Capítulo Uno - Harás lo que te diga

1737 Words
Capítulo Uno - Harás lo que te diga.  Dos meses después. Agosto 23 del 2019 Sicilia Italia. Caeli Mancini. Mi vida, que digo mía. Ya no es así, no me  pertenece más, ahora es de él y lo demuestra cuando le da la gana. Llevo más de dos meses aquí y no es muy diferente estar encerrada en un mugroso sótano, amarrada y sin comer. Lo único diferente a estar encerrada, es que, sí como, no estoy amarrada y la habitación en la que paso la mayor parte de mi tiempo, parece haber sido confeccionada por las manos de los ángeles...  'O por las manos del mismísimo lucifer' -me recuerda mi subconsciente.   Me levanto de la cama y me dirijo al baño. Debo arreglarme y agradecer que aunque este secuestrada no es lo peor que me pudo haber pasado. Tres veces a la semana, se me permite salir de esta enorme y aburrida habitación.  El Jefe, del cual aún no conozco su nombre. Siempre me acompaña los días, en los que se me permite salir, de mi "prisión"  y a vista de que en cualquier momento pueden pedir su presencia en sus asuntos, los cuales no me importan ni un cuerno. Me obliga a vestirme como una princesita y a estar completamente aseada, lo que hago sin necesidad de él me lo ordene. Sin embargo, odio, aborrezco la sola idea de tener usar la ropa que me demanda ponerme ese tipo y es que no me refiero a un hermoso vestido largo, no, no es así. Cuando salgo del cuarto debo usar ropa elegante y de acuerdo a lo que él vaya a usar, por ejemplo si él decide vestirse de color azul marina, mi vestimenta del ser de uno o dos tonos más baja a la de él, siempre y cuando ambas vestimenta combinen a la perfección.  Y por Dios, mis felicitaciones y odios al diseñador que se encarga de tener tanta paciencia y de causar mi desprecio a ropa que bien podría gustarme, solo que no en esos colores y no en ese estilo. No estoy hecha para vestir ropa formal todo el tiempo y aunque no sea así, porque solo salgo tres días a la semana, por ordenes de él, ni siquiera he podido ver los hermosos jardines que tiene este lugar, tampoco tengo permitido subir a la segunda planta de la casa, lo que es absurdo porque si yo quisiera escaparme, el único sitio que buscaría sería la puerta principal.  En fin, solo tengo que bañarme, cepillarme, desenredar mi cabello y perfumar mi cuerpo. Cualquiera diría que esta no es una prisión, pero lo es cuando por las noches mi sueño es interrumpido, por el sonido de la balas y lo gritos rotos de las personas antes de morir y dar su último aliento. Eso me recuerda tanto a mi madre, nunca me permitieron tener su cuerpo, la vi morir, la escuché dar sus últimos respiros, pero aún así hoy después de su muerte no puedo ser libre, supongo que esas son la reglas.  Él lo dijo y parece ser verdad, su de su propiedad ahora, no tengo derecho a decidir por mi misma, claramente las dos primeras semanas y la mitad de la siguiente que estuve aquí no podía conciliar el sueño, la mayoría del tiempo me mantenía llorando y pidiendo que me matasen de una vez en lugar de torturarme teniéndome metida aquí.  Ciertamente es la mejor cárcel que alguien puede desear, alguien menos yo prefiero las cosas pequeñas no, enormes muebles que parecen camas y de la cama de verdad, ya ni hablamos, pueden entrar cinco personas cómodamente allí y dormir sin despertarse en la noche.  Oigo la cerradura de la puerta sonar, mencione ya que mantienen el cuarto con llave, todo por si se me ocurre escapar, lo que no cruzo mi mente desde que paso el primer mes aquí. La puerta se abre dejándolo ver a él, acompañado de su vestuarista, quien al verme en solo una bata de baño baja la cabeza deja tres conjuntos de prendas encima de la cama y se retira, dejándome con su jefe a solas... -¿Cómo has estado, Caeli? -cuestiona al verme caminar hasta la cama donde ser encuentra en la ropa.  -Bien, en lo que cabe bien -respondo tan cortante como siempre, el verlo entrar no cambia nada en mi  patética vida. Mi mirada lo recorre de pies a cabeza-. No esta listo, ¿sucede algo? -No -responde con seriedad-. Esto listo, deberías revisar tú ropa, antes de preguntar cualquier cosa, Caeli. -Bien... -tomo entre mis manos el empaque, lo quito para encontrarme con el mismo estilo de ropa de siempre, ropa elegante-. ¿Está jugando conmigo? -pregunto enseñándole la prenda de ropa. -Para nada -pasa por mi lado, hasta sentarse en una de los sillones-. La última vestimenta es para deporte, desde hoy tendrás un entrenador personal, bueno una entrenadora. Ella y tú nutricionista se encargarán de tu dieta y salud.  -¿Perdone? -parpadeo confundida-. ¿Qué hay con mi paseo? -niega con la cabeza-. Eso que quiere decir... -Te lo dije cuando llegaste y te lo repito ahora. Eres mía... -repite haciéndome enojar-. Harás lo que te diga. -¿Entonces para que la ropa elegante? La odio -musito por lo bajo.  -Lo sé, pero se te ve hermosa y como... -lo interrumpo. -Si lo sabe, ¡por qué demonios me obliga a ponérmela! Y... -me toma del cuello con fuerza.  -¡Silencio! Cuando yo este hablando tú debes escuchar, entender y callar. ¿Entiendes? Me debes respeto, tú pequeña y frágil vida, me pertenece -informa mientras su mano izquierda baja por toda la longitud de mi cuerpo hasta colocarse en mis muslos y apretar a su antojo esa parte.  -¡Suélteme! -exclamo-. Por favor, suélteme -él sonríe con sus labios pegados a mi mejilla, para luego soltarme y volver a sentarse en el sillón.  -En la noche, vendré por ti. Saldremos.  -Me presentará a sus sucios socios -asiente.  -¿Cómo que? ¿Cómo su puta de paso? -indago frunciendo el ceño. -Basta, Caeli. Tengo mujeres que me satisfacen sexualmente y por el momento... -Eso es lo que hace con todas no. Mata a sus familiares, las encierra, les da ropas costosas, joyas. Para después tenerlas en su estúpida cama -expreso, como castigo me gano que me tome de las hombros y me estrelle tres veces contra la pared dejándome sin aire.  -Caeli, no tientes mi paciencia. No soy ese tipo de hombre. Si deseo a alguna mujer en mi cama, no tengo porque pedirlo. Tomo lo que quiero, cuando quiero -manifiesta enojado-. Créeme que quisiera tú virginidad la tomaría sin necesidad de pedirte permiso... -Degenerado... -susurro desviando el rostro-. No puede tomar a quien quiera.  -¿Lo probamos? -pregunta, lo miro confundida. con miedo niego ante su pregunta.  -No, esta bien.  -Eso creí -ríe por un momento. Acerca sus labios a mi mejilla y deja un casto y para mi asqueroso beso allí-. Se buena chica y vístete, hemos perdido diez minutos entre tantas preguntas.  -¿Hemos? ¿A qué se refiere...?  -¿Crees que mi cuerpo es así solo por alimentarme bien? -niego con la cabeza  sin mirarlo-. Exacto, ambos nos ejercitaremos.  -Bien...  Tomo la sudadera color rojo vivo y los leggings de color n***o. Dejando a un lado las zapatillas de deportes nike del mismo color de la sudadera y las pequeñas medias plantillas de color blanco.  Entro al cuarto de baño y cierro con seguro la puerta de este, recordándome que no sé de que es capaz exactamente el hombre dentro de la habitación, pero que es mejor que sea precavida a estarme lamentando en el futuro si algo llegase a ocurrir.  Como todas las prendas antes mandadas a hacer por el hombre que espera fuera del baño, la sudadera y los leggings no son la excepción. Paso por encima de mis brazos y cabeza la sudadera, la cual es bastante holgada, repito el mismo proceso con los leggings solo que obviamente estos los paso por mis piernas. Antes de salir del baño, recojo mi cabello ya antes desenredado en una cola alta y le doy dos vueltas formando una dona. Salgo y lo veo a él esperando en la puerta mirando impacientemente su reloj de mano.  -Ponte las zapatillas, Caeli y rápido -ordena sin mirarme, lo cual no me molesta en absoluto.  Asiento sin querer abrir la boca y responderle con palabras. Quito la etiqueta que traen las medias y comienzo a ponérmelas, algo en particular que tiene cada prenda que uso, es que la tela siempre es de buena, que digo buena, es de perfecta calidad y verdaderamente suave.  Termino de ponerme las medias y prosigo a colocarme las zapatillas, pero como siempre que él decide darme más ropa me tomo el tiempo y la paciencia de inspeccionarlos y admirarlos-. Quieres dejar de mirarlas como si fueran lo más precioso que hayas visto -menciona él, haciendo que involuntariamente me sonroje. Cuando se percata de que ya estoy completamente lista, abre la puerta saliendo como siempre él primero, dejándome atrás. Uno de estos días voy a terminar perdida entre tantas puertas y salones. Lo sigo lo más rápido que mis pies me permiten y aún así él sigue teniendo ventaja. Antes de poder alcanzarlo, dobla una esquina hacia un pasillo a la derecha, continuo siguiéndole, hasta que por fin se detiene en una habitación al fondo del pasillo.  Al acercarme puedo ver que las paredes en lugar de ser de ladrillo o un material parecido son transparentes, se puede apreciar el exterior por las paredes de la habitación. La cual también esta amueblada con maquinas de ejercicios y un muy bonito comedor. El resto de la mañana fue una tortura para mi y mi pequeño, y débil cuerpo. Aunque él converso con mi nueva nutricionista y entrenadonara y ambas coincidieron en que como era mi primera seguramente en realizar ejercicios, sería mejor no hacer tantos esfuerzos físicos tan rápido... Mi cuerpo se siente sin fuerzas, pero no mando aquí y tengo que salir con el Jefe sin ningún tipo de objeción. Si no lo hiciera tendría un castigo, un gran castigo. No me arriesgaré a perder lo poco que tengo por salirme con mis caprichos, aunque eso signifique tener que estar bajo las reglas y ordenes de un completo imbécil insensible, como lo es él...
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