Prólogo

1532 Words
Ethan Madinson viajó desde Ontario Canadá hasta Santiago de Chile con el pretexto de adquirir un par de acciones que su modesto y adinerado padre estaba dispuesto a ofrecerle siempre y cuando pudiese hacerse cargo de dos de sus sucursales de mobiliaria para oficinas en la ciudad metropolitana y en el norte grande de Chile, sonreía frente al espejo al reconocer su capacidad para mentir, porque en realidad sus propósitos distaban mucho del deseo de convertirse en el sucesor de Muebles M&T. La decisión de tomar el cargo que pretendían ofrecer a uno de sus empleados de confianza en la ciudad de Ontario sorprendió a su padre y lo llenó de júbilo al convencerse de que por fin su deseo se haría realidad. Siempre vio a su hijo como el heredero y Gerente de todas y cada una de sus oficinas mobiliarias en Chile, reconocía su talento artístico, pero también su gran habilidad matemática y lógica; el alto sentido común y su entereza para lograr lo que se propone. Él mismo se lo demostró cuando a los diecisiete años empacó maletas y un bolso gigante con todos los instrumentos musicales de cuerda y de viento que acumuló durante su infancia y que sembró en la entrada del despacho familiar mientras que con su otra mano le extendía la carta de aceptación de la prestigiosa universidad de Toronto. Lo había decidido. Iba a hacer realidad su sueño. Siempre pensó en ello, pero en los últimos años albergaba la posibilidad de encontrar a su mejor amiga y llevársela con él. Lo habría hecho de no ser por esa repentina mudanza familiar que marcó su vida para siempre. Su amiga representaba la bondad y algo en su corazón se agitaba cada vez que la pensaba. Se autoproclamó su protector y esa fama se propagó por mucho tiempo entre sus compañeros de clase desde que se fue de manos con el Benjamin Arrieta, el petulante hijo de un consorcio Brasileño después que insultase a su amiga por asistir a un colegio municipal y no a uno de elite como el suyo. Fue en el encuentro regional de ciencias, Abir se mereció la participación por su proyecto de energías alternativas haciendo uso del aire seco. Ella se desplazaba como gacela. El pasillo de eventos estaba aglutinado, las jóvenes lucían sus uniformes de gala distintivos de sus instituciones, Abir era una de las pocas participantes en representación de los municipales. Trabajo durante año y medio con el tutor de ciencias y éste había aprovechado su creatividad y sólidas bases en la materia para llegar a ese nivel, el punto más codiciado por un tutor y un estudiante. El premio era una merecida beca para la Universidad que cubriría desde los calcetines hasta el gancho que usase en su cabello, además todos y cada uno de los gastos administrativos y de hospedaje durante la corta vida universitaria. Una gran oportunidad para lo cual su amiga había luchado incansable, así que cuando el Benjamín Arrieta se lució en frente de sus amigos con los comentarios despectivos se lo pensó muy bien para no romperle la cara y perjudicar a su amiga, mientras dejaba bien claro que esa linda chica de las coletas caídas, tenía guardaespaldas. Y quiso convencer a todos de que haría a la perfección su trabajo. Fue a la hora del cierre del evento. Su amiga había triunfado y gozaba del primer lugar. Pensó que eso era suficiente para taparle la boca a un vanidoso como su compañero, pero cuando éste se abrió paso tras la multitud que salía para alinearse al paso de su amiga, meter su pierna y empujarla con un disimulo enfermizo para lanzarla de bruces al pavimento, ¡era lo último! Ethan no lo pensó para lanzarse contra él en medio de una multitud alborotada ante la sorpresa de lo ocurrido. Fue tan rápido y certero que bastó un par de puños para dejarlo sangrando sobre la acera, mientras él corría a terminar de poner en pie a su amiga. La sujetó de la cintura constatando su bienestar. Volteó la vista al culpable de su caída —¿Ya ves que Abir se llevó el primer lugar y es de una Municipal?. Que te duela, Benjamín. No todos los ricachones tienen cerebro, recuérdalo muy bien. Tu posición económica solo fue un golpe de suerte. ¡Ya verás cuando en unos años, mi amiga doble tu fortuna, miserable! Y así fue. Abir Abdallah Taylor resoplaba desde el hemisferio sur hasta el norte por la altivez y alcance de su mercado digital. La beca de ciencias fue solo un eslabón a su crecimiento, pero en el fondo no deseaba estar de cabeza en un laboratorio. Prefería los negocios. Luego de mucho esfuerzo una sola mujer había logrado lo que todos los hombres de la familia Madison no alcanzaron: Posicionar Muebles M&T en todo el mundo. Chile había sido solo una catapulta a su verdadero negocio. ¡No lo podía creer! La recuerda como la jovencita que creció en las instalaciones de su empresa, frente a su imponente cortina metálica y la gran fachada blanca con grandes ventanales desde donde, y sin que ella se diese cuenta, la observaba. Tendría, quizá dos años menos que Ethan. Desde que era un niño la veía desde la vasta oficina de su padre y abuelo, siempre mirándola al frente mientras él jugaba con un móvil propio de su época, un Nintendo o leía un libro, temeroso de que su mamá descubriese que habría ensuciado su impecable traje, mientras él se divertía ella trapeaba, recogía maderas y cargaba muebles con su padre. Curiosamente lucía muy feliz. En algunas ocasiones la observaba acomodarse los guantes gruesos para levantar trozos de metal galvanizado que pronto su padre emplearía para fabricar mobiliaria para el hogar. También era habilosa con las computadoras a pesar de que no solía jugar con videojuegos, la muy astuta supo ganarle en una ocasión en que la reto a un combate virtual. Debió ser muy talentosa porque escuchaba a los vecinos comentar sobre los mejores promedios del colegio municipal del barrio. Por dato curioso ella solía llevarse el primer lugar. Como su padre era extranjero, igual que el suyo, dominaba a la perfección el árabe, el inglés y para desdicha suya también el francés y lo supo desgraciadamente, una tarde en que desde el ventanal de la oficina lanzó un avión de papel con tal ímpetu como para resistir el viento y que llegase hasta sus pies, aprisa cerró la ventana y se escondió tras la pared y un pilar. Su corazón agitado llamó la atención de su padre quien no dejaba de teclear algo en la computadora. Tendría doce años Ethan y a ella, la veía de su edad. Quería verla como él. Esa misma tarde descubrió que hablaba y escribía francés porque la muy desdichada había respondido una oración de agradecimiento que sonó hermosa en sus labios en puro fonética francesa en voz alta como si adivinase que su emisor se ocultaba tras las paredes blancas. «¿Acaso va a un privado esta niña?», se refería al colegio en donde asistía, sabía que era un municipal y nada que ver con ser bilingües. *** El tiempo pasó. Él terminó sus estudios en Canadá, ella en Chile. Y no volvió a saber de ella hasta que esa tarde del mes de enero del 2014 arribó al aeropuerto de Santiago “Arturo Merino Benítez”. Se había hecho todo un hombre, atrás quedaba esa panza regordeta tras un traje fino, ahora su traje impecable vestía a un corpulento joven de dos décadas y medias que había vivido más que un hombre de cuarenta y no era con referencia a las fiestas o parrandas sino a la experiencia laboral y académica a la que se había insertó. Sus manos robustas, pero sutiles no renunciaban al divino arte de la música. Cada vez que daba un concierto seducía con el tacto en el violonchelo y enamoraba con cada nota musical. Chopran, Vivaldi o Bethoven volvían a la vida al tacto de su instrumento. Sus ojos negros brillaban como dos piedras de azabache y su lampiño rostro de rasgos rectos ansiaban encontrarse frente a frente con la mujer que había adquirido casi el total de las acciones de Mueble M&T. Su Familia tuvo suerte de quedarse con unas cuantas acciones, y no iba a renunciar a ellas por nada del mundo. Claro, que Ethan Madinson no las necesitaba. Su propia fortuna podía triplicar esa empresa, pero lo intrigaba descubrir las razones por las que su mejor amiga de la adolescencia y parte de su infancia pudo llegar a ser dueña de un imperio mobiliario nacional e internacional. Se la imaginó como antes, con sus mejillas blancas como la leche, su sonrisa de ángel caído del cielo y esas dos coletas ridículas que en realidad le quedaban hermosas. ¿Será tan hermosa como dicen los medios locales? ¿o es solo una exageración propia de la diplomacia social? Ethan Madinson se mordía los labios de deseo por verse cara a cara con ella, la niña que solía ver desde su ventana y que se había convertido en su propio sueño de cama.
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