Capítulo 1: BGE

2039 Words
«Un día puedes encontrarte en el borde de un edificio y al siguiente al borde de la locura» Corría con rapidez por las calles de Nueva York, sonreía con picardía bajo la máscara.La sonrisa comenzó a convertirse en una ruidosa carcajada a medida que los callejones desaparecían, uno tras otro. Me recoloqué la capucha, temiendo que por mi risa floja acabara revelando mi identidad.  Di una rápida mirada tras de mí, pude entrever una pequeña masa de capuchas y máscaras que parecían volar la oscuridad de la noche, casi haciendo compañía a las estrellas. —¡BGE! —grité de pronto entre risas al ver cómo mi propia banda me rodeaba, sus voces resonaron por las tenebrosas y oscuras calles de mi amada ciudad. —¡BIG GRAFFITI EVER! —respondieron ellos de la misma forma con los puños al aire, sentía sus pasos repiquetear tras de mí. —¡Izquierda! —indiqué mientras giraba a dicha dirección, sabiendo que mis fieles perritos, quiero decir amigos, me seguirían sin rechistar. —¡Derecha, Izquierda! —La distorsionada voz, por la máscara, de Alexis se escuchó por toda la calle, alertando a los vecinos quienes sacaban la cabeza por las ventanas. —¡La banda del graffiti! —exclamó alguno de los asustados vecinos. De pronto, como si de un dominó se tratara, las persianas y ventanas fueron cerradas consecutivamente. Al escuchar el gran ruido que dicho acto había provocado decidí apretar la marcha.  Tampoco comprendía su exageración, éramos graffiteros no asesinos seriales. —¡La marca, rápido! —ordené firmemente, mientras me dirigía a una pared cualquiera. Saqué un spray del bolsillo derecho de mi chaqueta en un movimiento fluido. Lo cogí con fuerza, tracé con habilidad el contorno de la calavera. La pared fue tomando el color verdoso que yo deseaba. Tras de mí apareció Tyler, lo reconocí gracias a que su máscara estaba personalizada, al igual que la de todos. Así nosotros nos reconocemos pero los demás no. Él me empujó suavemente colocándose a mi lado, se puso de rodillas. Él llevaba el spray en mano, comenzó a rellenar la calavera. El color blanquecino ganó con creces mucho más espacio que suave verde que lo rodeaba. Dejó algunos puntos estratégicos para que fueran pintarrajeados de n***o. Así pues llegó Alexis, el cual se dedicó a rellenar dichos puntos. Mientras, los demás, se dedicaban, en cuerpo y alma, a trazar con perfección y fluidez el bote de spray que sobresalía de un ojo de la calavera y la atravesaba por completo dejando el culo del spray en la boca del graffiti. Mientras trazábamos nuestra obra de arte personal unas sirenas consumieron el vago silencio que segundos atrás flotaba por el lugar. Unos colores rojizos y azules atravesaron el n***o tiñéndolo de luz y color. —¡Chivatos! ¡La pasma se acerca! —la exclamación de creo que era Lucía alertó a toda mi banda. A pesar de la emoción una gran necesidad de descubrir quién habló me hizo girar la cabeza lo máximo posible. Una máscara negra con grandes trazos azules atravesándola y una L en medio de la frente me confirmó quién era, ya respirando más tranquila comencé a hacer mi cerebro funcionar. La adrenalina consumió mi organismo con rapidez, no había mejor ejercicio que escapar de unos agentes de la ley. Asentí pensativa para finalmente escoger la opción más lógica. —¡A correr! No hizo falta que nadie lo repitiera dos veces. Lía se estaba tomando mi orden muy a pecho pues ya nos había adelantado. —¡Se acercan demasiado rápido, bombas de humo! ¡Ya! —ordenó la distorsionada aunque entendible voz de Michael. Saqué del bolsillo izquierdo mi bomba de humo. La lancé por donde se podían entrever las luces de la policía, mientras los demás seguían la ingeniosa orden del mulato. Una gran estela de humo de colores se elevó ante los coches, varios ruidos de frenazos improvisados, seguidos de insultos y reclamos fueron la banda sonora de nuestro escape. Comenzamos a correr saliendo de la explosión de color que nos rodeaba. Mientras corríamos vi un leve flash a lo lejos, alguien había hecho una foto. Sin pensarlo demasiado saqué mi dedo, al parecer otros de mi grupo también lo habían notado pues copiaron mi gesto casi a la par. Nuestras piernas no pararon, nos bifurcamos mil veces hasta perdernos en la hermosa ciudad. Y, al fin, a lo lejos se podía ver la fábrica, el color grisáceo de las paredes seguido de la mala hierba que la rodeaba daba la perfecta sensación de abandono que necesitábamos. A pesar de su raído aspecto la fábrica era un lugar impresionante, gracias a nuestras constantes reformas, el lugar es hoy en día uno de los favoritos para adolescentes fuera de la ley. —¡Llave! —reclamé entre el bullicio que la carrera había creado, Yeims me pasó una llave colorida que habíamos graffiteado con las iniciales de todos los miembros del grupo. Abrí la puerta un tanto emocionada, todos entramos como una gran estampida de rinocerontes. Las voces no se hicieron esperar, todos comenzaron a hablar sobre el golpe que hoy habíamos dado y el dinero que habíamos conseguido cuando robamos a algunos turistas despistados. Ese dinero serviría para alimentarnos. Empezamos a celebrar nuestro gran ataque en masa por todo lo alto. El dinero fue llevado por Michael a la caja fuerte. —¡Hey, Eve! ¡Peña, mirad esto! ¡Salimos por la tele! -—Un muy emocionado Jey entró casi tropezándose a la sala. Me reí de su caída negando con la cabeza, ofrecí mi mano para ayudarle a levantarse y él lo aceptó muy gustoso. Todos nos acercarnos de manera no muy civilizada a la sala de estar. Me lancé al centro del gran sofá y mis amigos comenzaron a sentarse de igual manera, haciendo que pareciéramos más sardinas enlatadas que personas en sí. Algunos se recostaron tras nuestra y otros se sentaron en el suelo para ver mejor la gran televisión. La telenoticia comenzó con un breve repaso de lo que iban a contar, cuando sacaron una foto de nuestra marca todos saltamos con gritos casi animales. Chocamos los cinco mientras las palomitas que algunos habían preparado saltaban por los aires. La noticiera, Keylie Lips, empezó a narrar los hechos con una foto, muy favorecida, de la banda saliendo a trompicones de la estela de humo que hace una media hora habíamos dejado atrás. Nuestras coloridas máscaras resaltaban entre la oscuridad de la noche en conjunto de las capuchas negras que portábamos. La imagen parecía casi ensayada, me impresionó para bien el ver cómo todos salíamos favorecidos aunque nuestros rostros, por obvias razones, no se veían. Los gritos de celebración no se hicieron esperar, más palomitas atravesaron la sala volando, el ruido de refresco recién abierto y los "pop" de bebidas alcohólicas siendo profanadas resonaron por toda la sala. Sonreí con alegría al ver cómo todos disfrutaban de la pequeña fiesta improvisada. La noticiera seguía hablando sobre nosotros así que mandé a todos a callar, cuando hubo un mínimo de silencio seguimos escuchando lo que estaban por contar. Explicaron varias cosas y pasaron diversas fotos de cámaras de seguridad en donde nos grababan robando con mucho estilo, debo añadir. Al acabar el reportaje fuimos corriendo al Gran Salón, como bautizamos a una gran sala decorada como una discoteca. Ésta era enorme, tenía en el centro una gran pista de baile y en una esquina una mesa de DJ. Nos había costado meses construirlo sin que la policía se diera cuenta. Por suerte el dinero de diversos actos ilegales funcionaba muy bien para estos casos. —¡Fiesta! —exclamó alguno de los presentes rompiendo mi divagación de golpe. Sonreí de lado divertida. Cuando todos empezábamos a preparar la locura de celebración que teníamos en mente una de nuestras chicas recién integradas llegó entre bufidos y quejidos. No pude evitar pensar que hoy mucha gente se estaba apuntando a hacer ejercicio. —¡Intrusos pintando paredes! ¡En nuestro territorio! Ante esa horrible revelación todos soltamos unas exclamaciones indignados y, al instante, comenzaron a hablar atropelladamente. Alcé una mano y cerré el puño con fuerza mientras gritaba con firmeza un seco; alto. Todos obedecieron mi mandato. —A las máscaras, coged los sprays. Tenemos que marcar nuestro territorio. —Dicho eso, de forma muy teatral, me coloqué la máscara y subí la capucha pausadamente saboreando el dramático momento. Todos siguieron mi indicación, algunos a regañadientes. Repasé a los presentes, todos los del frente tenían una decidida mirada en sus semblantes. Mis ojos recayeron en la novata. —Guíanos —ordené con sequedad a través de la máscara. Ella asintió rápidamente y comenzó a correr con nerviosismo, le seguimos por varias calles que de alguna manera habíamos descuidado. No aflojamos el ritmo hasta llegar a otra calle en donde se veía nuestra marca algo desgastada en varios puntos. Justo en el centro de esa calle se encontraban un montón de chicos con unas mascaras de colores. Apreté los puños, indignada. ¿Quiénes se creían para venir a invadir mi territorio? Además llevaban una copia barata de nuestras mascaras, traté de no reírme para no parecer histérica. —¡Vosotros! —reclamé en un potente grito. Los desconocidos enmascarados giraron la cabeza muy lentamente, y nos observaron un momento en un tétrico silencio. Una voz distorsionada, de quien debía ser el líder, se escuchó entre bambalinas. —¿Y quiénes sois vosotros? Fruncí el ceño de mal humor, nuestras máscaras, nuestra forma de actuar. ¡Nuestra marca! ¡¿Cómo se atrevía a hacer que nos desconocía?! ¡La banda graffitera más famosa de Nueva York ni más ni menos! —¡Háblame a la cara y sal de tu escondite intento de grafitero! —insulté de mala manera dando un paso al frente, de entre el gentío salió una figura masculina con spray en mano, lentamente se quitó la máscara sonriendo divertido. Unos atractivos ojos mieles, un desordenado cabello castaño y una sonrisa hipócrita me recibió en toda su plenitud. > pensé casi al instante, entrecerré los ojos con furia. —Hola, lo sé, soy hermoso. No te sorprendas. —Me guiñó un ojo coqueto, hice una mueca despectiva que él no pudo ver gracias a la máscara que cubría mi rostro en su totalidad. Traté de contenerme y no me lancé a su cuello para estrangularlo. —¿Ahora, responderás a mi pregunta? —preguntó regodeándose ante mí. Mi pensamiento anterior iba tomando más fuerza a cada segundo que pasaba observando ese horrible, aunque atractivo, ser humano. —Este es nuestro territorio, os tenéis que ir —demandé con firmeza, di otro paso al frente para dar veracidad a mis palabras con actos. —Quítate la máscara y mírame a la cara —reclamó sin hacer ningún movimiento. Normalmente no hubiera hecho caso a los caprichos de un creído, pero él había aceptado una de mis exigencias. Le devolví el favor con orgullo y sin bajar la cabeza, y me quité la máscara temblando de rabia. Mi cabello cayó en suaves ondas sobre mi hombro, sonreí con egocentrismo al ver un brillo travieso en sus acaramelados ojos. Me hubiera gustado decirle que se cogiera una foto, que duraría más, al ver como me observaba pero no lo hice. Todavía desconozco el porqué. —Muy bien guapa. Solo quiero decir que... Ahora es nuestro territorio. —Su sonrisa se agrandaba a cada palabra que pronunciaba mientras su banda le apoyaba con palabras vacías y sonrisas de aprobación. Me sorprendí ante su estúpida declaración, alcé una ceja con sarcasmo y sonreí de lado. Ese idiota era más idiota de lo que pensé. —¿Me estas retando? —cuestioné dando dos pasos más, el spray parecía estar apunto de explotar teniendo en cuenta lo fuerte que lo estaba cogiendo. —¿Eso crees, preciosa? —respondió con otra pregunta, dando él también dos pasos al frente, quedamos muy cerca el uno de otro. El enfado creció de golpe al darme cuenta de que él era más alto que yo. —Te metes con la chica equivocada, precioso —Me burlé sonriendo con sorna, sabía con creces que eso no le agradaría en lo más mínimo. Su sonrisa arrogante fue remplazada casi mágicamente por una mueca de odio y una pose defensiva. Apretó la mandíbula, sus masculinas facciones se hicieron más notables. Quise reírme, no me podía creer lo creído que era el tipo. Cada uno de sus actos demostraba un notable sentido de superioridad, las ganas de aplastarlo crecían a cada segundo. —Ya veremos... —masculló demasiado cerca de mi rostro. —Ya veremos —secundé con furia acercándome aún más a él, me giré con decisión observando a todo mi grupo—. ¡BGE! ¡Retirada!—Ellos asintieron y se dieron la vuelta comenzando a correr, alejándose del lugar. Yo anduve unos pasos de espalda observando burlonamente a aquel chico que seguía parado sin hacer amago de querer irse. Me di la vuelta para seguir a mi banda, no sin antes gritarle por última vez: —¡Esto no ha acabado, Precioso!
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