Miro fijamente a Valentina sin poder creer aún lo que acaba de decir. Las palabras siguen atoradas en mi pecho, las lágrimas salen con más fuerza. La presión en mi pecho aumenta tanto que me cuesta respirar.
— ¿Qué?… No… ¿Qué acabas de decir, Valentina?… Eso… eso no puede ser cierto… —Cuando las palabras por fin logran salir, son un susurro entrecortado.
Ella me mira, sus ojos inundados. Su estado físico me dice que no está mintiendo. Ella suspira, como si estuviera agarrando fuerza para seguir hablando.
— Sé que todo esto es muy difícil de procesar para ti… pero es la verdad, Alaia. Tú eres mi hija —dice ella con suavidad y, al mismo tiempo, con una seguridad que me desarma.
— Todo esto es un maldito laberinto lleno de espejos que me distorsionan la verdad —suelto con frustración, pasando mis manos por mi cara y mi cabello una y otra vez—. ¿Cómo sé que esto es verdad, Valentina? —pregunto, aguantándome las ganas de llorar. Ella me sonríe con tristeza.
— ¿Por qué crees que eres idéntica a mí? ¿Por qué crees que tuvimos esa conexión tan fuerte desde el primer momento? ¿Por qué crees que mis padres no querían que saliera contigo y siempre me amenazaban diciendo "cuidado con lo que hacía o decía"? ¿Por qué crees que era mi afán por querer protegerte? ¿Por qué crees que reaccioné de esa manera cuando te vi por primera vez en veinte años, Alaia? —suelta ella con desesperación, llorando.
Es cierto… todo lo que dice es cierto… todo tiene sentido. Una vez más, descubro que mi vida es una completa mentira. Una vez más, descubro que mi madre no es mi madre. Cuando por fin creí que tenía el control de mi vida, que estaba logrando algo… sucede esto.
Solo la miro, la miro con lágrimas en los ojos y un nudo hecho en el corazón.
— Cuéntame la verdadera historia… porque estoy segura de que la que ellos me contaron no es verdad… y necesito creer en algo… y prefiero creer en ti, Valentina —digo con la voz ronca, desesperada. Ella me ve con esos ojos llenos de preocupación, como si tuviera la necesidad de abrazarme… y yo… yo no puedo seguir fingiendo que soy fuerte y tengo el control de todo… no ahora… Simplemente acorto la poca distancia entre nosotras y la abrazo. Me aferro a ella como lo hace un niño que está despertando de una pesadilla. Ella se aferra a mí con fuerza, como si eso le diera la certeza de que era real lo que está pasando.
— Mi niña —susurra ella contra mi cabello, el cual empieza a acariciar mientras se aferra a mí. Ambas lloramos con fuerza, aferradas la una a la otra. No sé cuánto tiempo pasa hasta que ambas nos calmamos un poco, el llanto para y yo simplemente me alejo de ella para permitirle hablar.
— Te escucho —susurro con un suspiro.
— Cuando mis padres se enteraron de que estaba embarazada de tu padre, ellos me mandaron a abortar, pero yo no quise. Les hice creer que sí, que lo había hecho. Les pedí que lo dejaran vivo, que él ya no se iba a meter en sus negocios y que jamás se iba a enterar de tu existencia. Oculté que no me había hecho el aborto hasta que no pude más, ya era muy notorio, pero ya estabas a punto de nacer, no les quedaba de otra que esperar a que eso pasara, porque ponían mi vida en riesgo, y para este negocio les servía más viva que muerta.
— Justo el día en el que naciste ellos estaban de viaje de trabajo, pero dejaron algo muy claro: tú debías morir cuando nacieras, para ellos jamás debiste existir porque eras un error… —Valentina suspira y yo me quedo helada. Los que se hacían pasar por mis padres me querían muerta…— Yo no iba a permitir eso, porque tú eras el amor de mi vida. Sin importar nada te iba a proteger de esta vida, no permitiría que nadie te hiciera daño. Ya lo había organizado todo, tenía una cuenta que ellos no conocían, tenía a alguien de confianza. Todo estaba organizado, Margaret te llevaría con ella al nacer, ella te mantendría oculta, protegida del mundo, aislada, y yo me encargaría de todo. Ella tenía que enseñarme fotos, contarme cómo te iba, aunque tú nunca lo supiste… yo estaba al pendiente de ti… Mi error fue no sacarte de este país… Pero no podía, no podía alejarte más aún de mí. Yo le pasaba el dinero a esa cuenta que mis padres no conocían y que ella manejaba, pero te entregué a un monstruo… uno que no te dio el amor que te tenía que dar… uno que te trató mal, y lo siento mucho por eso, Alaia.
— ¿Qué pasó después? —susurro con la voz entrecortada, procesando toda la información que me está proporcionando.
— Había hecho tu acta de defunción, para ellos tú estabas muerta y cremada… Pero obviamente se dieron cuenta, mandaron a buscarte, se pusieron histéricos, gritaron, contrataron a un investigador privado, pero yo no podía permitir que te encontraran. Entonces les pregunté qué querían a cambio de dejarte vivir, y el precio fue mi vida. Yo tenía que asegurarles los tratos, yo tenía que vender mi cuerpo con tal de lograr lo que ellos quisieran, yo tenía que dejarte ir, hacer como si nunca hubieras existido, yo tenía que abandonar mi oportunidad de amar, de formar una familia, yo quedaría muerta en vida, todo con la condición de que te dejaran vivir a ti, que te dejaran tranquila lejos de todo este mundo.
— ¿Cómo me encontraron?…
— Yo te mantenía vigilada, siempre estaba al pendiente de ti. Tenía tanto miedo de que si salieras a la calle ellos te reconocieran, por eso le pedí a Margaret que te mantuviera aislada, le pedí que te cuidara, que te amara…
— Lo único que hizo bien fue mantenerme aislada… —susurro con un nudo en la garganta. Ella sabe todo lo que me había hecho pasar esa mujer.
— Lo sé, mi amor… y no sabes cuánto me arrepiento —le hago un gesto para que continuara hablando. Ella suspira—. Ella te vendió a uno de los enemigos de nuestro padre, era un hombre que trabajaba con el tráfico de personas, más específicamente de mujeres. Él las conseguía, nuestro padre las transportaba, pero él trató de pasarse de listo y por eso nuestro padre lo dejó en la calle. Margaret quería vengarse de nuestro padre por algo que él le hizo años atrás, algo que yo no sabía que había pasado. Ella pensó que entregándote a ti él sufriría, pero no sabía la historia que tenía nuestro padre con esos hombres. Como yo siempre te tenía vigilada, logré encontrarte. Demoré unos días en dar con el lugar donde te tenían secuestrada, pero lo logré. Primero conseguí al mano derecha de Julio, el tipo que te tenía secuestrada. A él lo amenacé, le dimos una paliza, y después de dejarlo casi muerto, lo mandamos a advertirle a su gente que se habían metido con alguien muy poderosa, y que pagarían muy caro por eso. Le calculé el tiempo exacto para que él llevara el mensaje, y les mandé a los policías y a una ambulancia. Tenía que prevenir por si te habían hecho algo.
Ella hace una pausa, permitiéndome asimilar la información. Mi mente vuela a ese día… el hombre que entró corriendo gritando que debían irse… que se habían metido con la persona equivocada, luego el pánico, el golpe en la cabeza y haber despertado en el hospital.
— Ahora tiene sentido… ¿Fuiste tú? ¿Por eso llegó gritando asustado?…
— Sí, hija… yo traté de protegerte. Jamás pensé que ese hombre, en su desesperación, te daría aquel golpe en la cabeza que te dejó en coma un mes. Nunca voy a perdonarme todo lo que te pasó, siento que fue mi culpa, esos dos días que tardé en encontrarte te hicieron tanto daño…
— No fue tu culpa… Tú trataste de protegerme de un infierno mayor… no tenías forma de saber todo lo que iba a vivir… y aún así hiciste lo que pudiste hasta el último minuto para protegerme… —digo con la voz en un susurro entrecortado.
— Quería haber podido hacer más… Mis padres te encontraron justo cuando llegaste al hospital. No sabía que todavía te estaban buscando, pero al parecer jamás lo dejaron de hacer, solo que ya no eras una niña, eras una adulta con buen cuerpo que les podía servir para lo mismo para lo que me han usado a mí en todos estos años.
— Por eso siempre te advertían diciendo "cuidado con lo que decías o hacías"… ¿Tenían miedo de que me contaras la verdad?
— Exactamente, tenían miedo de que todo se viniera abajo, pero mi desesperación fue mayor cuando vi que ya te querían incluir en el negocio, por eso reaccioné así. Cuando mataste a ese hombre… les dejaste saber que eras igual que ellos… y yo no podía permitir que ellos te metieran en la vida que yo luché para sacarte.
— Mamá, yo sí… —Ella me interrumpe con su rostro sorprendido.
— ¿Me dijiste mamá?… —susurra con la voz cortada y las lágrimas saliendo. Me sorprendo por eso, no me había dado cuenta de que lo había dicho hasta ese momento.
— ¡Eso eres, no!… Luego habrá tiempo para esto. Ahora necesito que sepas que estoy metida en el negocio familiar… Le conseguí un trato a Isidro, voy a viajar a México a conseguirle otro, y ya tengo acceso a la empresa… pero no como tú crees. Todo lo hice para ganarme su confianza y destruir desde adentro y para siempre esta red.