Capítulo 2: Eve

1741 Words
Furiosa. La mejor palabra para definir la sensación que se había colado sin permiso en mi sistema, su sonrisa prepotente, sus aires de grandeza mientras invadía el territorio que nos había costado tanto conseguir... Removía cada célula de mi cuerpo y llenaba mi sangre de odio.  —¡Maldito imbécil!  Mi grito resonó en toda la estancia principal de la fábrica. Me senté en el sofá con fuerza, crucé las piernas y gruñí en voz baja. El fuego del desprecio ardía en mi interior, sentía unas ganas infinitas de volver al lugar con un arma y asesinar a aquel cabrón que se hacía llamar así mismo hombre. —Venga Eve, no seas así. —Alexis se sentó a mi lado mientras Michael sacó la cabeza por encima del sofá. El último me da una sonrisa apagada como si entendiera lo que sentía, cosa improbable porque el más tranquilo con la situación sin duda era él.  Siempre me había fascinado su forma de controlar la situación pero yo no estaba de humor. —Mañana de madrugada iremos en busca de ese imbécil y le haremos saber lo que es bueno... Nadie se mete con la BGE —murmuré a los presentes, muchos de la banda me comenzaron a apoyar.  —¡Eso no se hace! —El grito del mulato me desestabilizó por completo provocando que me cayera del sofá. Escurridiñé mi alrededor y vi que, como salidos de la nada, los treinta y tres componentes de la banda rodeaban la escena al completo. Hice una mueca a los observadores, triste por cómo mi hermoso cuerpo había sido profanado por la gravedad. —Michael... ¿Desde cuando te niegas a un plan de venganza? —entrecerré los ojos con sospecha, su actitud no me parecía normal en lo más mínimo. —Eh, eh, eh... Tranquila patata frita. —Michael se me acercó con esa sonrisa que parecía apaciguar todo el mal humor que residiera en ti. Me puso una mano en el hombro pero yo solo podía pensar en lo que había dicho. —¿Patata frita? —pregunté divertida, moviéndome un poco rompiendo el contacto mano-hombro que había establecido. —Tenía que decir algo que llamara tu atención- se encogió de hombros con una pequeña sonrisa asomando entre sus rellenos labios—. Y mira... ¡Funcionó! Me quedé un momento sopesando lo ocurrido. después analizaría mejor su comportamiento, mientras fingiría qué había olvidado ese tema. —Lo que tú digas —rodé los ojos con falsedad—. Lo importante es pensar un plan de asesinato para los invasores del graffiti —Por Dios Eve, ya hablaremos de eso luego. ¡La novata nos ha interrumpido la fiesta! —Un sonido de disconformidad salió de la boca de la mencionada. —Me llamo Caren —se quejó. —Hasta nuevo aviso serás Novata. —Terció Alexis sin siquiera mirarla, él era muy amable con los conocidos pero demasiado duro con los nuevos. Él solía decir que si no fortalecías a los nuevos huérfanos acabarían en un centro de acogida más rápido de lo que canta un gallo. —No seas tan malo,—dijo una de las chicas, llamada Ellie, sonriendo a la novata, le cogió de los hombros y sonríe a Caren quien tenía el ceño fruncido —al principio todos somos novatos... Menos Eve, Michael, Alexis y Tyler, ellos son los jefes y fundadores de este maravilloso lugar. Pero ten cuidado con Eve, no le insultes, no le grites ni le digas nada ofensivo...—Mira a los lados y al verme sonríe de lado en mi mente ya puedo presuponer que lo que va a decir no es bueno para mí—está loca, necesita un manicomio pero no pueden costearse tantos tratamien... No le dejé acabar la frase, le empujé de forma juguetona con la suficiente fuerza para que se cayera pero no para hacerle daño.  —Vaya, que bajo has caído—dije con una sonrisa hipócrita mientras me agacho a su altura. —Ja. Ja. Qué risa amiga... —murmura sarcástica poniendo la mano al cielo para que le ayudemos, la novata y una chica llamada Melany le ayudan a levantarse. —Como decía, loca. —Sentenció con una mueca de disgusto mientras se iba a la sala discoteca. —¡Y tú guarra! —bromeé en el último momento, ella me sacó el dedo del medio y empecé a reírme de la forma que solo yo sabía hacer, con una cara que parecía que estuviera a punto de cagar. —No entiendo a las chicas... —Escuché murmurar a alguien —nunca se sabe si pelean de verdad o solo están de broma. —Según la chica —sonreí al aire, Tyler me devuelve el gesto rodando los ojos. Se me acerca y me abraza por los hombros. Su cabellera teñida de un azul eléctrico me tapa un ojo. —Eres muy rarito, Teñido. Entonces Alexis cambió de tema, mandando a todo el mundo a preparar a la fiesta. Nos hizo un gesto a los que Ellie había mencionado. No dudamos en seguirle. Llegamos a uno de los pasillos rojos, en donde los chicos solían ir a hacer sus cosas... Si es que me entendéis con eso. Llegamos a una puerta negra escondida al final del mismo pasillo, Michael la abrió. Entramos todos. —¿Qué pasa Alex? —pregunté acortando su nombre como de normal solía hacer. —Tienes que olvidarte del chico ese —explicó tranquilo Michael. —¿Por qué? —pregunté con todo el derecho, con una buena excusa no me parecía una petición tan complicada. —Lo conocemos —confesó Tyler. Cerré los ojos y conté hasta cinco para no lanzarme al cuello de los tres chicos. —¿Y por qué yo no lo conozco? —cuestioné mordaz. Los chicos se quedaron en silencio, se observaron entre ellos y finalmente Alexis volvió a tomar la palabra. —No lo puedes saber —aseveró. —Entonces yo no puedo hacer lo pedido. No esperé una respuesta, me fui con la máxima dignidad que pude dejando atrás a mis supuestos compañeros. Sabía que yo era la menor, que siempre me habían sobreprotegido pero eso no me hacía sentir nada mejor. Me ocultaban muchas cosas, ya lo sabía, pero normalmente me daban razones y yo las aceptaba. Yo no cuestionaba su autoridad, como ellos no cuestionan la mía en su momento. Pero me sentía traicionada, ¿por qué no eran capaces de decirme lo que pasaba? ¿Qué es lo que pasaba? Todas las preguntas revoloteaban por mi cabeza mientras me dirigía hacia la fiesta preparada por los otros miembros. Una vez allí pue ver como en la sala que habíamos bautizado como discoteca había varias chicas y chicos que recién habían colocado la comida. Las luces led iluminaban el lugar. —¡Poned la música a todo volumen! ¡Llamaremos la atención de todos los adolescentes a tres kilómetros a la redonda! —gritó Ellie entrando detrás de mí. —Estúpida, mi oído, idiota —dije sobándome la oreja con fuerza.  —Sorry, not sorry Eve... —murmura ella en mi oído con maldad. —Os quejáis de mi locura y luego me venís con frases como esas —le respondo con un falso enfado mientras decidí alejarme de la discusión, lo más probable es que con mi humor no acabara bien. —Todos estamos locos pero nadie te supera a ti, Eve —La voz de la guarr... de Ellie resuena en mis hermosos oídos. Me giré de golpe encarándola. —Decid lo que queráis sabéis que no es verdad... —murmuré con mi típica sonrisa ladina de superioridad. —Ash, eres adorable. —Tyler apareció de la nada y agarró mis mejillas, comienza jugar con ellas haciéndome hacer distintas caras raras. —¡Déjame en paz Tyler! —Le di un bofetada, Tyler se quejó un poco—. No estoy de humor —murmuré en voz baja para luego decir para todos lo que todos esperaban que dijera—. No seas un cagado —me burlé. Nada más decir eso la música comenzó a resonar, como si la hubiera activado con una palabra mágica. Sonreí a Milo, nuestro DJ personal y un apreciado m*****o. Pinchó como solo él sabía hacer: de la manera más espectacular posible. Me acerqué al adolescente y le di una palmada de apoyo en la espalda, pareció que eso animó a todos a comenzar a divertirse. El alcohol desaparecía de las mesas.  Dos horas después había mucha más gente desconocida que conocida, todos bailaban con todos. Los borrachos ocupaban la pista con sus dispares pasos. Por suerte yo no era uno de esos sujetos, beber de esa forma no era lo mío. Tal vez había probado algún chupito en mi vida pero no mucho más, pues sentía que traicionaba a mi verdadero amor: la fanta. Si ella supiera que la he engañado alguna vez con otra bebida no me volvería a hablar, nuestra relación es demasiado estrecha para perderla por esa tontería. Mis infidelidades ya me las había perdonado, no podía volver a sentir que la perdía. Por suerte no la engañé con cocacola, sino allí seguro me dejaba de hablar. Negué con la cabeza observando mi lata, me reí en voz baja. era increíble como deliraba y me inventaba ese tipo de cosas. Otras de las razones para no emborracharme, ¿si ya pienso así ahora que pasaría si fuera alcohol y no una inofensiva gaseosa? No quiero ni imaginármelo.  En ningún momento había dejado de vigilar la puerta, y cuando unas cinco personas llegaron nuevas, escupí la fanta sobre un desconocido quién intentó quejarse, indignado. Pero yo le abandoné mientras insultaba al aire, pues mi mirada estaba fija en el recién llegado. El chico me sonrió lascivo, su mirada me recorrió de arriba abajo en un claro acto de coqueteo. Ignoré su desfachatez al dedicarme tal acto y me acerqué hacia él, con unas ganas tremendas de golpearle pero sin poder olvidar lo que mis supuestos compañeros me habían dicho. ¿Pero venir a nuestra fiesta? Era pasarse una línea que no debería ni haber pisado. —¿Qué haces aquí? —ladré con ímpetu.  —Yo también me alegro de verte lobita.  Me reí de su intento de mote. —¿Lobita? ¿Es lo mejor que tienes... —me relamí los labios con descaro—Precioso?  —Sí. Su forma tan simple de decirlo me hizo sonreír, pero lo tapé con una mordaz frase: —Vete de aquí, este no es tu territorio.  —¡Si hasta gruñes como loba!  No estaba de buen humor, en lo más mínimo, y su presencia tan solo inundaba el vaso de mi paciencia. Mi impulsividad habló por mí. Mi puño se levantó de golpe, lo vi todo a cámara lenta. Su sonrisa creída desaparecer en menos un segundo. La confusión atravesar su mirada. Mis nudillos estamparse en su rostro en uno de los golpes de los cuales me siento más orgullosa. Al notar la sangre caliente ajena escurrir por mi dedos una sensación de tranquilidad me inundó por completo. Pero entonces su helada mirada se clavó en la mía, se la devolví con desafío. Esperando a ver que hacía, entonces se acercó muchísimo a mí. Con su rostro desencajado de la sorpresa y la sangre escurriéndose. No retrocedí, quería ver que hacía. Y cuando, involuntariamente, mi mirada bajó a sus labios tan solo pude pensar: Mátame camión   
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