“Tengo trabajo, ¿estarás bien sola?” leyó Sofía en su celular y sonrió ante la reconfortante preocupación del hombre que le había hecho buena compañía en los días pasados. “Estaré bien, gracias por todo” respondió y, cargando algunas bolsas con sus adquisiciones resientes, sonrió guardando su celular y mirando al frente, de nuevo, entonces su sonrisa desapareció en el doloroso foso que se abrió en su estómago cuando vio a Alan Carvajal sentado en el frente de su coche en el estacionamiento externo del edificio donde ella vivía. —Hola —saludó el joven con una sonrisa apagada y levantando una mano—. No sabía cuál era tu piso, así que decidí esperar a que salieras a la tienda o regresaras a tu casa. —Hola —respondió la chica casi sin aire, enfrentarse a ese hombre era algo que definitiv

