Punto de vista de Sara:
¿Salir? ¿Pero ir a dónde? ¿A dónde me iba a llevar? ¿Y sobre todo para qué? ¿Terminará conmigo para siempre? Después de todo, nada lo detiene...
Dejo de preguntarme y voy a vestirme. No me molesto mucho y simplemente me pongo unos leggings con una camiseta, y luego unas zapatillas de deporte. Al menos si tengo que correr para salvar mi pellejo, tal vez pueda moverme correctamente sin caer vergonzosamente.
Me reuní con él abajo porque cuando terminé de vestirme me di cuenta de que ya no estaba en la habitación. Efectivamente, estaba sentado en uno de los muchos sofás del salón, con el teléfono en la mano. Bajo los últimos escalones antes de pararme frente a él. Él mira hacia arriba al mismo tiempo, como si ya me hubiera visto cuando llegué a las escaleras pero hubiera considerado inútil mirarme primero. Es tan pretencioso que resulta escandaloso. ¿Pero qué puedo hacer? ¿Decírselo y correr el riesgo de que me golpee o algo peor? No. Así que, como siempre, prefiero silenciar mi insolencia por el bien de todos. Excepto el mío... pero eso no parece importarle a mucha gente.
—¿Has terminado de soñar despierta? —me dice con una voz que conozco muy bien, sacándome de mi trance.
Ni siquiera me di cuenta de que me había dejado llevar por mis pensamientos. Y Esteban, que hasta entonces estaba sentado en el sofá, ahora está de pie frente a mí. Elevándose sobre mí desde su altura.
—Es...
—Sí, está bien, ahórrame tus excusas —dijo, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia la puerta de salida.
No pierdo más tiempo y hago lo mismo, siguiéndolo con pasos apresurados. En un solo paso él cubre más distancia de la que yo cubro en diez. Llegamos delante de un coche diferente al del día anterior. Él se acomoda y entiendo que tengo que hacer lo mismo. No quisiera correr el riesgo de quedarme sola aquí. No es que me moleste, pero quedarme sola en esta mansión es aún más espeluznante que quedarme con él. Esto parece un castillo encantado. Así que me subo rápidamente al asiento del pasajero antes de abrocharme el cinturón de seguridad.
—¿Adónde vamos? —me atrevo a decir, con la mirada fija en mis dedos que retuerzo con angustia.
Silencio. Súper.
No digo una palabra más y solo miro pasar el paisaje a través de la ventana. Ese es el único punto positivo. Me hace sentir muy bien. No salgo a menudo y no siempre lo he hecho. Mis padres piensan que es inútil y sólo una pérdida de tiempo.
Entonces me lo prohibieron. ¿Sabes que nunca he visto el mar? Sí, si.
Me vas a decir: "pero ¿de qué estás hablando? ¡Probablemente debiste haber viajado y por lo tanto ya has visto un poco del océano!"
Pues imagínate que no. Mis padres, una vez más, consideran que mi presencia durante los viajes de negocios no sirve para nada. Entonces me quedé en casa. Incluso cuando se fueron de vacaciones, me quedé con Valentin, el mayordomo. Y como mis clases también las hacía en casa, rara vez veía el mundo exterior. Así que, aunque no estoy en compañía del padrino que existe, esta salida todavía me da la oportunidad de respirar un buen soplo de aire. ¿Quizás no sea tan malo después de todo? Esto es lo que me repito a mí misma para tranquilizarme. No sé si podré soportar terminar mi vida con un hombre tan cruel como lo es mi padre...
Me dejo llevar por mis pensamientos una vez más y no me doy cuenta de que ahora era a él a quien admiraba. Esa mandíbula implacablemente afilada. Y esa mirada férrea que puede romper cualquier alma. Su cabello está impecablemente peinado hacia atrás y peinado cerca del cuero cabelludo. Sus largos dedos descansan casi majestuosamente sobre el volante. Y en cuanto a su cuerpo, nunca había visto un cuerpo tan atlético y musculoso en toda mi vida. Tiene un cuerpo para morirse. Sin olvidar que...
Mis pensamientos se ven interrumpidos por una parada bastante brusca del coche. Apenas me sostengo para no chocar con nada.
—Cuando hayas terminado de mirarme, baja —me dice con frialdad mientras me sonrojo violentamente.
Me apresuro a bajar. Una vez hecho esto, miro hacia arriba y casi me ahogo. Me llevó a un callejón lleno de tiendas. ¿Para qué?
—Avanza —dijo dándome la espalda mientras ya había comenzado a caminar.
Me apresuro a alcanzarlo cuando entra en una de las tiendas. Es resplandeciente, por cierto. Pocas veces tuve la oportunidad de ir de compras. La mayoría de las veces eran las marcas las que venían y me traían sus nuevos productos. Otro de los muchos delirios de mis padres para limitar mis salidas. ¡Ve a saber por qué!
Apenas habíamos puesto un pie dentro de la tienda cuando dos mujeres y un hombre se lanzaron hacia nosotros... o mejor dicho, hacia él.
—Hola, señor. Nos complace mucho su visita. Ha pasado mucho tiempo desde que nos honró con su presencia —dijo la rubia entre ellos.
Él no responde y solo asiente. Ya nos están ofreciendo refrescos a Esteban y a mí. Me siento cerca de Esteban y eso es todo. No sabía qué hacer, ¿vale? Las dos mujeres regresan esta vez sin el hombre, charlando en un idioma diferente. Excelente. No entiendo ni una palabra de lo que se dice. Una de ellas me mira con una sonrisa divertida mientras se ríe dulcemente de las palabras de mi marido. Yo también quiero reír, no dudes en compartir lo que te hace tanta gracia, quiero decir. Pero por supuesto no hago nada al respecto.
—Bueno, podemos empezar la selección si quieres —dijo la otra vendedora.
Miro a Esteban con el ceño fruncido, pero por supuesto no puedo sostener su mirada. Simplemente asiente con la cabeza como única respuesta a lo que acaba de decir la vendedora, quien después de eso finalmente se digna mirarme. Desearía que no lo hiciera, dada la forma en que me juzga con sus ojos. Pero una vez más, no hago nada al respecto.
—Bien —dijo la rubia, haciendo clic con sus tacones antes de sacar un largo estante donde cuelgan decenas de piezas. No puedo ver mucho porque están cubiertas por ropa negra.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —me dijo la vendedora morena sonriéndome.
Ella es más amable que la otra rubia. Solo asiento y le devuelvo la sonrisa. Por otro lado, todavía no entiendo por qué me lleva de compras. ¿Para qué? Ni siquiera parece gustarle el hecho de que respiremos el mismo aire, por lo que llevarme de compras es algo inconcebible para mí. Dejo a un lado todas estas ideas y me concentro en las piezas que me muestran las dos vendedoras. Solo cuando veo de qué se trata entiendo el propósito de mi venida aquí: humillarme.
—Que empiecen las cosas interesantes —dice, levantándose y mirándome al mismo tiempo, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Una sonrisa viciosa que no augura nada bueno.
—Podemos ir a las pruebas si lo desea, señorita —me dice la vendedora morena, asegurándose de regalarme otra sonrisa.
—Creo que no entendí bien —dije vacilante—. ¿No me voy a probar lencería?
—¡Pues sí, señora! —dice la voz cristalina de la rubia que me mira aburrida—. Hemos seleccionado las piezas más femeninas y lujosas que poseemos.
—No tiene sentido intentar explicarle nada. Sus capacidades intelectuales son muy limitadas.
Tras las palabras de mi marido, la risa estruendosa de la vendedora resuena por toda la tienda. En cuanto a él, todavía estaba sentado, observándome con su mirada inescrutable. Desaparecer. Eso es todo lo que quiero ahora. Si tan solo pudiera desaparecer para siempre.
—¿Cómo debemos proceder en estos casos, señor? —repite la voz de la joven morena que parecía bastante incómoda, a diferencia de su amiga que no paraba de darme miradas despectivas.
—Se probará todas las piezas una por una y cuento con tu opinión como mujer para orientarla en la elección de la lencería —dijo, enfatizando la palabra "mujer".
¿Sabes qué es lo más gracioso de todo esto? Es que no dije nada. Como siempre. Yo sufrí. Y es todo. Siempre he estado condicionada a no abrir la boca por miedo a represalias. Así que inconscientemente eso es lo que estoy haciendo de nuevo.
—¿Le gustaría seguirnos, señora?
La voz de la morena me despierta y la miro antes de volver mi mirada hacia Esteban que sigue observándome atentamente.
—Yo... no quiero —dije, moviendo mis dedos.
—Tenía razón, señor, esta chica es insoportable y caprichosa.
Chica.
—Es porque no me siento cómoda, no es contra ti—
—Y aquí continúa con sus caprichos —dijo la vendedora rubia, mirándome con desprecio.
—Quizás puedas echar un vistazo a la tienda y añadir algunas piezas de tu elección a la colección que hemos seleccionado previamente —dijo la morena, sonriéndome e invitándome con un gesto de su mano a dirigirme hacia los estantes.
Y eso es lo que hice. Mientras no me quede más en esta habitación con ellos. Camino tímidamente hacia el primer estante y miro los artículos con una mirada curiosa. Es sorprendente la cantidad de modelos que tienen. Avanzo un poco más e inconscientemente me aventuro aún más hasta que mis ojos se topan con una pieza absolutamente sublime. Era simple y sofisticado al mismo tiempo. Y no pude evitar tomarlo y admirarlo más de cerca. Era blanco y estaba hecho de encaje. Un conjunto sencillo pero elegante.
—Si le gusta, podemos incluirlo en la selección, señora —dijo la vendedora morena.
—Estoy dispuesta, por favor —dije, avergonzada a mi pesar.
—Claro —dijo, quitándomelo e invitándome a seguirla.
Para mi gran desgracia, volvemos al probador VIP donde están la víbora y mi supuesto marido. Desearía no haberlo hecho.