Lauren continuó caminando con paso firme, dejando atrás al abogado, que se quedó sin palabras ante su indiferencia. Al llegar al vestíbulo del edificio, se acercó a la recepcionista, quien levantó la vista con una sonrisa cordial.
—Necesito que me llame un taxi y que me recomiende un buen restaurante para almorzar.
La recepcionista asintió de inmediato.
—Hay un restaurante donde suelen ir los abogados del bufete. Le llamaré un taxi para que la lleve.
Lauren agradeció con una leve inclinación de cabeza y esperó en la entrada. Cuando el vehículo llegó, subió sin perder el tiempo.
El trayecto fue corto. Al llegar al restaurante, bajó del taxi con la naturalidad de quien está acostumbrada a moverse en círculos exclusivos. Apenas cruzó la puerta, sintió varias miradas posarse sobre ella.
