PRIMERA PARTE

665 Words
PRIMERA PARTE 1.940 Buenos Aires, Argentina. La primera vez que supe de él, fue cuando me escabullí a la habitación de mamá. Ahí lo vi; por primera vez, gracias al reflejo del espejo lo conocí. Me llamaron la atención su barba rojiza y sus profundos ojos verdes. Tenía una mirada inquisitiva, pero cuando miraba a mamá, esa expresión se mitigaba. Mamá y yo vivíamos en un rancho de adobe, a las afueras de la ciudad, que era donde la gente como nosotras vivía, en esa época. No era común ver a dos descendientes de indígenas, como lo éramos nosotras, en la ciudad, pero a veces, viajábamos cinco horas en el tren, y luego de caminar un largo tramo de calles de piedra, llegábamos a una casona de esas antiquísimas, que tienen las paredes gruesas y los techos bastante altos. La suya tenía dos hermosísimas escaleras amplias que daban al fondo de la casa. Mamá jamás me dijo quién era ese caballero distinguido, ni lo que representábamos para él. Un día, mucho tiempo después, mamá llegó a casa antes de la hora, y me metió al barril de cerveza que usábamos para bañarnos los fines de semana, ahí se puso a tallarme rápidamente y con esmero, el cuerpo, y luego me perfumó y me puso el mejor de mis vestidos, de los que usaba para ir a misa cada domingo sin falta. —Pero mami, hoy no es domingo —le dije por si se había confundido de día, pero ella jamás contestaba a mis comentarios. Volvimos a hacer el mismo recorrido a la casona que quedaba al otro extremo de la ciudad. Pero yo no tenía idea que esa vez sería diferente. Esta vez, mamá no me dejaría jugando en el extenso jardín, ni ella se perdería de mi vista acompañada del caballero del que les hablo. Esta vez, mamá permanecía en la puerta. Al fondo, en una mesa del jardín estaba él, vestía de un blanco impecable. Tenía una taza de café en una mano, y en la mesa, alcancé a distinguir unas galletas. Él, giró y sus ojos fueron a parar en mí. En ese momento supe que cuando creciera iba a casarme con ese caballero. Quien sea que fuera, era el hombre perfecto para mí. Se veía tan elegante, educado y sumamente atractivo. Era, por mucho, diferente a todos los hombres que había visto. Pero cuando pasó de mí y sus ojos se fueron hacia mamá y se detuvo en ella, algo en mi vientre comenzó a estrujarse con fuerza, esa sensación se convertía lentamente en algo que en ese momento me hacía irritar. Él movió la cabeza como una aceptación y entonces mamá me soltó la mano. En ese momento una mujer anciana, que vestía un uniforme n***o, y que me miraba sin el menor interés, que se encontraba justo a unos pasos de nosotras me mostró el camino dentro de esa casa. Mi mamá me miró por última vez. —Anda, entra. Sé buena niña —dijo con una tristeza en los ojos, y una sonrisa cansada. Pero yo no entendía nada, y solo hice lo que me pedía en ese momento. Entré a la casa y la anciana me llevó hacia el distinguido caballero que para mí era un rey. Me di cuenta que mi mamá se quedó en la puerta, quise retroceder y volver con ella, pero la anciana que me sujetaba fuertemente de la mano, me lo impedía. —Pórtese como una señorita —murmuró por lo bajo. Tenía un lunar debajo del ojo derecho, que le daba un aspecto que no me agradaba. Una muchacha se acercó a la mesa donde estaba él y se llevó la taza y las galletas de centeno, y dejó un vaso de agua sobre la mesa. En ese momento me invadieron una mezcla de sentimientos. Nerviosismo, curiosidad por conocer cada centímetro de esa casa. La puerta de calle se cerró y desde ese momento, no volví a ver a mamá.
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