Sofía tarareaba una canción que su hermana había inventado en una noche de tormenta cuando ambas eran niñas. En aquel entonces Sofía temía a los truenos, así que la simple lluvia le hacía temblar pensando que pronto comenzaría el cielo a tronar y relampaguear, pero Lucía, debajo de la misma manta, le cantaba una canción nada rítmica y de letra extraña que Sofía amaba sobre manera. Esa canción había sido su consuelo, así que estaba segura de que Lucía la había cantado o tarareado en más de una ocasión mientras su encierro había durado, así que no dudaba que el hombre en la cama la conociera un poco, pues entre sueños se retorcía mientras su falsa enfermera seguía tarareando. El tiempo pasaba lento y, aunque no lo veía sufrir, Sofía estaba complacida de que ese hombre no pudiera dañar a

