Despertar entre los brazos del hombre que amaba solo se comparaba con la felicidad que sentía Antuán por despertar con la mujer que amaba entre los brazos. La noche anterior, luego de confirmar que eran los mejores padres juntos, comprobaron que también eran buenos siendo pareja. Berenice dejó de cuestionarse cosas, dejó de temer un mal futuro y decidió seguir el camino que dictaba su corazón para poder ser tan feliz como siempre soñó ser. —Cásate conmigo —pidió Antuán, acariciando el brazo de la única mujer que amaba en el mundo si no contaba a su pequeña hija, a quien quizá jamás consideraría como mujer, ella siempre sería su pequeña princesa. Berenice sonrió, pues la ahogada voz del hombre le causaba una enorme ternura, pero no pudo evitar llorar también porque, luego de comprobar

