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Perdido en el zodiaco

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Blurb

El tiempo de la humanidad se ha cumplido, no hay vuelta atrás, ahora es el momento de una nueva era, las estrellas han dictado el juicio final para la humanidad, las doce estrellas principales serán las encargadas de llevar a cabo la sentencia contra el mundo ¿Aún quedan esperanzas para la humanidad? Solo hay un ser que puede evitar que se lleve a cabo tal desgracia. Sam, el portador de la esperanza no descansará hasta ver el mundo libre de cualquier peligro, su camino no será sencillo, no todas las estrellas alumbran cálidamente y no todas las divinidades están del lado de la humanidad.

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El inicio del fin
-¿Sam? -preguntó Lili agitada, toda la tierra temblaba fuertemente- ¿Qué está pasando? ¿A qué se debe este temblor? -No lo sé -respondió Sam poniéndose en pie, estaba recostado en el sofá del salón hasta que comenzó aquel temblor- Lo mejor será que salgamos de aquí -Salieron de su casa, vivían en una de las colinas más altas de la ciudad, Delfos era el lugar donde Apolo había destinado una casa para que Lili, su hija, pudiera vivir como sacerdotisa. Era de noche y una lluvia de estrellas llenaba el firmamento entero, no había ninguna estrella estática, todas se movían de un lado para otro a gran velocidad, algunas se chocaban con otras, otras se desaparecían sin dejar rastro alguno de su existencia, unas cuantas creaban supernovas que iluminaban todo el cielo visible. -¿Qué es todo esto? -Lili estaba sorprendida, nunca había visto algo semejante- ¿Qué le está pasando a las estrellas? -¿Tu padre no te ha mostrado nada? -le preguntó Sam de regresó. Lili, al ser hija de la deidad de los oráculos era receptora de muchos mensajes de su padre, en su mayoría de situaciones particulares para ella o Sam, aún así generalmente visitaban el oráculo de la ciudad para mayor claridad en sus mensajes- Él podría saber algo de esto. -No me ha dicho nada -respondió la chica- vamos al oráculo, quizá allí él pueda decirnos algo. Se dirigieron a las afueras de la ciudad en dirección al recinto donde estaba el oráculo de Apolo. La tierra seguía temblando, Sam tomó a Lili y extendió sus alas para salir volando con la intención de poder llegar más rápido al santuario. Sam era un querubín, uno de los rangos más importantes entre los celestiales, llevaba el título de portador de la esperanza, era el único de todos sus hermanos celestiales que habitaba la tierra ya que su misión era reavivar en todos los humanos la llama de la esperanza y la paz. Por todas partes la ciudad se tambaleaba, algunas casas se caían a pedazos y algunos fragmentos de las paredes golpeaban a las personas que huían en búsqueda de un refugio para resguardarse de todo ese desastre. No tardaron mucho en llegar al santuario, era una gran casa hecha de mármol oscuro, con adornos dorados, un gran sol figuraba en lo alto de la casa y por todos lados de la misma salían figuras que se asemejaba a los rayos del sol, esta casa estaba pegada a la montaña y tenía entrada a una cueva. Los dos entraron a la casa, todo era un desastre en el interior, las columnas se derrumban unas sobre otras, los candelabros se caían a pedazos derramando los carbones y el fuego por todo la sala. -¡Esto es terrible! -gritaba un anciano que cruzó delante de los dos muchachos- Gracias a los cielos están aquí -se detuvo justo frente a ellos y se arrojó a sus pies- Necesitamos su ayuda. -Por favor, levántese señor -Sam se agachó y tomó al hombre en sus manos ayudándolo a levantarse- ¿Qué está sucediendo? -El oráculo -decía el hombre con la mirada perdida y la voz llena de miedo- el oráculo está muerto, una de las columnas cayó sobre ella y nadie ha podido sacar su cuerpo de allí. -¿¡Qué!? -Sam y Lili gritaron llenos de asombro, se miraron fijamente y luego la chica agregó- ¿No tienen otro puente con Apolo?  -Ninguno de nosotros es digno de eso -respondió el anciano- todos los que quedamos aquí estamos muy viejos y no somos receptáculos aptos para una divinidad.  -¿Podemos acercarnos? -preguntó Sam. -Claro que sí -respondió el viejo- ustedes son dignos de estar en la presencia de las deidades. Ambos muchachos se acercaron a la cueva, el oráculo estaba en lo más profundo de aquella recámara en un espacio donde un rayo de luz descendía directamente desde el cielo. Se movieron rápidamente por un pasillo extenso lleno de escombros, y llegaron al sitio dándose cuenta que estaba todo como el viejo les había indicado, sobre la sede del oráculo había caído una gran columna y la mensajera estaba sepultada debajo; Sam se acercó con cuidado mientras Lili observaba todo el rededor, la joven sentada en la sede hizo un pequeño movimiento, aún estaba viva. Era una muchacha joven, no superaba los treinta años, su piel era clara, sus cabellos rubios como el sol y sus ojos azules como el cielo, sus labios estaban resecos y su nariz rota, un hilo de sangre surcaba su rostro desde la frente hasta la barbilla.  -Oye  -susurró Sam que estaba lo suficientemente cerca de ella para que lo escuchara- dime ¿Hay alguna manera de sacarte de aquí?¿Tienes posibilidades de vivir? -la chica se despertó al escuchar a Sam e intentó gesticular algún sonido, pero nada salía de su boca, cada movimiento parecía costarle un gran esfuerzo- No te muevas, déjame esto a mí -el querubín intentó mover por sí solo la columna que había caído sobre la chica pero cualquier pequeño movimiento que hacía parecía lastimarla aún más- ¡Lili, ven por favor! -Sam llamó a la muchacha que se acercó rápidamente- Necesito tu ayuda con esto. -¿Cómo te ayudo? -preguntó ella, luego miró toda la situación y comprendió lo que pasaba- Creo que ya entiendo, tú te encargas de levantar la columna mientras yo me encargo de curarla. -Tú lo has dicho -confirmó Sam- hagámoslo juntos. El muchacho tomó nuevamente la columna con ambas manos y la empujó con gran fuerza, mientras tanto Lili puso sus manos en el cuerpo de la chica sentada en la sede transfiriendo su poder curativo para que ella no siguiera padeciendo bajo el peso de todos los escombros. Sam levantó por completo la columna y luego de que Lili se asegurara de que la otra chica estaba a salvo salieron todos tres de allí, el chico llevaba al oráculo en sus manos,  por su lado Lili corrió lo que más pudo para no quedar atrapados en aquella cueva que se venía abajo. Volvieron al hogar de los ancianos para darse cuenta que todos ellos habían fallecido aplastados por piedras o columnas que caían de todos lados, en particular encontraron que aquel anciano que los recibió había muerto con una piedra enterrada en la cabeza. -Por todos los cielos, esto no puede estar pasando -exclamó Sam como exhausto- ¿Estás bien? -le preguntó a la muchacha que llevaba en sus manos, ella le dedicó una sonrisa- supondré que es un sí ¿Lili, tú cómo estás? -Desconcertada -respondió respirando pesadamente, había corrido demasiado y no lograba respirar bien- ¿Qué está pasando aquí? -El zodiaco ha caído -respondió el oráculo- una era de oscuridad se acerca -Sam y Lili se miraban sin entender muy bien lo que decía- ha llegado el momento del juicio estelar, las estrellas dejarán caer el caos sobre la humanidad, sólo aquellos elegidos por las doce estrellas divinas podrán levantarse victoriosos de este juicio. -¿Qué es lo que dices? -le preguntó Sam confundido, el oráculo no respondió, tenía los ojos desorbitados, y respiraba con dificultad- ¡Oye! ¿Me estás escuchando? ¿Qué te ocurre? -¡Sam!-le gritó Lili- Déjala, es el mensaje que está enviando mi padre, ahora lo entiendo, habla de todo lo que está ocurriendo y lo que sucederá. -Pues vaya momento para darnos el mensaje -Sam declaró un poco molesto mientras el oráculo seguía diciendo cosas- ya le perdí el hilo al mensaje ¿Qué más dices? -Solo aquel que se alza encima de los celestiales y comparte sangre con los malditos podrá reunir a los doce guardianes para frenar esta ruina, aunque no es seguro el éxito de esta empresa -seguía diciendo la chica que Sam llevaba en sus manos.  -¡Genial! -Exclamó Sam con molestia- tenemos una misión ahora ¿Acaso soy el único que puede hacer los deberes de la tierra? -Sam, no seas necio -le respondió Lili- además ¿Desde cuándo tienes esa actitud tan prepotente? Tú no eras así, no me digas que te estás juntando con tus hermanos de nuevo. -Lo siento -declaró el muchacho- la verdad sí, últimamente me he estado viendo con algunos de ellos, solo han sido reuniones familiares, nada especial. -Sam, sabes que eso puede perjudicar tu equilibrio celestial -lo regañó Lili. Sam, es un hibrido complejo, por un lado tiene la sangre de los humanos, también tiene sangre celestial y por último sangre de los malditos ya que es el hijo menor de pandora, de ahí su título de ser el portador de la esperanza. Así mismo sus hermanos hacen parte de dos de estas naturalezas, los celestiales entre los cuales están claramente los ángeles y demás denominaciones celestiales; mientras que por otro lado están los pecados principales y algunos demonios que comparten su sangre materna. Con sus hermanos celestiales no tiene casi contacto ya que pocas veces se involucran en el plano terrenal y él pocas veces es solicitado en el cielo, no ocurre lo mismo con sus hermanos maternos, sí bien estos no tienen permitido el paso al mundo mortal él sí suele descender con mayor frecuencia a sus dominios.  -Tranquila Lili, hasta ahora he logrado mantenerlo bajo control -le dijo el querubín- ahora tenemos otro problema entre manos y nunca mejor dicho -señaló con su cabeza a la chica que tenía entre sus manos que seguía hablando- ¡por el amor de Él!, ya me perdí otra vez lo que estaba diciendo. -Será mejor que vayamos a un lugar seguro -le dijo la chica que iba a su lado- no tengo buena conexión aquí con mi padre y esta chica parece a punto de colapsar, no está completamente estable su conexión. -Está bien, larguémonos de aquí -Sam desplegó nuevamente sus alas, mientras Lili invocaba un fénix que le había regalado su padre hace algún tiempo- allí hay una vía libre para volar -señaló Sam una abertura en el techo de la casa- tendremos que aprovechar antes de que toda la casa se venga abajo.  El querubín de un saltó salió disparado por aquel agujero, por su parte Lili montada en el fénix dio un último rodeo a toda la casa encomendando bajo el cuidado de su padre a todas las almas de las personas que habían servido en aquel recinto; luego de eso salió como una flecha. Se alejaron volando de la ciudad, desde lejos se dieron vuelta para ver como aquella ciudad quedaba oculta bajo un montón de rocas, aplastada por las montañas y convertida en un recuerdo simplemente, Lili no pudo evitar derramar un par de lagrimas por la ciudad más especial de su padre y para ella en los últimos meses; llevaban viviendo allí desde el inicio de la primavera y ya se acercaba el invierno de aquel mismo año, si bien  era un tiempo considerable, no se comparaba con todo el tiempo que habían vivido en su ciudad natal muy lejos de aquella tierra. -¿Cuántas veces? -comenzó a susurrar la hija de Apolo, Sam la miro de reojo, sabía que a ella no le gustaba cuando él la miraba mientras lloraba- ¿Cuántas veces tendremos que ver a la gente morir en nuestro hogar? -Sam se quedó callado y regresó la vista al frente frunciendo el ceño, no tenía respuesta para esa pregunta y Lili tampoco- ¿A dónde vamos a ir ahora? No tenemos nuestras armas, tampoco las armaduras y no sabemos como está el resto del planeta. -Solo nos queda un lugar al que podemos ir -declaró Sam alzando su vista al cielo- déjame hacer contacto con él. -¿Cómo te comunicarás con tu hermano? -Lili sabía que Sam se refería al que ellos habían llamado su ángel de la guardián, un antiguo arcángel. -Es un secreto de los ángeles -le contestó Sam, esa respuesta no le agradó en lo más mínimo- lo siento, aunque supiera no puedo decirte, ni siquiera sé como funciona todavía -hubo un pequeño silencio, ellos seguían volando, Lili al lomo del fénix contemplaba el panorama, toda la tierra temblaba y hasta el agua que veían a lo lejos parecía querer tragarse la tierra- no responde, que raro -dijo Sam después de un rato- tendremos que usar la ruta lenta, es la única manera de llegar todos juntos y rápido, vamos al purgatorio. Aumentaron la velocidad del vuelo y se dirigieron al lugar donde lo divino, lo mortal y lo infernal se une en un solo punto, la montaña del purgatorio. El viaje era extenso, en el camino lograron encontrarse con catástrofes de dimensiones continentales, por todas partes ciudades enteras eran destruidas por terremotos, inundaciones, lluvias de fuego, tormentas heladas que congelaban el territorio; se podía ver también como algunas personas lograban escapar de aquellos desastres, algunas por agua en grandes barcos, otras por aire en diversos medios de transporte y otros con mayor dificultad escapando por tierra.  -¿Dónde estoy?  -el oráculo había vuelto en sí, había estado bajo el sueño en el que la deidad le comunicaba sus mensajes, ahora podía ser ella otra vez- ¿Estamos volando? -se revolcó en las manos de Sam- ¿Quién eres tú? -Soltó un grito y le metió una bofetada al querubín. -¡Au! -soltó Sam- podrías tranquilizarte -trató de mantener con fuerza a la chica para que no se cayera de sus manos- ¿No me reconoces? Te ayudé a salir de la cueva del templo.  -Sam -lo interrumpió Lili- ella estuvo todo el tiempo bajo la influencia del poder de mi padre, no recuerda nada de lo que sucedió -mientras ellos dos hablaban la otra chica pudo reconocer sus rostros, sabía quienes eran. -¡Por mi señor Apolo! -exclamó el oráculo- le ofrezco mi sincera disculpa portador de la esperanza, no lo reconocí. -Ya me di cuenta -respondió Sam girando la cara para mostrar la pequeña marca que había dejado la bofetada- y no seas tan cortes conmigo, dime Sam, aceptó tus disculpas, solo no lo hagas de nuevo -la chica lo miró apenada- tranquila ¿Cuál es tu último recuerdo? -Estaba en la sede del oráculo, uno de los ancianos entró como de costumbre a realizar una consulta sobre... -divagó un par de minutos- no recuerdo en este momento sobre qué fue, después de ahí solo recuerdo que todo comenzó a moverse de forma extraña y fue en ese momento que perdí la razón -dio una mirada a su alrededor contemplando el mismo paisaje que los otros dos estaban viendo- ¿Qué está pasando? -Eso mismo nos preguntamos nosotros -respondió Sam- ahora mismo nos dirigimos a buscar respuestas, tenemos algunas pistas en el mensaje que Apolo dio por medio tuyo, pero nada concreto.  -¿A dónde vamos? -preguntó ella con intriga. -Ya lo verás -respondió Sam con una sonrisa- ya estamos cerca. A lo lejos lograban ver la montaña, de todas las montañas de la tierra era la única que estaba intacta, a medida que se acercaban comenzaron a ver cosas poco normales en aquella región. Sam frunció el ceño sin comprender lo que sucedía. -Sam ¿Qué está sucediendo allí? -preguntó  Lili al ver lo que estaba pasando en el purgatorio- ¿Eso es normal? -Lo mismo me pregunto yo -respondió Sam con la mirada confusa- hasta donde recuerdo esto no era así. Debemos acercarnos rápido, alguien nos lo dirá. Aumentaron la velocidad una vez más y se acercaron con rapidez viendo con mayor claridad lo que pasaba, toda la montaña estaba cubierta con una barrera que impedía el paso de cualquier ser; en la base de la montaña había una guarnición entera de serafines custodiando la montaña, todos iban armados hasta los dientes, y las armaduras que llevaban les cubrían hasta las plumas de las alas, algo que pocas veces se veía en el ejercito celestial. -¡Hermano! -gritó Sam mientras aterrizaba junto con Lili, le dejó a ella la chica y se acercó a uno de los serafines más cercanos- ¿Qué ha pasado aquí? -Hola Sam -respondió el Serafín- Él ha dado la orden de custodiar todas las entradas al reino, este no es el juicio que nosotros esperábamos y no podemos permitir que seres tan triviales como los guardianes decidan quien se salva y quien no, por eso nuestro padre decidió cerrar la entrada de los vivos, ni siquiera aquello humanos con los dones celestiales podrán entrar. Solo las altas arcas podrán pasar.  -Entonces -comenzó Sam- nosotros podemos pasar con tranquilidad ¿No es así?  -Solo tú Sam -respondió el otro mirando a las dos chicas que estaban detrás del querubín- ellas deben quedarse aquí, son las ordenes hermano, no podemos hacer nada al respecto. -¿Sabes quiénes son ellas? -lo regañó Sam- Una de ellas es la hija de Apolo y la otra es su oráculo. -Lo siento, puede ser la hija de Zeus si quiere, pero Él fue claro con su orden, nadie aparte de nosotros podrá pasar por esta entrada. -Comprendo, gracias por informarme -Sam regresó con las dos chicas- lo siento, solo los ángeles podemos pasar, ustedes deben quedarse aquí -hablaba con tono frustrado e iracundo. -Tranquilo Sam, entendemos -respondió el oráculo- ve tú a buscar las respuestas que necesitas. -Así es Sam -un toque de celos se notó en la voz de Lili- ve tú, nosotras nos quedaremos aquí, además, ella aún está herida. Cuando regreses estaremos bien y podrás contarnos lo que averigües. -De acuerdo, nos vemos luego -Sam se acercó a la montaña y subió volando velozmente, no tardó mucho en subir- No sé a que se debe esto, pero alguien me debe una explicación -anunció justo cuando terminó de subir, se encontró con todos los querubines y arcángeles- ¿Qué está pasando en el todo el mundo? -Bienvenido Sam -dijo uno de ellos acercándose por detrás de Sam, le puso una mano en el hombro y añadió con una sonrisa- te estábamos esperando.

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