A la mañana siguiente, me despierto temprano. Cuando salgo de mi habitación, veo a Matías ya en el área de la sala de la suite, inmerso en su laptop, organizando el itinerario de Brando. —Buenos días —lo saludo, y llamo a la recepción para pedir el desayuno para dos. Vuelvo al baño para arreglarme y, una vez lista, regreso a la sala. El sol de la mañana se filtra por las cortinas de mi suite, iluminando el desayuno que acaban de servir en la mesa. Matías cierra su laptop y se sienta conmigo. —Ya llegó el desayuno —dice, con una breve sonrisa. —Sí, hace un rato. Te estaba esperando —respondo, y me sirvo jugo. —Bien, ¿confirmaste la asistencia de Brando en el resto de las actividades del itinerario? —le pregunto, mientras llevo un pedazo de fruta a mi boca. —Sí, Alaia —afirma, dando un

