—¡Kevin! —Exclamó una voz haciéndome sobresaltar.— ¡Por aquí!
Una sonrisa se formó en mis labios cuando reconocí la cabellera pelirroja de Jasmine entre los estudiantes, levantando su brazo para que yo pudiese verla. Pero cuando me decidí a ir hacia donde se encontraba, me sujetaron del brazo.
—Ten cuidado con ella. —Susurró Kendall en mi oído y yo hice un gesto de disgusto para zafarme de su agarre.
Ambos nos separamos. Kendall se había ido con su grupo de amigas quienes al verme ahogaron una risa burlona, a lo que Kendall les reprendió solo porque aún me encontraba cerca ya que me vio por el rabillo del ojo. Siempre era lo mismo, se burlaban de mí por ser un torpe y débil flacuchento que se dejaba de todos. Ni siquiera por ser el hermano de su amiga eran capaces de guardarse sus comentarios.
Suspiré y seguí caminando hasta encontrarme con Jasmine. El brillo que irradiaban sus ojos y la resplandeciente sonrisa con la que siempre me recibía eran algo especial para mí. De repente todo se llenaba de color y el arcoíris parecía salir al final de una larga tormenta.
Por eso, estar con ella era lo único que necesitaba en mi vida.
—¡No puede ser! —Escuché decir a la persona que menos quería ver en ese momento. De repente salí del mundo en el que me encontraba con mi mejor amiga, para volver a los pasillos del instituto, junto a Mike y sus amigos que habían aparecido para atormentarme otro día más.— ¡El pequeño Kevin tiene novia! —Canturreaba entre risas con sus dos amigos burlándose junto a él.
Yo solo pude agachar la cabeza. No era la primera vez que involucraban a Jasmine conmigo y seguramente ya ella empezaría a sentirse incómoda por eso.
Pero definitivamente lo siguiente que ocurrió me sorprendió en gran medida.
—No lo soy. —Respondió inicialmente.— Pero si así fuera, ¿qué? ¿Algún problema con eso? —Cuestionó desafiante y ellos la observaron como si un pequeño chihuahua pretendiera atacarlos.
Los tres intercambiaron miradas para luego romper en risas. De repente Mike sujetó a Jasmine del cuello y recortó la distancia entre ellos. Pero Jasmine no se veía intimidada, al contrario, mantenía el mismo semblante desafiante pese a que Mike le sacaba más de una cabeza en altura y era muchísimo más fuerte. Y no fui yo el único en notarlo, pues tanto Phil como Fred la observaban anonadados.
—Te arrepentirás de haberme hablado así. —Masculló el castaño con los dientes apretados.
Jasmine esbozó una sonrisa. —No te tengo miedo. —Aseguró.
Sin darnos cuenta ya los otros estudiantes habían formado un círculo a nuestro alrededor y Mike parecía estar agotando su paciencia.
—Quítate que no es contigo. —Advirtió intentando abrirse paso pero ella persistía en colocarse delante de mí.
Me sentía como un inútil, no podía creerlo. ¿Una chica defendiéndome?
—Jas… —Intenté decir.
—¡Que te quites, joder! —Gritó exasperado Mike empujándola con fuerza y el pequeño cuerpo de Jasmine cayó al piso.
De su bolso salieron varios tarros con medicina y algunas tabletas de pastillas. Los imbéciles se quedaron viendo estupefactos mientras que los pasillos estallaron en susurros. Jasmine con dificultad, sintiéndose algo aturdida por la caída, se giró hacia sus cosas y cuando se percató de que todos sus medicamentos habían quedado expuestos, sus ojos se abrieron de par en par para apresurarse a guardar sus cosas.
En ese momento caí en cuenta y me agaché para ayudarla a recogerlos. De verdad que eran muchos, pero me detuve justo cuando leí el contenido del primer tarro que sujeté.
La observé por un momento pero ella me arrebató el tarro, para sujetar sus cosas e intentar salir de la multitud sin lograrlo. Jasmine había comenzado a hiperventilar y sus ojos se tornaron vidriosos. Por acto reflejo corrí hacia ella y la intenté abrazar pero ella me empujó y con sus ojos llorosos me dedicó una mirada de desconfianza.
—Jasmine… —Susurré intentando tranquilizarla.
Los demás comenzaron a reírse al ver el comportamiento de ella y otros la criticaban sin comprenderla.
—¡Cállense! —Grité.— ¡Ustedes no saben nada!
Jasmine no aguantó más y como pudo, se abrió paso entre los demás para salir de la escuela e irse corriendo. Intenté seguirla pero me sujetaron del brazo, me giré y se trataba de Kendall.
—Kevin no lo hagas. —Ordenó.— Es peligroso, déjala.
—Ya viste como se puso… —Contesté.— Kendall no puedo dejarla así.
Me zafé de su agarre y agarré mi bolso para irme de la escuela e ir tras Jasmine.
—Si vas se lo diré a nuestros padres. —Me amenazó.
Yo la observé incrédulo. De verdad no me esperé que Kendall pudiera amenazarme con delatarme. ¡Era mi hermana! Y bastante que la había encubierto en otras ocasiones.
Pero claro, intento ir para ayudar a la única persona que me entiende y es un delito.
—Haz lo que quieras. —Respondí dando media vuelta y saliendo del colegio.
Cuando ya estaba fuera, comencé a caminar recorriendo los alrededores de la escuela buscando algún rastro de Jasmine, pero no podía verla en ningún lado. Carajo, ¿cómo pudo irse tan lejos si apenas y habían pasado unos segundos? Seguí caminando un rato más, hasta que vi algo tirado en el suelo de un callejón. Y enseguida lo reconocí.
Eran los medicamentos de Jasmine. ¿Le habría ocurrido algo?
Aunque lo dudaba mucho porque Jasmine mayormente se comportaba como una chica muy fuerte a pesar de que no lo aparentaba. Pero viendo el estado en que escapó, lo más probable es que ella misma las haya arrojado.
Eché un vistazo que no anduviera nadie por ahí cerca y cuando tuve la oportunidad, guardé las medicinas en mi bolso y salí de ahí.
Esperaba que ella estuviera bien.
Pensé por un momento en regresar a la escuela, pero con todo lo ocurrido decidí que sería más problemático ir y ganarme un castigo, de paso también una golpiza por parte de los imbéciles. Suspiré pesado y pateé una lata con fuerza. Increíble que no pudiese sentirme seguro en mi propia escuela, pero era la verdad. Mientras habían alumnos que se divertían y reían con sus compañeros, para mí esas horas de clase eran un infierno y ni hablar de los recesos.
Claro, todo es gracia y diversión hasta que eres tú el motivo de la burla. Si tan solo ellos supieran el mal que le hacen a las personas con cada crítica o con cada comentario despectivo; créanme que si ellos tuvieran alguna idea de qué tan miserable puede llegar a sentirse la persona de la que se burlan, la situación sería diferente.
Pero lamentablemente el ser humano es egoísta, lo que significaba que los días oscuros seguirían para mí.
—¡Mierda! —Escuché a alguien quejarse.— ¿De dónde vino eso?
De inmediato me escondí detrás de un contenedor de basura cuando escuché que el sujeto se refería a la lata que anteriormente yo había pateado. Diablos, ¿en qué estaba pensando? ahora vendría por mi cabeza.
—Yo que sé. —Respondió tajante otro que estaba junto a él.— ¿Y tú viniste a ayudarme a arreglar la moto o para jugar con estúpidas latas?
—Ya, ya, ya. Pero no me jodas el culo. —Le contestó el primero.
Escuché cómo ambos se dirigían al final a la entrada del callejón y por donde pude alcanzar a ver, desde donde me encontraba, los vi acercarse a una moto que se encontraba tirada sobre la acera. Pero no era cualquier moto, para mí sorpresa era una Yamaha R15 y aquel par de inútiles estaban desarmando semejante belleza.
—¿¡Qué hacen!? —Exclamé saliendo de mi escondite, acción de la cual me arrepentí de inmediato a penas vi cómo querían asesinarme con la mirada por haberles hablado de esa forma.— Y-yo…
—¿Qué no es obvio? —Replicó señalando con la cabeza el que estaba en cuclillas, despiezando la motocicleta.— ¿Y ahora este mocoso?
Los dos sujetos me observaron nuevamente y luego rieron para concentrarse en la motocicleta. ¡No, no, no! —N-n-n... —carraspeé un poco y hablé fuerte.— N-no le hagas eso.
El mismo sujeto suspiró fastidiado para luego ponerse de pie desafiante y yo retrocedí con algo de temor. ¡Joder porqué hacía esto! pensé. El otro tipo, que hasta el momento solo se había dedicado a observar, le obstaculizó impidiéndole que siguiera hacia mí y luego me miró.
—¿Qué sabrás tú? —Cuestionó con un ápice de burla en su rostro.
El que andaba con él no pareció agradarle en lo absoluto que lo hubiese interrumpido, pero se quedó en silencio.
—Independientemente del problema que tenga, cualquiera sabe que no hay que despiezarla así… Sin saber. —Respondí.— Solo empeora las cosas.
—¡¿Qué mierdas dices?! —Reclamó el que estaba intentando arreglarla.
—¡Cállate Darwin! —Lo chistó el que parecía ser el dueño de la moto.— No la he podido arrancar. Algo tengo que hacer.
Me acerqué aún algo dudoso. —¿Me dejas revisarla?
Él asintió señalándome la moto. Me incliné sobre ella introduciendo todas las piezas, nuevamente para poder revisar mejor, recordando lo que hacían en todos los tutoriales que había visto anteriormente en youtube.
—¿Cómo le vas a dejar tu moto? ¡¿Te has vuelto loco, Jeff?! —Masculló en voz baja el que al parecer se llamaba Darwin.
—Cállate. —Le contestó en un susurro que alcancé a escuchar.— Si le daña algo más le cobro todo junto, ya relájate hombre.
Tuve que morder mi labio para contenerme de responderles. Esos imbéciles se estaban burlando de mí y lo único que pensé en ese momento fue que los dejaría con la boca cerrada.
Intenté arrancarla pero al no funcionar, me fijé en primer lugar en las bujías. Nuevamente probé arrancándola un par de veces más y noté que no se estaba produciendo la chispa que enciende el motor. Una sonrisa involuntaria se formó en mi rostro cuando por el rabillo del ojo vi como ellas se hallaban expectantes a mis movimientos. Eché un vistazo detallado en las bujías, pero vi que no estaban deterioradas, de hecho estaban casi que nuevas. Nuevamente intenté arrancar la moto sin despegar la vista de ellas, hasta que me di cuenta. Había un cable que no estaba haciendo contacto. Tal vez con algún movimiento se habrá desajustado y por eso cuando la moto se le apagó la chispa no encendió más. Jalé un poco el cable hasta que este pudiera tocarla, luego me aparté un poco y nuevamente intenté arrancar la moto.
Encendió.
Ambos se acercaron de dos zancadas, con los ojos abiertos de par en par impresionados. No podían hablar, solo desviaban la mirada de la moto hacia mí y viceversa.
—¿C-Cómo lo hiciste? —Preguntó un incrédulo Darwin.
Me encogí de hombros. —Solo recordé cosas que había visto en videos, es todo…
—Espera —Me interrumpió Jeff, calentando su moto.— ¿Nos estás diciendo que nunca habías reparado una moto?
—Eh… —Alargué un poco, rascándome la nuca.— Me gustan mucho, pero es la primera vez que tengo una tan cerca.
Ellos intercambiaron miradas.
—Nos estás jodiendo. —Bufó Darwin. Vaya genio tenía ese tipo.— Ni siquiera nosotros que las hemos montado desde hace un par de años, hemos arreglado una avería en tan poco tiempo.
—Pero si no era un problema en sí —lo corregí— Era un cable que no estaba haciendo contacto y por eso una bujía no producía chispa. No era gran cosa.
Jeff sobre su moto rompió en risas ganándose un puñetazo en el estómago por parte de Darwin. —¿Por qué me pegas? —Le reclamó aún con diversión en su rostro.— No tengo culpa de que el chico sea un prodigio con las motos y te haya dejado en ridículo.
Esbocé una sonrisa de agradecimiento a Jeff mientras que su amigo parecía que en cualquier momento estallaría de la rabia.
—Sí, sí, sí como sea. —Se quejó Darwin yendo hacia su moto para treparse sobre ella.— Ahora págale para largarnos de una vez.
Ambos me observaron expectantes hacia lo que yo fuese a responder. La verdad es que cualquier cosa que me dieran me vendría bien ya que así podría pagarle si quiera un poco de todo lo que le debía a Kendall, pero decidí negarme.
Al final de cuentas había sido algo muy sencillo y solo lo hice como un favor, además creo que en ese momento sentí que había ganado muchísimo más que ellos. La sensación de poder tocar una motocicleta como esas, era algo indescriptible. Me gustaban demasiado y solo el hecho de ponerle una mano encima, me llenaba de felicidad, ahora imagínense la dicha de arreglarla.
—Déjanos llevarte a casa si quiera, hombre. —Insistió Jeff.— No es seguro que un mocoso como tú esté por estos lados.
—¿E-en tu moto? —Pregunté casi sin poder creerlo.
—Ni modo que en el carruaje de Cenicienta. —Ironizó Darwin ya con una expresión más amigable en su rostro.
Sin pensarlo dos veces corrí hasta la R15 y me subí de parrillero. Jeff y Darwin arrancaron las motos y pronto salimos de los callejones, con el agradable sonido de los motores inundando el recorrido y el viento acariciando mi rostro cada que Jeff aceleraba. Nada podía quitarme la sonrisa en mi cara, porque sabía perfectamente que mi lugar ideal era estar sobre una de estas motocicletas visitando a toda velocidad cada rincón de Chicago. Solo así podía escapar de mi oscura realidad llena de tristeza y soledad.