Capítulo 35: Preparando el Terreno

1681 Words
La mañana siguiente, el ambiente en la oficina es palpable. Ya no hay susurros a mis espaldas, sino miradas más directas: algunas de respeto, otras de temor, y muchas de curiosidad genuina. Mi estrategia de anoche funcionó. Sofía entra a mi oficina con mi café y la agenda del día. Su actitud ha cambiado; ahora hay una mezcla de deferencia y una lealtad naciente. La veo como un activo valioso en mi juego. — Buenos días, Luna —dice, depositando la taza en mi escritorio—. ¿Cómo estuvo la cena anoche? ¿Logró su objetivo? — Buenos días, Sofía —respondo, tomando un sorbo del café—. La cena fue... informativa. El mensaje fue entregado. ¿Qué comentarios has escuchado esta mañana? Quiero saber la verdad, sin adornos. Sofía se tensa ligeramente, pero luego relaja los hombros. — Bueno, Luna, algunos están nerviosos. Su mensaje sobre "las buenas y las malas" caló hondo. Otros la ven como un cambio necesario, una líder que podría sacar a la empresa de la sombra de su padre. Hay quienes la admiran por su franqueza, y otros que la consideran demasiado... atrevida. — Me gusta eso, Sofía —digo con una sonrisa interna. La polarización es buena; significa que no soy invisible—. ¿Y la lista? Ella asiente y me entrega una carpeta gruesa. — Aquí está todo. Nombres, cargos, antigüedad, edades, incluso algunos detalles personales que pude recopilar de los archivos internos y de conversaciones discretas con otros compañeros. — Excelente trabajo, Sofía. Esto es justo lo que necesito. Puedes retirarte. Ella sale y yo me sumerjo en la lista. Cientos de nombres, cargos, números. Busco patrones, conexiones, aquellos que llevan años, los que ascendieron rápido, los que podrían tener resentimientos ocultos. Es un mapa del poder interno, y cada nombre es un hilo que puedo tirar. Después de un par de horas analizando, me desconecto de la red interna y abro otra pestaña. Es hora de organizar mi viaje a México. Busco vuelos para mañana de madrugada y un hotel de lujo en Ciudad de México. Necesito una base de operaciones impecable para la misión Brandon Juárez. Hago las reservas rápidamente, con la eficiencia de alguien que no deja cabos sueltos. La tarde avanza y, al caer la noche, me dirijo a la mansión. Al llegar, saludo a mi padre en el recibidor. Él me observa, una ceja alzada. — ¿Cómo te fue en la empresa, Luna? —pregunta con un tono que sé que es una provocación, como si no supiera nada. Le devuelvo la sonrisa, una que imita la suya, llena de desafío. — No te hagas el idiota, padre. Estoy segura de que ya sabes lo que pasó ayer en la cena y cómo se desarrolló todo hoy en la empresa. Él suelta una risa, una risa seca y calculada. — Me sorprende lo intuitiva que eres. — Soy una versión mejorada de ti —respondo con un toque de orgullo y advertencia en mi voz—. Mañana me voy a México en la madrugada. No regreso hasta que te consiga ese trato comercial que tanto quieres. Y no me esperen para cenar. Necesito arreglar las cosas que me voy a llevar. Doy media vuelta y subo a mi habitación. La adrenalina de mi interacción con mi padre me recorre. Al entrar, cierro la puerta tras de mí con llave y enciendo las luces. Me doy la vuelta y mi respiración se corta. Valentina está sentada en la silla de mi escritorio, envuelta en las sombras de la habitación. Sus ojos brillan con una intensidad que nunca antes le había visto. Antes de que pueda articular una palabra, ella hace un gesto con su mano para que guarde silencio. — Nadie sabe que estoy aquí —su voz es un susurro apenas audible, pero cargado de urgencia. La miro, sintiendo una mezcla de sorpresa, rabia y alivio. — ¿Qué quieres, Valentina? —pregunto, con la voz más dura de lo que pretendía—. Si no me vas a decir la verdad, mejor lárgate, porque tengo cosas que hacer. Ella me mira fijamente, y sus palabras hielan la sangre en mis venas. — Precisamente a eso fue que vine... Tú necesitas saber la verdad. No puedo permitir que te sigas poniendo en riesgo. Le doy una mirada antes de acercarme a ella y sentarme en la cama. — Te escucho, pero rápido porque no tengo tiempo para esto —digo con seriedad. — No sé qué tengas que hacer, pero te aseguro que esto es más importante que cualquier otra cosa —dice ella con su rostro preocupado. — Habla, pues, déjate de rodeos —digo con fastidio. — Presta mucha atención a lo que te voy a decir, Alaia, porque el secreto que te voy a contar no solo es de la empresa familiar —dice ella tragando en seco. Sus ojos se cristalizan. Me pongo seria de inmediato, la preocupación me inunda. ¿Qué me va a contar que la pone así?— ¿Recuerdas las preguntas que me hiciste aquella vez? —hace una pausa— Es hora de responderte… pero primero empecemos desde el principio de todo. — Te escucho —digo con mi voz suave, tratando de transmitirle un poco de paz. — Ya ves que el negocio de nuestro padre trabaja en la exportación e importación de productos, ¿cierto? —pregunta con suavidad. Solo asiento, esperando que termine de hablar—. Pues… no solo exportan comida u objetos normales, nuestro padre trafica armas, drogas y personas… —hace una pausa. Empiezo a respirar entrecortado. Ella solo me mira como si lo que me había dicho fuera cosa fácil. — Sabía que había algo raro en todo esto… pero jamás pensé que fuera algo tan fuerte. Valentina asiente, suspira y continúa. — Él usa la empresa para encubrir su otro negocio. Como entenderás, nadie sospecha nada. Todo está tan bien organizado que no tienen una manera de acusarlo abiertamente. — Por eso su obsesión con la perfección. Es su manera de que no lo descubran. Tiene el plan perfecto. ¿Cómo es que nadie ha sospechado nunca nada? — De hecho, sí lo hicieron… hace veintidós años, en el 2017, un detective empezó una investigación… Se infiltró en la mansión… en la organización… Estuvo a punto de conseguir pruebas contundentes… pero sucedió algo que lo echó todo a perder —hace una pausa, como si le costara mucho contar lo que está diciendo. Trago en seco con una sensación de ahogo. Un presentimiento se acumula en mi pecho. — ¿Y qué fue eso que pasó? —pregunto con mi voz cortada y el corazón latiéndome a mil. — Le pase yo… —susurra. — ¿Qué? —pregunto sin entender. — Cometió el peor error que puede hacer una persona encubierta… enamorarse de la hija del hombre que pretende hundir en la cárcel… En aquella época, cuando él llegó, yo tenía trece años, nos hicimos amigos, él quería sacarme información, pero cuando cumplí los quince más cosas se dieron… Mi padre se enteró y destruyó toda evidencia que había logrado recolectar… lo mandó a matar, pero él logró salvarse… Todo pasó como si hubiera sido un accidente… Nadie le creyó… simplemente le cambiaron la sede donde trabajaba a otro país… — Valentina… —digo con un nudo en la garganta. — Fue mi primer y único amor… y fruto de ese amor… nació mi hija —dice lo último con la voz ya cortada por el llanto. La revelación me golpea tanto como sé que le está costando a ella contarme todo eso. — ¿Y qué pasó con la bebé… él se enteró que tenía una hija? —pregunto en un susurro, como si tuviera miedo de que mi voz pudiera romperla más de lo que ya estaba. — No… no lo sabe… nunca lo supo… Si lo hubiera sabido jamás se hubiera marchado… —hace una pausa y baja la mirada al piso—. Mis padres se enteraron… Trataron de hacer que tuviera un aborto, y pensaron que había sido así… Logré que lo pensaran así hasta que no pude ocultar más la barriga… Ellos dieron órdenes claras de que esa bebé muriera al nacer… Pero yo no iba a permitir que eso pasara… Le pagué a alguien para que se llevara a mi hija y la mantuviera oculta, alejada de esta vida… Le mandé dinero para sus cuidados… y así fue durante veinte años. Trago en seco, mi corazón latiendo a mil… Tengo una sobrina de mi edad… — La mantuve alejada de mí… con el dolor de mi alma… pero esa era la única manera de mantenerla a salvo lejos de todo este mundo… Logré que pensaran que estaba muerta, pero eso no duró mucho tiempo… En ese momento yo decidí ofrecerme yo por mi hija… Era un trato… ellos la dejaban tranquila… y yo me vendía a ellos… para que mi cuerpo sirviera para conseguirles todos los negocios que ellos quisieran… —hace una pausa antes de soltar un sollozo. Sus ojos están inundados de lágrimas, y los míos también—. Todo quedaría como si mi bebé nunca hubiera existido. — Valentina… —susurro con la voz entrecortada por el llanto. Antes de que pueda decir algo más, ella levanta su mano hacia mí en un gesto para que guarde silencio. La veo respirar profundamente. — El destino a veces tiene unos juegos muy crueles… porque esa niña a la que tanto traté de proteger de esta vida… esa niña a la que traté de mantener a salvo… —hace una pausa, fijando sus ojos en mí. Las lágrimas salen, y las mías igual. ¿A qué quería llegar?— ahora está aquí… justo frente a mí… metida en el mundo del que traté de protegerla… —trago en seco. ¿Qué acaba de decir? Empiezo a respirar entrecortado, las palabras atascadas en mi pecho—. Sí, Alaia… tú eres esa niña… tú eres mi hija.
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