CAPÍTULO 3

1944 Words
—¿Berenice? —preguntó una gruesa voz a sus espaldas, entonces sudó frío, pues en el fondo de su corazón sabía quién era quien le hablaba. —Creí que te había dicho que no quería volverte a ver en toda mi vida —dijo la mencionada, girándose a ver al hombre que años atrás le hubiera roto el corazón más allá de la imaginación, y que le veía extrañamente emocionado. —No es como que te estuviera buscando —señaló Antuán, hiriendo un poco más un corazón tan herido que seguía doliendo a pesar de los años—. Pero, ¿qué quieres que haga cuando te veo después de tanto tiempo? —Ignorarme —respondió la joven—, fingir que no me viste, darte la vuelta y no molestarme, eso es justo lo que debiste hacer. —Bere, yo... —comenzó a hablar el hombre, alcanzando una mano de esa joven que pretendía irse luego de reclamarle por llamarla cuando la encontró. Pero, lo cierto era que le había dado demasiado gusto verla luego de más de cuatro años de no saber nada de ella; y, aunque era cierto que justo en ese momento no la estaba buscando, en el pasado la había buscado incansablemente por mucho tiempo, hasta que decidió dejar de hacerse daño con algo que no pasaría. Sin embargo, ahora la tenía enfrente, así que posiblemente esa era la señal de que el destino le estaba dando una segunda oportunidad, y para nada del mundo la iba a desaprovechar. Berenice se sintió incómoda al toque del hombre, y violentamente sacó la mano del agarre del otro, mirándole con todo el odio que solo ese joven podía despertar en ella. —Estoy trabajando —informó en un susurro la joven, pretendiendo que el otro entendiera que no debía molestarla. Y lo hizo, Antuán supo que no era ni el lugar ni el momento, pero aun así no quería dejarlo pasar, sobre todo porque, si la perdía de vista de nuevo, posiblemente ella se volvería a ir sin escucharlo. —Solo serán dos minutos —aseguró Antuán—, necesito que sepas algo y que me digas algo. —No puedo —dijo Berenice—, estoy ocupada; además, no tengo nada para decirte y no quiero escuchar nada de ti, así que lárgate. —Me hospedo en este lugar —informó el joven hombre, que se notaba tan afligido como Berenice se sentía—, como empleada no puedes pedirme que me largue de este sitio, al menos no sin meterte en problemas. Berenice no dijo nada, él tenía razón, y le molestaba sobremanera, pero no, no era que tuviera razón lo que a ella le molestaba, sino que la hiciera sentir tan inferior con tan poquitas palabras, eso era lo que a ella le mataba. —Me disculpó por mi grosero comentario —dijo la joven entre dientes, molesta por el reencuentro y la actitud del hombre—, pero usted no vino a molestar a una empleada, así que reaccione a doc a la situación. Sin embargo, tiene razón, soy una simple empleada y usted un importante huésped, así que le ofrezco mis más sinceras disculpas y recibiré su queja por escrito para entregarla a mi jefa. Puede dejarla en la recepción del hotel cuando guste, me encargaré de que llegue a las manos indicadas. —Bere, no me refería a eso —aseguró Antuán, avergonzado de su anterior insinuación—. Yo de verdad quiero hablar contigo, lo necesito. —Pero yo no, y ni aunque fueras el dueño del hotel en que trabajo podrás obligarme a atender esa solicitud que nada tiene que ver con el trabajo así que, si no se le ofrece nada referente al trabajo, me retiraré porque necesito hacer mis deberes diarios. Antuán no dijo nada. Lo único que quería de ella, tal como ella lo había dicho, no era algo que pudiera obtener con un trato comercial, y no tenía derecho alguno a tomar su tiempo si ella no quería dárselo. Sin embargo, a pesar del mal sabor de boca que le dejaba que ella lo rechazara tan abierta y rotundamente, dentro de sí algo estaba descansando al fin ahora que la sabía bien y a salvo, porque de verdad que se veía bien, y eso era lo único que le importaba. Berenice había desaparecido de su vida aquel día que lo descubrió dejándose besar por Roberta. Y, aunque la había buscado demasiado, y aunque suplicó a todos los que sabía tenían una relación con ella, jamás logró obtener pista alguna de la mujer que amaba y que, por idiota buen samaritano, había lastimado. Berenice había llegado a ese nuevo lugar luego de que su familia le diera la espalda por el embarazo, buscando alejarse de todo lo que le dolía y encontrar nuevas oportunidades para ella, y lo había logrado. Su nueva ciudad no estaba tan lejos de donde ella vivía, pero había pocas probabilidades de encontrarse con alguien de su antigua ciudad, además, en ese lugar vivía una amiga que le había ofrecido un cuarto en su casa de huéspedes, así que sin problemas dejó su antiguo hogar y en su nuevo lugar se le fue el tiempo ocupándose de todo lo que iba ocurriendo. Ser madre era lo más difícil que le había pasado, sobre todo porque era madre de tres. Hubo momentos en que sintió volverse loca, en que deseó salir corriendo y dejarlos atrás, pues de verdad era complicado afrontar prácticamente sola lo que le pasaba. Afortunadamente estaba tan cansada todo el tiempo que correr no era una opción de verdad para ella, así que todo terminaba en un mal pensamiento del que se arrepentía profundamente y que compensaba con más amor para ese trío de pequeños que, aunque la desquiciaban constantemente, de verdad amaba con todo su corazón. —¿Te sientes mal? —preguntó Joshua, viéndola llegar hasta él a pesar de que quien le había llamado era Miriam, la ayudante de del restaurante y hermana mayor de Joshua—. Te vez mal. —Voy a enloquecer —respondió la cuestionada y el chico le miró más curioso. —Ya dime quién es él y por qué te tiene con los nervios de punta —pidió Joshua, mirando al hombre, que la había seguido con la mirada cuando lo dejó atrás, dejando el resort—. Es el papá de los tres demonios, ¿verdad? Berenice sintió que toda su sangre se le fue hasta los pies y todo su cuerpo se heló al darse cuenta de lo obvio que había hecho todo. —¿Crees que me pueda tomar unas vacaciones de un mes iniciando mañana? —cuestionó la nerviosa mujer y recibió, además de una nueva pregunta, una sonrisita burlona de parte de su compañero. —¿En pleno verano? —cuestionó el otro y ella obtuvo una cachetada con esa respuesta que había evitado ver porque no le convenía. Berenice hizo una rabieta insonora, y viendo que le volvían a llamar, y que tenía muchas cosas qué atender, decidió pensar con calma lo que haría el siguiente par de días en que debía cargar con ese trío a su lugar de trabajo, donde también se encontraba un hombre que no debía saber de su existencia. Para su buena fortuna, cuando la señora Luciana regresó con los trillizos, y cuando se hizo su hora de salida, Antuán no estaba aun de regreso, así que pudo volver a casa sin tan mal sabor de boca. Sin embargo, las cosas no podían quedarse así, ella debía encontrar una solución, y debía ser pronto, así que dedicó toda su tarde noche y su noche en trazar rutas de acción que simplemente se desvanecían ante sus ojos por la imposibilidad de realizarlas; así que, cansada de no tener respuesta, decidió rendirse y dejar que lo que tuviera que pasar pasara, ya se inventaría cualquier cosa de ser necesario. ** —Buenos días —saludó Berenice a Narciso, el velador, que le sonreía al trío de chicos que entraban muy despiertos a pesar de la hora. —Para ellos, y para mí que me voy a dormir ahora, pero no parece que sean buenos días para ti —señaló el hombre de cabello cano, igual que sus cejas y bigotes, y que rondaba los sesenta años de edad, tal vez. Berenice sonrió irónicamente por lo triste que era que se le notara tanto lo mal que estaba. —No creo que haya buenos días para mí en un buen tiempo —resopló la morena y despidió al hombre, revisando con calma las reservaciones para saber si había cuarto qué limpiar, lugares disponibles y demás... además de intentando encontrar la información de Antuán. Necesitaba saber cuánto tiempo se debía esconder de él. » Aquí está —dijo viendo una firma que conocía bastante bien, pues la reservación estaba a nombre de una empresa que conocía, y la había hecho ella—. Tres meses —leyó y se talló la cara con la mano que no señalaba el apartado de la reservación de ese hombre. No sabía qué había ido a hacer ese hombre a ese lugar, y sinceramente tampoco era que le interesara, pero odiaba que estuviera ahí, y más odiaba que se quedaría por tanto tiempo; y es que así, ni aunque le dieran el mes de vacaciones que pedía, dejaría de toparse con él. —Mami —dijo Denise, sacándola de sus pensamientos y sacudiendo el pantalón de donde la había tomado—, ¿podemos almorzar ya? Me quiero ir a dormir. Berenice la miró y, tras suspirar, asintió a los chicos que se encaminaron con ella a la cocina. —Hola preciosos —dijo Miriam, viendo entrar a los tres críos a su cocina—, ¿hot cakes y juguito de naranja? —preguntó y los tres chicos asintieron emocionados, entonces la auxiliar de cocina miró a la madre de los tres críos y habló para ella—. ¿Gustas lo mismo? —No —respondió Berenice—, yo solo tomaré café y, tal vez, algún antiácido. —¿Te sientes mal? —Un poco. —Entonces deberías tomar jugo en lugar de café o... ¿no prefieres un té? —Sí, sabes qué, un té estaría perfecto. Y si tienes algo para los nervios estaría mucho mejor. —Te lo llevo a la oficina —dijo la joven que seguía trabajando en el desayuno de los tres pequeños que ella también adoraba, pues Berenice y ella no solo eran amigas, sino también vecinas, así que los conocía bastante bien. Miriam a veces le ayudaba a cuidar los niños, en las tardes o en las noches, sobre todo cuando ocurría alguna emergencia como aquella vez en que la gerente del resort en que trabajaba debió salir corriendo al hospital a las nueve de la noche con Diego, que se había tragado una moneda, en los brazos. Berenice se había apoyado un poco en ella, así que se sentía como la tía de ese trío de diablillos que todos los que los conocían adoraban. Y es que la castaña de ojos oscuros había logrado hacer una familia en ese lugar, no solo porque tenía a sus hijos consigo, sino porque sus compañeros de trabajo y vecinos eran tan buenos con ella que se habían convertido en ese tipo de amigos que eran casi hermanos, por eso, dejar ese lugar nunca fue una opción, pues ese era su hogar y ella no iba a permitir que Antuán le lastimara de nuevo obligándola a renunciar a ese bello y acogedor lugar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD