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Hace apenas veinticuatro horas que he llegado a la ciudad de Orlando y aun no puedo acostumbrarme a estar aquí nuevamente. Hace dos años había tomado la decisión de no regresar más aquí, quise aventurarme a vivir en una de las ciudades más famosas del mundo y no todo salió como yo creía. La ciudad de Nueva York no es tal como la muestran en las películas. Los retos son aún mayores cuando quieres aventurarte a tener tu propia firma de arquitectura. El frio puede llegar a ser tan profundo que cala los huesos y de lo único que tienes ganas es de quedarte en tu casa. El mercado es muy competitivo, y si tu nombre no esta bien posicionado, es prácticamente imposible triunfar.
Yo me quejaba del húmedo verano de esta ciudad en el centro de la Florida. Me quejaba de que no mucha gente nos tomaba enserio por vivir en una de las ciudades más turísticas del mundo, pero las cosas han cambiado demasiado en estos últimos años. La ciudad ha crecido, las carreteras están en constante proyectos de expansión, y las oportunidades laborales incrementan cada día a consecuencia de que muchas empresas deciden trasladarse a la calidez de esta ciudad para poder mantenerse operativas durante todo el año. Lo que no cambiara jamás es el gran aprecio que me tiene David Parker. Él siempre me ha ayudado en todo, incluso cuando fue mi profesor en la universidad. Aún recuerdo el día que obtuve mi licencia profesional como arquitecto, y él me ofreció tener un porcentaje de propiedad es su firma de arquitectos. Acepte con mucho gusto, pero luego mi espíritu aventurero me llevo lejos de aquí. Aun no sé cómo agradecerle que me permita regresar a trabajar en su firma; mejor dicho, nuestra firma... aún sigo siendo socio de Parker & Associates.
Tomo un sorbo más de café y respiro profundo. Definitivamente este paisaje jamás lo encontraría en Nueva York. El lago Eola se ve más radiante que nunca desde el piso 22 de uno de los edificios más exclusivos de la ciudad; sitio donde vivo gracias a la herencia que me han dejado mis padres al morir. Miro la hora en el reloj de última moda que llevo puesto y supongo que es hora que comience a alistarme para ir a la boda de la hija de David.
Dejo la taza sobre el desayunador y observo una vez mas la invitación de la boda
"Las familias Parker y Torres le invitan cordialmente a la boda de sus hijos Alai Parker y Fernando Torres."
Aun no entiendo cómo es que nunca he conocido a la hija de David. Se que durante el tiempo que he estado trabajando en la firma, ella ha estado estudiando en la prestigiosa universidad de Los Ángeles, pero ni siquiera en ninguno de los veranos me la he cruzado en la empresa. Tengo entendido que ahora es la gerente de marketing de la firma, y que se reincorporara después de su luna de miel. En cuanto a él, lo único que David me ha contado es que es ingeniero civil y a través de uno de los proyectos es como ha conocido a Alai.
Entro al baño, abro el grifo de la ducha, y mientras espero a que el agua llegue a su temperatura ideal; me despojo de mi ropa. Una vez que el vapor del agua invade el baño, entro a la ducha y dejo que el agua caliente relaje cada uno de los músculos de mi cuerpo. Mi mente viaja por diferentes caminos mientras me ducho, pero debo regañarme y decirme que no tengo todo el día para estar aquí metido. Termino de quitar el champú de mi cabello, y cierro el grifo. Envuelvo una toalla a mi cintura y salgo del baño para comenzar a vestirme.
Camisa blanca, traje n***o, corbata gris, y zapatos negros; esa es mi elección para la ocasión. La boda se realizará en uno de los hoteles más importantes de la ciudad y tengo entendido que los invitados son de un alto nivel económico, ya que ese es el circulo de gente con la que se rodea la familia Parker. Miro el reloj una vez más y supongo que es mejor que me vaya, la boda comienza en una hora exactamente.
[...]
Como siempre yo y mi impuntualidad. Estaciono mi BMW edición M Sport Shadow color rojo, que llevaba un tiempo guardado en un depósito, y bajo a toda prisa para intentar llegar antes que la novia. Los dos hombres que están parados en la entrada me abren la puerta y al entrar al vestíbulo; me encuentro con David.
Me mira algo confundido y finalmente sonríe —Tú y tu impuntualidad Martin.— Bromea y se acerca para saludarme.
—Discúlpame David, es que no supuse que el transito estaría tan pesado. — Me excuso, pero su mira se aparta de mi para ver hacia la puerta de entrada.
Puedo notar como sus ojos verdes brillan con fuerza e inmediatamente me doy cuenta de que algo muy especial está sucediendo y necesito saber que es. Al darme la vuelta, me encuentro con la imagen más deslumbrante que he visto en toda mi vida.
La mujer es increíblemente bella. Tiene unos ojos verdes profundos, tez color caramelo consecuencia del bronceado natural, cabello castaño claro, labios gruesos, y unas curvas que invitan a ser recorridas milímetro a milímetro. Es exactamente el tipo de mujer que puede llegar a volverme loco.
—Hija, te ves deslumbrante. — Le dice David con un hilo de voz.
Ella es la famosa Alai... la única hija de mi socio.
El voltea a verme y sonríe —Martin, te presento a mi hija Alai.— Dice con orgullo y la vuelve a mirar —Hija, él es Martin Daniau; el socio del que te hablado tanto tiempo.— Le dice y apenas puedo mirarlo.
Toda mi atención está puesta en ella y en la desquiciada sensualidad que desprende. Sus ojos verdes me miran fijamente y luego hacen un paneo general de mi persona para luego regresar a mis ojos grises. —Un gusto Martin. – Dice y su voz es mucho más seductora que su misma presencia.
Todo empeora cuando se acerca a mi rostro para saludarme con dos besos a cada lado de mi rostro. Su aroma intoxica, su cercanía consigue un efecto en mí que no lo he sentido jamás, y me pregunto si es normal que un invitado de la boda se enamore a primera vista de la novia.