CAPÍTULO 5

1717 Words
—Te ves cansada —observó Diego al entrar a la oficina de una chica que no había logrado ver en muchos días. —Estoy cansada —aceptó Sofía dejando de teclear en su computadora para darle su total atención a la belleza de hombre que se acercaba a su escritorio. Diego era guapísimo, y era muy adinerado y exitoso, así que era el perfecto prospecto a marido para cualquiera que no fuera ella, porque ella no podía detenerse en esa cómoda felicidad que el hombre de cabello oscuro y ojos claros le ofrecía cada que podía. Para su jefe ella era una adicta al trabajo, obsesionada con tener mayores éxitos profesionales antes de buscar realizarse como mujer, por eso le apoyaba tanto como podía, porque quería que ella alcanzara la cima cuanto antes y aceptara al fin ser su esposa. Y, aunque no pretendía obligarla a dejar el trabajo después, esperaba que tras casarse ella le diera prioridad a su familia. Pero Sofía tenía otra cosa en mente, algo que ocultaba de Diego porque necesitaba que él la mantuviera donde la tenía, tan cerca de su mundo que ella fuera capaz de encontrarse con el príncipe azul que buscaba no para ser feliz, sino para hacerle pagar por el más profundo dolor que guardaba en su vida. —¿Es demasiado? —preguntó Diego, refiriéndose a hacerse cargo de un proyecto por primera vez. —Estoy haciendo dos trabajos, el mío y el de Lorena, así que voy a suponer que mi apariencia por sí sola responde a tu pregunta. —Sí, me enteré de ese zafarrancho. No pensé que podrías explotar de esa manera, juraba que eras del tipo que aguantaba todo. —No me conoces, cariño. Soy tan vengativa como no te imaginas, pero no tengo energía para acabar con cada idiota que se cruce en mi camino, así que suelo fingir que no están hablando de mí. —Y, ¿puedo saber cuál fue la gota que derramó el vaso? Porque Lorena no actuó diferente a otras veces, ¿o sí? —No, ella sigue siendo la misma idiota, pero Noé es un hombre casado, y no necesito que su esposa me venga a despelucar porque una niña celosa, enamorada de mi amante, además, está de ardida conmigo. —Wow —espetó el hombre—, estás tan cansada que se te está saliendo lo corriente. Sofía miró mal al que la insultaba, pero era verdad que no tenía energías para mucho, así que se contendría de pelear con ese hombre que deseaba se fuera para poder continuar con lo que hacía. Un proyecto de semejante escala exigía mucho de todos los trabajadores, pero al inicio era solo de ella, que no solo debía preocuparse por contratar gente, sino de que no faltara ni un clavo para el comienzo y, aunque sabía que en el camino su trabajo se haría tan cotidiano que se sentiría ligero en algún punto, no podía relajarse cuando el inicio era lo peor para cualquier líder y administrador de obras. » No lo dije con mala intención —aseguró Diego intentando que la mujer que le encantaba dejara de acribillarle con la mirada. —¿Entonces cómo debería tomarme el que sugieras que soy una corriente ocultándose detrás de las cosas caras que me regalas? —Oye, ¿no estás exagerando y descontextualizando mi comentario? Solo dije que... —Diego, no quiero escucharte. De verdad tengo mucho trabajo, así que solo vete y no regreses hasta que me consigas una nueva administradora que me aligere el trabajo. Diego Montesinos respiró profundo y se puso de pie para caminar hasta la joven que volvía las manos al teclado y la vista a la pantalla, ignorándole por completo, para besar su cabeza en un intento de disculpa. Sofía movió la cabeza en negativas al ver al hombre retirarse. Sería porque había respirado un poco y sus ojos habían descansado de la luz del monitor, pero se sintió un poco renovada y pudo terminar sin tanto dolor de cabeza su trabajo. Justo terminaba de apagarse su computadora cuando Amelia abrió la puerta para informar que se iba, ella le pidió que la esperara un par de minutos, en lo que entraba al baño, y la llevaría a su casa. La mujer asintió, odiaba conducir a pesar de saberlo hacer, y era mejor que su amiga la llevara a casa a irse en la camioneta que trasladaba secretarias al edificio y desde el edificio, eso eran muchas vueltas y tiempo perdido. Un rato después Diego vio salir a Sofía junto a su compañera de trabajo, así que entendió que la otra no quería compañía ese día tampoco. Era martes ya y, a pesar de haber regresado el lunes, ella no había asomado de la oficina y había salido el día anterior con Amelia también, así que no le había dado oportunidad de aproximarse y acompañarla. Entendía que estuviera agotada, el trabajo de un administrador de obra era demasiado, pero toda la responsabilidad recaía en el encargado de la obra porque los administradores no hacían más que acatar ordenes y, aunque Sofía estaba ya en el punto de no necesitar que le dijeran qué hacer, hacer las elecciones y tomar las decisiones que antes no había tomado, además de estar cargando con la responsabilidad de toda la obra y lo que en ella ocurriera, ya era mucho como para también estar haciendo lo que alguno de sus auxiliares deberían hacer. Así que, para el miércoles en la mañana, tenía tremenda sorpresa para su querida Sofía. —Buenos días —saludó Sofía entrando a su oficina sin mirar el primer escritorio, uno que había estado vacío por algunos días, pero lo miró cuando su amiga en el último escritorio, el que estaba pegado a su puerta, le indicó en una seña que debía voltear. —Buenos días —respondió una joven menuda, de cabello oscuro, ojos claros y de apariencia más que impecable. —¿Daniela? —El asombro en la mujer que cuestionaba era evidente, sobre todo por la enorme sonrisa que la chica le daba—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Mi hermano dijo que puedo ser tu mano derecha en el proyecto de Inolav, así que aquí estoy para ayudarte. Con ganas de tirarse de los pelos, Sofía sonrió con desgano bien ocultado. Era cierto que le había pedido a Diego que le enviara a alguien para que le ayudara, pero no necesitaba una mano derecha, necesitaba alguien que tuviera la mínima idea de lo que debía hacer, y eso era obedecerla sin rechistar. —¿Diego te dijo qué ibas a hacer en el trabajo? —preguntó la morena casi segura de que el otro no había explicado nada, porque Daniela no empezaría de cero ni loca, y a eso iba precisamente. —Él dijo que sería tu mano derecha en el proyecto de Inolav. Sofía suspiró. —Bien, no peleemos hasta que dejemos todo claro —dijo sacando de onda a la joven recién egresada de Ingeniería civil—. Ven a mi oficina, te explicaré todo lo que necesito que hagas, y entre todas te ayudaremos cuando tengas dudas, pero antes que nada necesitas saber que no vienes a mandar ni a lucirte. —Sí, ya sé —dijo una joven entusiasta, pero demasiado caprichosa, según recordaba la jefa de ese departamento—, hay que empezar desde cero. Diego dijo que necesito aprender muchas cosas, y que aprender de la mejor me haría mucho bien, luego me mandó contigo. —Creo que estoy lejos de ser la mejor —dijo Sofía caminando al fin a su oficina—, pero de que necesito ayuda la necesito, así que esforcémonos juntas. Las dos entraron a la oficina y hablaron por cerca de una hora, hora en que Daniela había salido en un par de ocasiones, primero para tomar su agenda y bolígrafo, y después por su computadora y su teléfono. También se había asomado una vez para pedir a Amelia que entrara, y así lo hizo la mayor de esa oficina, quien tuvo que cambiar una de sus tareas con la joven, pues se requería mucha precisión en las nóminas, así que no se las dejaría a una novata, a cambio, la recién llegada se haría cargo de las compras, labor que Sofía seguiría muy de cerca. » Si no entiendes alguna palabra pide que te la deletreemos, y por favor confirma la información dos veces antes de hacer nada. Cambiar alguna letra o número nos daría un montón de problemas y no es lo que necesitamos —advirtió Sofía. » Por ahora trabajarás en mi oficina, porque me pone nerviosa que seas nueva en lo que haces, así que te supervisaré de primera mano. De verdad, Daniela, pregunta todo dos veces sin contenerte. —Entendí —aseguró la joven—, no soy tonta. —Yo no creo que seas tonta —aseguró Sofía—, solo digo que eres inexperta, y yo también soy nueva en lo que estoy haciendo, así que ayudémonos a que nada salga mal. —Okis. La respuesta de Daniela le dio escalofríos a Sofía, por eso tomó su teléfono para enviar una amenaza de muerte para su querido amante. ** —Te vez más cansada hoy que ayer —dijo Diego entrando de nuevo a la oficina de Sofía—. Pensé que con un poco de ayuda todo iba a mejorar. —¿Un poco de ayuda? Me mandaste más trabajo. Daniela no tiene idea de nada, así que ahora mi trabajo es triple, además, ¿tienes idea lo nerviosa que me pone que les diga a los proveedores “Holi, soy Daniela Montesinos de DeCoMont”? Me está matando. Diego sonrió, la cara de estrés de la chica detrás del escritorio era tan notoria que le causaba gracia. Pero estaba seguro de que se acostumbraría, porque Daniela aprendía rápido y porque confiaba en que Sofía sabría mantenerle el entusiasmo. —¿Quieres ir a mi casa? —preguntó Diego y, tal como lo esperaba, recibió una negativa de parte de Sofía. Pero no por ello se rindió—. Te daré un masaje —ofreció y la otra aceptó, necesitaba ese masaje con desesperación. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD