Era sábado por la noche, al día siguiente Sofía debía dejar el hospital, y no había podido acercarse a Santiago ni una sola vez en los tres días pasados. Lo había visto de lejos, de pie, aunque aún con cara de muerto, y sabía que insistentemente preguntaba por ella, pero las indicaciones estaban dadas, así que nadie respondía, aunque muchos cuchicheaban a sus espaldas. A Sofía no le importaba que hablaran de ella, nunca le había importado, le importaba mucho menos ahora que eran gente que no se encontraría de nuevo jamás, porque, una vez que la sacaran de ese lugar, ellos serían cosa del pasado, y ella volvería a ser alguien que nunca había pisado el sanatorio mental de San Patricio. Ese pensamiento, de que nadie la conocería fuera del sanatorio una vez que volviera a su identidad ori

