CAPÍTULO 7

1545 Words
—Para ser su primer trabajo quedó demasiado bien, así que felicitaré personalmente a las involucradas. Diego se regodeaba por los resultados obtenidos en tan solo un puño de meses, y con las involucradas se refería a Sofía y Daniela, que habían aprendido a hacer el trabajo tan bien que, para su segundo trabajo, su hermana se convirtió en la administradora de una obra. Sí, estaría apoyada por Noé, pero tanto el ingeniero como Diego habían visto su notable mejoría, así que le permitirían ver de primera mano el trabajo que desarrollaría después. Salomo y Amelia eran otros dos que recibirían reputación, aplausos y bonos, pues habían demostrado ser capaces de hacer el trabajo que les habían encomendado. Sofía estaba feliz, pues, al final, era ella quien más había ganado, incluso se había ganado el respeto y admiración de todos los que antes no la apoyaban, incluyendo a Daniela y a Noé. Todo iba viento en popa, era tan feliz en ese instante que decidió disfrutar de los logros de su esfuerzo antes de tirarse por la borda en que bailaba día con día. La culpa que sentía por vivir era terrible, la carcomía cada día, pero salía mucho más a la luz cuando era feliz. Odiaba ser feliz, odiaba vivir y, sobre todo, odiaba que la persona que ella más amaba no lo pudiera hacer mientras ella lo hacía. Por eso necesitaba encontrar a ese desconocido, pero el tiempo avanzaba y él seguía sin aparecer en su camino. Comenzaba a pensar que sus medios eran insuficientes, y se había planteado un par de veces pedir ayuda de alguien externo, pero le era difícil imaginándose a alguien ajeno esforzándose en una pelea que no era de él. A veces pensó que Diego, que decía amarla, le daría su total apoyo incluso en ese tema, pero no quería deberle demasiado, ni involucrarlo mucho más, cuando posiblemente ella terminaría mal y no podría devolverle nada. Además, ¿qué le iba a decir? ¿Cómo le explicaría todo lo que ni ella entendía bien? Estaba loca, lo sabía, ese era el único resultado posible tras todo ese dolor que sentía y que la agobiaba hasta el cansancio. No hubiera elegido el camino que eligió de estar cuerda, pero no había más, y entre más andaba, entre más se cansaba, entre más se odiaba por caminar una vida que otra persona ya no tenía, se detestaba aún más, y más se presionaba a alcanzar una meta que se impuso en un momento de coraje e ira. No había pensado que fuera tan difícil, ni tampoco que su propia vida se interpondría en la meta. Tal vez un bajo perfil la habría llevado más pronto a él, pero había decidido disfrutar el camino a su ruina, porque arruinada terminaría, estaba segura de ello. Sofía miró de nuevo su hermoso vestido de noche y suspiró dolida desde la cama donde se encontraba sentada, hundida en sus pensamientos. —Si sigues contemplando el vestido no estarás lista para cuando salgamos —La voz de Diego la sacó de la maraña de ideas pasadas y futuras en que estaba perdida—. ¿En qué piensas? —Estoy tan cansada que sigo debatiéndome entre ponerme el vestido o la sábana de tu cama —respondió la morena sonriendo con agotamiento. —Oh, vamos. No te puedes perder esta inauguración. Literalmente irás a que halaguen tu trabajo y aplaudan tu esfuerzo. —Eso suena a que será una noche larga y tediosa. ¿Por qué no mejor te metes debajo de la sábana conmigo? —Porque Alan es mi amigo, y porque esa fiesta estará llena de gente que adorará todo el trabajo que hicieron mis mejores elementos, y mi hermana, en nombre de mi compañía, así que debo asegurarme de que me contemplen para sus futuros proyectos; y tú irás a darles una buena vista que los deje con ganas de mirar más. Sofía suspiró. Sabía que ir era la mejor opción porque, aunque había perdido ya toda esperanza de encontrarse con ese desconocido que odiaba con toda el alma, aún había una posibilidad de que él asistiera. Se puso en pie y comenzó a arreglarse para lucir como la estrella de la noche, a pesar de que las estrellas debían ser su amante y el tipo que la hizo delirar de placer tres encuentros tiempo atrás. —Te ves increíblemente sexy —gruñó Diego al verla bajar las escaleras y llegar hasta el sitio en el que él había estado esperándola por casi veinte minutos. —Gracias —dijo la joven y aceptó la mano del hombre que la escoltaría esa noche. Ya en el lugar, con la primera persona que se encontraron fue con Daniela. No era común que los constructores asistieran, pero Daniela era casi dueña de DeCoMont, y Sofía era su atractivo visual, así que ambas fueron invitadas a pesar de que solo una de las dos pertenecía al círculo que se reunía esa noche. —Wow —espetó Daniela viendo a la acompañante de su hermano—, ¿tú viniste a celebrar o a comerte a todos? —Daniela —se quejó la mujer del vestido rojo y tan estratégicamente diseñado que dejaba mucho que ver del cuerpo de la mujer que lo vestía—, no digas eso enfrente de tu hermano, que no me va a soltar la mano para que haga mi cacería. La mencionada asintió y sonrió tiernamente al hombre que las acribillaba con los ojos a ambas. —Necesitas darme el nombre de tu diseñador —dijo la joven caminando al lado de una que casi consideraba su amiga—. Creo que viéndome así podría conseguir lo que sea. Sofía sonrió. Daniela se había acoplado bien a Amelia y a ella, incluso remataba sus malas bromas y se unía a ellas en las comidas de vez en cuando. Daniela tenía buen ojo para las personas, pero solo cuando las miraba de primera mano. Había odiado a Sofía porque Lorena había hablado pestes de ella, pero tenía curiosidad de ella porque su hermano la elogiaba bastante, así que llegó sin expectativas y se encontró con grandes y buenas sorpresas. En un enorme salón de fiestas, tan glamouroso como elegante, Diego Montesinos saludó a infinidad de personas y presentó a su acompañante como la diligente empleada que necesitaba que fuera, es por eso que nadie se sintió cohibido de acercarse a ella aun cuando el hombre que la escoltaba no estaba cerca. Y, uno que no dudó en acecharla fue Alan Carvajal, quien llegó a salvarla de un par de pesados que habían escuchado un poco de su reputación y apelaban por su favor. Sofía agradeció que el hombre que la salvaba apareciera, y le aceptó tanto la copa como la salida a uno de los balcones. Ese tipo de sitios estaban destinados a la intimidad, así que la joven pudo respirar a sabiendas que eran solo unos pocos los que osarían a interrumpirlos. —Te ves justo como tu reputación dice —dijo Alan tras soltar la mano de la mujer que había escoltado al balcón. —Creía que ese punto había quedado claro entre nosotros antes —masculló Sofía molesta, no con Alan, sino con la desbordante atención en que estaba envuelta. —Conmigo sí —aseguró Alan tomando de nuevo la mano de Sofía para besarla delicadamente—, con los que difunden rumores sobre ti no. La joven movió la cabeza en negativas. Había cometido tremendo error al permitir que la gente hablara de ella. Porque, aunque en un principio creyó que eso la movería entre más hombres, pronto se dio cuenta que no todos los hombres eran útiles para sus objetivos, y se asqueó de darse cuenta en la posición en que estaba y la manera en que todo el mundo la miraba. —Creo que debería cambiar de nombre y de país —sugirió Sofía desalentada. —Puedo ayudarte con eso si te estableces en un país que visito frecuentemente —ofreció Alan. —Entonces las cosas no serían tan diferentes a cómo son ahora, lo único que cambiaría sería mi benefactor, y no es lo que estoy buscando. —Entonces, ¿qué es lo que buscas, hermosa e intrigante dama? —¿Intrigante? —Sí, intrigante. No puedo imaginar tras lo que estás. No parece que busques fama, de ser así hubieras cuidado tu reputación, pues eres demasiado inteligente como para dejar escapar cositas que te hagan daño, así que imagino que deliberadamente permitiste los rumores para alcanzar algo inalcanzable. —No sabía que eras detective. —No lo soy, solo soy muy curioso y perspicaz, además, me pasa que de pronto me obsesiono con lo que no debo y termino con una historia digna de una telenovela en mi cabeza. Tú eres la protagonista de una novela sin final en mi cabeza, porque no he descubierto tu propósito aún, pero creo que si te sigo observando lo llegaré a descubrir. Sofía sonrió, ese hombre tenía razón, pero en el mundo había tantos deseos buscando hacerse realidad, que era imposible que ese hombre descubriera el suyo; e, incluso si llegara a sospechar que era por venganza, jamás daría con su razón de hacer lo que hacía.
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