—El título dice que tú eres la propietaria, así que solo acéptala. No lo mires como un regalo de boda que nunca se celebró, sino como el obsequio que te doy por tu embarazo.
—Muchas gracias, mamá —respondí, sintiendo cómo se me apretaba la garganta.
La abracé con fuerza, aferrándome a ella como quien intenta sostenerse en medio de una tormenta. Cuando regresamos, comencé a cargar mis cosas en el auto.
—Mamá, mi coche no debe tardar en llegar. Di tu dirección para que lo entregaran aquí. Cuando llegue, por favor, llámame.
—No te preocupes, hija. Yo me encargo.
—Este es mi nuevo número. Prométeme que no se lo darás a nadie.
—Tienes mi palabra.
—Y si alguien pregunta por mí… di que no sabes nada. Que la última vez que me viste fue antes de regresar a Estados Unidos.
—Confía en mí, Lau
