CAPITULO 2
POV JENNA
Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas e hice todo lo posible por evitarlas. A juzgar por la forma en que Dante había tratado al llorón en el club antes de que se volara los sesos, no creía que le gustara ninguna muestra de debilidad por mi parte. Incluso podría ganarme otra pistola en la barbilla. Piensa en mamá, me dije con severidad. Piensa en lo que diría.
—¿Es eso lo que haces con todos los que te salvan la vida? ¿Matarlos?
Una expresión de profunda tristeza cruzó su rostro por un momento, pero luego soltó una risita, y el sonido me recorrió la espina dorsal, dejándome la piel de gallina a su paso.
—Creo que te pondré en los Viande—dijo finalmente—Después. Así me ahorraré tener que deshacerme de ti pedazo a pedazo.
Los caimanes son muy útiles para eso.
El estómago se me revolvió incómodo y la boca se me llenó de saliva teñida de bilis. Hice lo que pude por tragarla. Ya era bastante malo que mi espalda me gritara por sentarme así. No quería sentarme también en mi propio vómito.
—¿Qué te hice que disfrutas con esto? —le espeté.
La expresión de Dante se aplanó.
—Que deberías tenerme miedo —respondió.
Una risita histérica, puro pánico, se escapó de mi garganta.
—No hay problema.
Dante cruzó los brazos sobre el pecho, considerándome.
—Entonces, ¿qué estabas haciendo en mi club, Jenna? ¿Quién te
envió?
—South Beach Deliveries —dije—. Llama a mi jefe. Pide ver los registros. Todo lo que hago en un día está documentado.
Me sentía como un disco rayado, pero ¿qué más se podía decir?
Dante volvió a rechinar los dientes.
—El sobre que me diste estaba lleno de hojas en blanco —dijo—.
Fuiste una señal para que el camarero hiciera su movimiento... ¿me estás
diciendo que sólo eres un espectador inocente?
Cuando lo dijo así, hubo una parte de mí que pudo entender por qué estaba encadenada a esta silla. Pero el resto de mí pensó que se estaba pasando. ¿Realmente me veía como alguien que se involucra en este tipo de cosas?
—Parece un plan estúpido. ¿Y si hubiera llegado tarde? ¿O simplemente no hubiera ido?
—Tú no eres la que hace las preguntas —zanjó Dante.
—En serio —dije—. ¿Qué habría pasado entonces?
—Deja de hablar.
—¿No habría sido más fácil...?
—¡He dicho que dejes de hablar!
Se me secó la boca y las palabras se me atascaron en la garganta.
El calor de la mirada de Dante me clavó en la silla con más fuerza de la
que podrían hacerlo los lazos. Temblaba, a pesar de la falta de aire en la
habitación, y no podía parar.
—Te juro... —Se me quebró la voz—. No tengo nada que ver con esto.
—No se te da muy bien escuchar, ¿verdad? —Dante se quedó allí,
mirando, durante un largo rato, y yo no me atreví a decir nada más.
Entonces llamaron a la puerta. Se giró para abrirla, y el grandulón de
antes, su hermano, llenó el marco de la puerta—. Está limpia —dijo—.
Su apartamento está bien lejos del territorio de Lombardi, y no había nada
que indicara que trabajaba para alguien. —Me miró—. Por cierto, tenías
un mensaje de voz en el contestador. Te han despedido por no devolver
el smartphone a la oficina a tiempo.
Después de estar aterrorizada y sometida a un tormento psicológico, eso fue lo que me rompió. Por fin se me soltaron las lágrimas y los sollozos se apoderaron de mí. Tiré de las esposas una y otra vez, ignorando el dolor que me subía por los brazos.
—Tienes que dejarme ir. No puedo perder mi trabajo. Tengo que explicarles... —Tuve hipo, lo que sólo me hizo llorar más fuerte.
—Mierda. —Dante se arrodilló de repente frente a mí. Me liberó una muñeca de las esposas y lloré con más fuerza cuando la presión desapareció de mi columna vertebral. Me levantó los brazos y vi cómo me inspeccionaba las muñecas. Estaban en carne viva, con desgarros recientes en la piel que dejaban escapar sangre el dolor era muy fuerte nunca había pasado por un momento como este, me dolía todo, pero el miedo por este hombre es más fuerte que cualquier otra cosa. Dante me miró a los ojos
—Eso ha sido una estupidez por tu parte.
Me solté de un tirón y retrocedí.
—Añádelo a mi lista de hoy —casi gruñí.
-Dante.
Se volvió hacia su hermano, que seguía de pie en la puerta, como
si no fuera a entrar si no tenía permiso.
—Padre necesita saber sobre... —Dirigió una mano hacia mí.
—Lo sé.
—Los hombres lo vieron, Dante, no podemos ignorarlo.
Dante me miró y yo me hundí aún más en la silla mientras hablaba.
—Lo sé —gruñó, la intención asesina clara en su rostro—. Yo me encargaré, Dereck. —A pesar de ser físicamente más grande que su hermano, Dereck dio un paso atrás. No le tenía miedo, no que yo pudiera ver, pero el respeto era evidente—. Dile a Padre que hablaré con él en breve.
Dereck asintió y volvió a desaparecer.
—¿Eso significa que puedo irme a casa? —pregunté. Dante me estudió y vi su respuesta antes de que abriera la boca para decirla. Negué con la cabeza, le pedí que no lo dijera en voz alta—. Por favor, déjame ir.
Te prometo...
Pero no había nada que pudiera prometer que él realmente quisiera.
—Te metiste en un intento de asesinato —dijo—. Los Lombardi saben lo que viste. El chico que solté le dirá a Anthony Lombardi que estuviste allí. Eres un testigo. Ya habrá preparado un atentado contra ti. —Volvió a cruzar los brazos sobre el pecho. Busqué en su rostro, esperando encontrar algún indicio de compasión, pero no había nada, ni una pizca de emoción.
Pero había calor en sus ojos, rabia y algo más que me hizo estremecerme.
Si conseguía salir de aquí, buscaría la iglesia católica más grande y cumpliría una penitencia. Era lo único que salvaría mi alma después de todos los pensamientos que había tenido esta noche, este hombre con la belleza de su rostro lo sexy de su cuerpo hace que pierda la cabeza.
Tragué saliva y traté de concentrarme en lo que había dicho, en lo que podría significar para mí.
—Entonces, si tú no me matas, lo harán ellos, ¿es eso cierto?
Dante movió la cabeza en señal de afirmación. Una mirada cruzó su rostro, algo desagradable.
—Pero, por suerte para ti, te lo debo. —Las palabras salieron de su boca como si tuviera que tirar de ellas.
—¿Qué significa eso? —pregunté desesperadamente. Si había una
opción aquí que no terminara en los caimanes, quería saberlo.
—Significa —dijo, acercándose lo suficiente como para que, cuando
se inclinó, el fuego de sus palabras me iluminara la cara y su delicioso aliento pegara en mi rostro
— Que estoy endeuda contigo –dijo mirándome fijamente a los ojos y su mirada y la mía se quedan perdidas la una en la otra…