más profundas y certeras. La mujer no pudo aguantar más, y en un potente grito se corrió.- ¡Dios!- gritó tanto que sintió como su garganta era desgarrada. Ésta vez si no pudo soportar las lágrimas en sus ojos y las dejó salir, junto con su orgasmo. Sin embargo, el hombre continúo penetrando a más no poder sintiendo como el interior de la rubia se apretaba alrededor de su m*****o viril. Él también se corrió empujando hasta los más hondo de su amante. Allyson se encontraba en el bar, sola. Ya no tenía a su querida amiga Charlie, que siempre la acompañaba en todas sus travesuras y deslices. Ya no estaba ahí, su nueva pareja abarcaba casi todo el tiempo de su amiga. Dejándola con solo migajas. Así que sola, en la barra del bar del tío de Charlie, Allyson bebía, sin ni siquiera sentir el alcohol que bajaba por su garganta. No sabía cuánto tiempo llevaba así. Lo único que sabía era que el hombre que le gustaba estaba enrollándose con una pelirroja, en el baño del club. Luego de habérsela follado días antes, y jurándole sentimientos para obtener lo que quería. Internamente se burló de sí misma, era un estúpida; ni siquiera podía contar a todos los hombres que le dijeron lo mismo y luego de obtener lo que querían se desaparecían. Y ni con eso, aprendía la lección. Ésta vez no iba a llorar, no iba a hacerlo. Ese imbécil no merecía ni sus lágrimas; negó apesadumbrada, en el fondo de su pecho sabía que si Alen se acercaba a ella de nuevo, sin duda correría hasta sus brazos. ¡Idiota! ¡Estúpida! ¡Zopenca! Se insultaba a sí misma. Ella era una gran mujer, se merecía a uno que en verdad la valorara, no a un patán bueno para nada. Era grandiosa, hermosa, rica ¿Quién no querría una mujer así? Todos la querrían. - ¡Otra!- exigió al barman que ocupaba el puesto que Alen acostumbraba. - No, Allyson. Ya basta- la regañó Mike- será mejor que te vayas. Ni siquiera te puedes sostener tú misma. Molesta negó, fulminó al pelinegro con sus grandes esferas azules, intimidándolo un poco.- Métete en tus asuntos, Mike- escupió furiosa. Haciendo que el barman buscara otra botella de San Vodka. Volteó su rostro hacia su lado, al sentir a alguien posicionarse en el asiento continuo. - Buenas noches- musitó el individuo. Ally observó un tanto hambrienta al hombre castaño claro que le habló. Miró sus labios proporcionados, su nariz perfilada y sus ojos grises azulados con pasión. El hombre se dio cuenta del escaneo que le estaba haciendo la rubia hermosa, que se veía un poco demacrada, con expresión molesta y los ojos empañados de tanta ebriedad, y ni siquiera así, dejaba de ser hermosa. Sonrío arrogante, él sabía claramente que era atractivo, estaba muy consciente de que lo era. - Buenas noches- dijo y volteó su rostro hacia el frente; tomando con fiereza un gran trago de su bebida. - Wow, wow. Tranquila ragazza. Tómatelo con calma, despacio.- Sugirió el sujeto, impresionado, viendo como la rubia bebía sin sentir su garganta. Ally abrió los ojos que no sabía que tenía cerrados, y volteó su vista hacia el hombre, al cual pudo distinguirle un leve acento italiano. Lo ignoró completamente, sirviéndose otro trago y bebiéndolo de golpe. Se puso de pie tambaleante, dejó un billete de cien dólares y miró al hombre.- ¿Quieres ir a mi departamento?- cuestionó pillando de sorpresa al italiano, provocando que se ahogara con el trago de Brandy que había tomado, éste asintió aún anonadado, observando bien a la rubia. Qué tenía un corto vestido n***o, ajustado en todas partes y unos tacones de muerte. Vio su larga cabellera ondulada, sus labios pintados de un rojo intacto y los pezones que perforan la fina tela de su vestido.- Entonces, sígueme.
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