Una vida feliz

2269 Words
–¿Y dices que con este presupuesto podemos viajar durante esos cuatro días sin riesgos de quedarnos cortos? –Le pregunté a Jimena cuando me entregó la logística para viajar a la isla de Margarita al desfile del próximo verano. –Nos da perfecto y hasta para un poco más. –¿Tienes las reservaciones en buen sitio y los asientos en los lugares cercanos a los clientes potenciales? No quiero sentarme junto a otros diseñadores que presuman lo que muestran. –Eso está arreglado, por lo menos para los días donde no nos toque exhibir a nosotros. –¡Perfecto entonces! –Jimena se ajustó los lentes y unió todas las páginas. –¿Cambiaste los lentes? –Sí, ¿lo notaste? –Se los ajustó, eran cuadrados, color verde, le quedaban muy bien. –Claro, te quedan muy bien. –Le sonreí. Desde que dejáramos de ser pareja, si es que llegamos hacerlo alguna vez, yo me limitaba a hacer comentarios breves. –¡Mamá, Jean me mostró todos los diseños de calzado para descanso masculino! –Oliver irrumpió feliz en la oficina, afuera todo era ruido y movimiento. –¡Qué bien! ¿Te gusto todo? –Lo atajé para sentarlo en mis piernas. –¡Todo! Hice también un diseño. –Me entregó la hoja con el dibujo de una sandalia masculina muy bien dibujada. De nuevo ese recuerdo vino a mí. Cuando en la cama yo le mostraba lo que quería crear y él le ponía ciertos detalles al dibujo y lo mejoraba, eran trazos casi siempre en forma de triángulos y esos mismos  los tenía el diseño que me mostraba Oliver ahora. –¿Te gusta? –¡Me encanta! Jean, vamos a tener que agregarlo. Reímos todos y besé la mejilla rosada de mi pequeño. –¿Cómo te fue en la maqueta, Oliver? –Le preguntó Jimena. –Saqué la máxima nota y por eso mi mamá me ha premiado con ir a la pijamada en la casa de Geral. –¡Que bien! ¿Y la plastilina? ¿Sirvió? –Es muy buena, con ella hicimos todo Alex y yo. –Oliver se levantó de mis piernas y fue a la entrada cerca de donde ella estaba sentada. –La maestra la dejó en la escuela para que todos la vieran.      –¡Qué buen trabajo! Y qué bueno que tuviste ayuda. –Dijo con un poco de duda y me miró.      –Solo fue un poco de ayuda, yo hice la mayor parte. Soy como mamá, nadie me gana en las manualidades. –Tomó la mano de Jean y la haló–Vamos a ver a las modelo Jean.      –Sí, vamos ayudante. –Jean me guió el ojo y se lo llevó con él.      Al mismo tiempo que se alejaban en sentido inverso venía Gusty con un enorme ramo en las manos. Deduje que era para mí, pues con el poco espacio que le quedaba para ver me miraba a mí. Oliver y Jean lo miraron sorprendidos y después me sonrieron. Era normal que recibiera ese tipo de regalos por parte de la prensa, los clientes, proveedores y algún enamorado, pero este ramo ya sabía yo de donde venía.      Gusty hizo una danza al ritmo de una canción de Madonna que sonaba en todo el piso y después lo colocó sobre mi escritorio de vidrio.      –Flores para una flor. –Dijo bromista.      –Gracias Gusty. –Me levanté y sentí la mirada de los dos recorriendo mi cuerpo cubierto por un estrecho vestido morado straple, que cubría hasta los muslos. –A ver de quien es.      Los dos se quedaron curiosos mirándome sacar la tarjeta del ramo con calas y aves del paraíso, quien lo envió sabía que eran  mis flores favoritas. Junto con la tarjeta había una caja de chocolates Bacci  y se las mostré coqueta como si hiciera un comercial. Después leí la nota.      –¿Quién? Dinos. –Jimena, estaba segura yo sabía de quien se trataba y eso la molestaba un poco.      –Es Alex. –Gusty hizo un gesto de que ya lo sabía. –Hoy cumplimos mes de estar juntos y ha querido darme este detalle.      –La noche promete entonces–Bromeó Gusty y comenzó a salir de retroceso.      –¿Ya cuánto? –Jimena no disimulaba su desagrado.      –Creo que 9 meses. –Le respondí y abrí la caja de chocolates para olerlos.      –Parece que has encontrado por fin a alguien que te hace feliz. –Bueno lo soy. –Le respondí sentándome. –Mi hijo es feliz, Alex es muy considerado y atento, no tengo problemas con celos profesionales, no tengo problemas con celos de propiedad que se relacionen con Oliver y tiene su casa y yo la mía. –¿Y piensan vivir juntos? –Todavía no lo sé. –Le extendí un chocolate y negó con la cabeza, así que lo tomé para mí–Me imagino que a futuro eso sucederá. –¿Y lo quieres? –Lo quiero, me ha apoyado mucho y demostrado que está ahí para mí. –Eso no es querer a alguien. Yo también estuve para ti, te apoyaba, cuidaba de Oliver, no tenía celos profesionales. –Estaba alterada. –Nunca he dicho lo contrario, Jimena. –Alargué la mano para ser solidaria con sus sentimientos pero no aceptó mi gesto. –Te quería pedir el día para visualizar las modificaciones que hacen en mi casa. –Dijo y se levantó. –Sí, no hay problema. ¿Cómo están quedando? –Podrías verlas por ti misma, antes te interesaban los cambios que me sucedían. –Todavía me interesan, si no he ido es por falta de tiempo. –O de interés. –Caminó a la puerta. –Que aproveches la noche. Salió y caminó rápido por el pasillo. Verla sí me incomodaba, me apenaba haber cometido el error de estar con ella y esperanzarla. Tal vez pensaba que ya no era importante para mí, pero sí lo era, la consideraba mi amiga, más que mi asistente. Tal vez tenía que demostrárselo, y pronto. –¡Son unas flores hermosas, gracias! –Dije a Alex cuando respondió el teléfono de su oficina. –Para ti lo mejor, y esta noche salimos a cenar y después a bailar. Debemos aprovechar la pijama de Oliver. –Tengo que llevarlo a las siete. –Deja que lo lleve el chofer, se sentirá más grande y se pondrá feliz. –No lo sé, tengo que regresar con él a la casa en la tarde y terminar de arreglar sus cosas. –Dudaba pero sabía que quizás si era lo mejor. –Por favor Yvana, Oliver es un niño muy independiente, seguro ya tiene todo listo, además es una pijamada no una cena de gala. Ayer ya estaba enumerando todos los juegos y las chucherías para compartir, deja que se sienta libre de crecer. –Umm, voy a pensarlo. Por ahora acepto la cena y el baile también. –Prepárate para celebrar juntos. –Su voz encerraba la promesa de una noche llena de sexo ardiente. –Oliver, dime algo. –Le pregunté camino a la casa cuando ya salíamos del taller. –¿Tienes todo listo para llevarte a la casa de Geral? –Todo mamá. Hasta el nuevo juego de Nintendo. –Respondió entusiasmado sentado a mi lado en mi Toyota Camry color rojo. Encendió la radio y terminó poniendo a Aerosmith. –Estoy segura que la pasarás muy bien, solo recuerda vigilar las comidas y no te excedas con el refresco. –Para nada. –Me sonrió y toqué su cabello suave y brillante. Era adorable. –¿Te gustaría irte con Tulio en vez de conmigo? –¿Me dejarías? –Preguntó entusiasmado. –Bueno fue idea de Alex, pero no estoy muy segura. –Sí, si mamá, déjame ir con Tulio en el auto. –Está bien, eremos. Tulio era el chofer de la empresa de Alex. Yo nunca he tenido uno. Desde que comenzamos a estar juntos, Alex lo puso a la orden para llevar en ocasiones a Oliver al colegio y para eventualidades. Era muy serio y tenía dos hijos, sabía lo que cuidaba. Bajamos a despedirlo en el estacionamiento. Llevaba su bolso repleto de juegos y su consola de juegos. En otra bolsa amplia y resistente llevaba comida, chucherías y frutas. Iba equipado como para una guerra y tan feliz como para una piñata. Alex lo ayudó a subir las cosas en la parte de atrás del auto y después le aseguró el cinturón. –Pórtate bien. –Le dijo. Él nada más asintió con la felicidad estampada en la cara. Pocas veces salía solo, menos de noche y hasta el siguiente día. Fui hasta la ventana y le besé los labios fugazmente. –No hagas locuras y mente despierta, ¿si? –Sí mamá, nos vemos mañana. –Dijo ansioso, con sus ojos brillando de emoción. –Bueno, anda, sí, porque comes ansias. Cuídate, sabes que tu mami te espera para que le cuentes mañana. –Te contaré todo. –Se golpeó las piernas con las manos. –Anda, ve, vayan. Me aparté de la ventana y les hice seña para que se fueran, y los vimos partir. –Tranquila, mira lo feliz que va. –Me dijo Alex abrazándome por la cintura, era un poco más alto que yo, robusto y fuerte. –Sí, lo vi. Pero dormir lejos de él me afecta mucho. –Es una noche y pasará rápido. ¿Nos vamos? Yo ya estaba lista. Me cambié llegando con Oliver por un vestido n***o que se ceñía a mi cuerpo. El espejo me decía que estaba muy atractiva. Recogí en una cola mi cabello n***o lacio y pinté de rojo mis labios. –Sí, vamos. No podía negar que me sentía incómoda y hasta temerosa, no sé, sobreprotegía a Oliver. Antes de las ocho llegamos al restaurante. Era un sitio alegre, nada sobrio, como a mí me gustaba, con música actual, con gente joven, con atención diversa. Alex me atendía como a una reina, sacó mi silla, espero que me sentara y luego la arrimó. Pidió un vino de primera para degustar y comimos mariscos con ensaladas y dulces varios luego. –Teníamos tiempo sin venir aquí, hace una noche hermosa. –Me dijo golpeando mi copa y mirándome intensamente. –La compañía la hace hermosa. –Le dije tomándole la mano. –Todo este tiempo ha sido muy bonito en tu compañía. –¿Te refieres a los meses que llevamos juntos o a esta noche? –Sostuvo mi mano con fuerza para que no lo soltara. –Me refiero a todo el tiempo juntos. –Le respondí pícara, sabía que eso le gustaba. –Y si te gusta el tiempo que pasamos juntos que te parece, no sé, ¿no te gustaría que viviéramos juntos? No me tomaba por sorpresa, lo imaginaba y justo para esa noche. Siempre lo insinuaba y sé que yo le gustaba mucho, como él a mí. –Dices ¿vivir como pareja? En una misma casa como familia. –Exactamente. –Rió divertido de mi aclaración. Tenía una boca gruesa atractiva y nariz perfilada que le hacía juego con sus sonrisas. –Pues podría ser. –Contesté. –Podría hablar con Oliver a mi regreso dela isla la semana próxima y si está de acuerdo pues sería un hecho. –O sea que dependo del visto bueno de Oliver. –Pareció decepcionado. –Dirá que sí, estoy segura, pero debo consultarle. Siempre hemos sido solo los dos, nunca nadie se ha mudado con nosotros. –O ustedes con alguien. –No entendía. –Sí, no me mires así, podrían irse a vivir a mi casa, es un poco más grande. Solté su mano. Era momento de dejar de ser recelosa y desconfiada. Alex había demostrado ser un hombre confiable. Tuvo paciencia cuando le hice esperar cuatro meses antes de quedarse durmiendo en la casa y ha lidiado con mis compromisos pacientemente. –Está bien, solo espera que regrese del viaje y organizaré todo. –Claro. –Volvió a atrapar mi mano y la besó. Nos miramos a los ojos y seguimos pasándola bien. Después de ahí, a pesar de que teníamos planeado bailar, le pedí que nos fuéramos a la casa. Le dije que estaba cansada peo en realidad quería llamar para saber de Oliver en la casa de Geral. Su mamá no era mi amiga, la conocía de ese trato que tenían los niños, pero no eran íntimas. Entramos a la casa besándonos. Las manos ávidas del moreno que era mi novio y posible próxima pareja, recorrían mi cuerpo de arriba abajo y luchaban desde al ascenso por desnudarme. Entrando lo ayudé a bajarme el vestido y quedaron mis senos libres para que él los tomara y los apretara a su antojo. Dando traspiés andamos hasta el cuarto hasta que la luz titilante de la contestadora del teléfono me detuvo. –Espera, espera Alex. –No, no, deja eso, lo oyes luego. –Intento empujarme al cuarto pero me escabullí bajo su cuerpo. –No, Oliver está en la calle, debo escuchar. Desnuda y descalza fui hasta el teléfono y vi el número de mensajes: 3. Apreté el botón. 1. Oliver te estamos esperando, ya es muy tarde, porque no has llegado. 2. Oliver mi mamá dice que tu mamá le dijo que vendrías, ¿qué pasó? 3. Oliver, amigo, estamos todos aquí, esperando por tus juegos. Era Geral, Oliver no llegó.
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