Capítlo 5

1451 Words
Punto de vista de Esteban: Esta mujer me está poniendo de los nervios, aunque no la conozco desde hace cinco horas. Después de sacarla de mi habitación, comencé a caminar de un lado a otro. Ella me enoja. Mi ira no disminuye, y con ese exceso de rabia rompo un espejo en el suelo. Decido darme una ducha fría y luego me acuesto en la cama. En momentos como este, me digo a mí mismo que el alcohol podría haber sido una buena manera de escapar de mis problemas. Pero no bebo. No tengo tiempo para resacas. Dejo de pensar en todo esto y decido irme a dormir, sin preocuparme de dónde está “mi mujer”. No tengo nada que hacer. *** Ya son las ocho de la mañana. Me levanto y voy a bañarme. Me dirijo a mi vestier, me visto, peino mi cabello, termino de prepararme y luego salgo. Pero sin evitar notar a la chica que hace de mi esposa, ahí tirada en el suelo. Lamentable. Tengo ganas de sacudirla y tirarla por la ventana, pero me calmo bastante rápido. En su lugar, opto por otra opción. Camino hacia un jarrón colocado sobre un mueble en el pasillo antes de agarrarlo. Espléndido. Una vez hecho esto, vuelvo frente a ella y derramo el contenido del jarrón sobre su cabeza. Disfruto la vista cuando ella se despierta de un sobresalto, tratando de respirar como si la hubiera ahogado y no solo mojado. Qué drama. Ella es exactamente el tipo de mujer que me repugna. Las mujeres y yo ya no somos muy compatibles, pero esto confirma totalmente mi opinión sobre ellas. Son patéticas e inservibles. —¿Pero qué estás haciendo? —dijo con los ojos todavía entrecerrados, probablemente aún no del todo despierta; de lo contrario, me habría hablado en un tono completamente diferente. —Cierra la boca y sal a cambiarte de esa cortina. A menos que quieras quedarte vestida así e ir a tomar el té en el jardín, charlando con las palomas y las ardillas. —Muy divertido —dijo, tratando de levantarse lo mejor que pudo. —No estoy aquí para hacerte reír. Estúpida. Doy media vuelta y bajo a desayunar. No voy a darle importancia a sus pequeños caprichos. Realmente no sé a qué estaba acostumbrada en su pequeña vida de lujo con su padre rata, pero este es mi hogar y son mis reglas las que funcionan. --- Punto de vista de Sara: Entro a la habitación. Estoy agotada, no dormí bien y todavía me duele el brazo. Pero pasará. El dolor físico siempre pasa. Finalmente puedo ver toda la habitación en detalle. Es enorme y también hay una cama enorme en un rincón. He visto algunas habitaciones grandes, pero ésta supera con creces a todas las demás. Me dirijo hacia lo que predigo que será el baño y finalmente me quito este vestido antes de sumergirme en el agua. Se siente bien. Dejo correr el agua caliente y también dejo que mis lágrimas se mezclen una vez más con el agua. Me quedo en la ducha al menos veinte minutos antes de finalmente decidir salir. Estoy a punto de vestirme cuando me doy cuenta de que no tengo mis cosas conmigo. Ni siquiera sé dónde están. No me preocupé por eso; claramente era la menor de mis preocupaciones. Pero necesito algo que ponerme. Oh no... Empiezo a palidecer y busco desesperadamente algo para cubrirme. Estaba dispuesta incluso a envolverme en la suntuosa cortina de la enorme ventana del baño. Sí, hay una ventana enorme en el baño. Empiezo a mirar alrededor de la habitación antes de ver, para mi gran alivio, una bata de baño de algodón negra. Me apresuro a agarrarla y envolver mi cuerpo en este trozo de tela. Después de eso, finalmente salgo del baño. Tal vez no debería haberlo hecho. --- Punto de vista de Esteban: Olvidé llevar mi computadora y naturalmente me dirigí a mi habitación. Pero no esperaba ver a la princesita en bata de baño. Y menos en la mía. Odio que me cojan mis cosas y tengo la intención de dejárselo claro. —Quítatelo. —dije en tono neutral. —¿Q-qué? —dijo luciendo perdida. —Quítate la bata. Siguiendo mis palabras, ella da un paso atrás de repente. Está temblando. Puedo verlo claramente. Mejor. Me importa un carajo. —¿P-por qué?... —Porque odio que la gente toque lo que me pertenece —dije simplemente, caminando hacia ella. —No sé de qué estás hablando. Camino hacia ella y la agarro por el cuello de la bata antes de presionarla contra la puerta del baño. Odio que me tomen por idiota, así que ella no va a venir a fingir que no sabe de qué estoy hablando. Y si realmente no lo sabe, lo sabrá a partir de ahora. —Esto —dije, apretando un poco más la bata de baño—. Me pertenece. Así que no toques MIS cosas, Esta no es la casa de tu padre. —Yo... no tengo mis cosas y me di cuenta de que una vez que terminé de ducharme y... —Creo que aún no me has entendido. No me importa si no tienes tus cosas; primero tenías que pensar en eso. Quítate la bata. Inmediatamente. —Pero no tengo nada debajo —dijo abrazándose a sí misma, como para protegerse. Estoy empezando a perder la paciencia. Me hubiera gustado reprenderla como es debido, pero ya ves que tengo trabajo. —Tienes mucha suerte de que no tenga tiempo. De lo contrario, te habría dejado claro que mis cosas te están prohibidas. Todo lo que me concierne directa o remotamente no te concierne a ti —. escupí antes de retirar bruscamente mi mano del cuello de esta maldita bata de baño que todavía sostenía. Camino hacia un estante y saco mi computadora antes de cerrar la puerta de golpe. --- Punto de vista de Sara: Me quedo ahí, sin palabras. ¿Todo eso por una bata de baño? Pero en el fondo sabía que no se trataba de la bata de baño, sino simplemente del hecho de que era yo la que la llevaba puesta. ¿Soy tan mala? En cualquier lugar, soy la pieza que no va a ninguna parte. Trago un sollozo y me dirijo a la cama cuando me doy cuenta de que mis maletas están en la esquina de la habitación. Qué mala suerte. Recién ahora me doy cuenta. Debería pensar en pedir cita con el optómetra. Camino hacia mi maleta y saco un conjunto sencillo. Después de vestirme, me dirijo hacia la puerta para salir de la habitación. Pero rápidamente me detengo en seco. ¿Está él ahí? ¿Puedo salir? ¿O se enfadará otra vez? Piensa lo que quieras de mí, pero no quiero buscar problemas. No tengo el poder. Estoy cansada. Así que vuelvo sobre mis pasos y me dirijo hacia la cama, pero me detengo por segunda vez. Sus palabras suenan una y otra vez en mi mente. No le gusta que la gente toque sus cosas. Entonces creo que la cama está incluida en el lote. Es personal, es verdad. Entonces decido ir a recostarme en el sillón. Me duele muchísimo la espalda. Y ni siquiera hablemos de mi cuello. En cuanto la silla entra en contacto con mi espalda, ya me calmo. Y no tardo mucho en caer en los brazos de Morfeo. Punto de vista de Esteban: Acabo de terminar el último archivo de la mañana. Estoy preparando la apertura de un nuevo hotel en Argentina, un hotel tan prestigioso y lujoso como todos los demás. Así que tuve que aclarar ciertas cosas. Todo este asunto del matrimonio fue una pérdida de tiempo. Y odio perder el tiempo. Especialmente cuando es por una mierda. Por cosas insignificantes, ¿sabes? Salgo de mi oficina y vuelvo a mi habitación. Inmediatamente me encuentro con esta bruja durmiendo pacíficamente. Comienzan de nuevo mis ganas de tirarla por el balcón. Creo que voy a empezar a pensar en ello más seriamente. Aparto la mirada y guardo mi computadora antes de caminar hacia ella. Se me ocurrió una idea, y tengo la intención de implementarla. Llego al lado del sofá y comienzo a sacudirla con fuerza, y su reacción no se hace esperar. Ella salta como nunca antes había visto a nadie, antes de llevarse una mano al pecho. —Levanta el culo, salgamos. —¿A Dónde? —. dijo con la garganta ronca. —Ya verás. Satisfecho, me dirijo una vez más a mi vestier para cambiarme... más adecuadamente. Espero que mi sorpresa agrade a mi estúpida y joven esposa.
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