Despedida de Soltera

Capítulo 1 . La despedida de soltera. La noche estaba diseñada para ser perfecta. Copas elevadas, risas estridentes, luces de neón parpadeando sobre las cabezas eufóricas de las mujeres reunidas en aquel salón privado del lujoso hotel. Paulina sonreía, rodeada por sus amigas, mientras aceptaba el siguiente shot de tequila entre vítores y aplausos. -- ¡Por la última noche de libertad de la señorita Paulina Colombo! -- bramó Diana, su mejor amiga, agitando el vaso. Paulina alzó su copa, aunque su estómago ya ardía con el alcohol. Sus labios esbozaban una sonrisa, pero por dentro, la ansiedad trepaba con cada minuto que pasaba. Su boda estaba a días de celebrarse, y aunque había esperado ese momento durante años, no podía sacudirse la sensación de que algo no encajaba. -- ¡A ver, a ver! -- gritó Diana, su mejor amiga, alzando la copa de vino mientras las luces parpadeaban con los primeros acordes de una canción de reguetón. -- ¡Todas los celulares al centro de la mesa! – les ordenó, risueña. -- ¡Nadie se salva hoy, la novia no puede distraerse de este día tan especial! -- Paulina sonrió con timidez y obedeció, apilando su teléfono junto a los de las demás. -- Esto es ridículo… -- rio entre dientes, medio avergonzada, mientras una de sus amigas la coronaba con una tiara de brillantes de fantasía que decía “Novia”. -- ¡Ridículo, no! Esto es por tu bien -- insistió Diana, guiñándole un ojo, en ese momento el teléfono de Paulina vibró de repente. -- ¡Oye Pau, tu celular no descansa! -- le dijo riendo y empujándolo hacia Paulina con diversión. -- A ver, a ver, quizás es tu futuro esposo mandándote un mensajito candente -- -- Ay, Diana, no seas tonta… -- se rio Paulina, medio ruborizada por el alcohol, pero tomó su teléfono sin malicia, esperando alguna notificación de Antonio pidiéndole que sea mesurada y se controle con las amigas. Pero lo que encontró en la pantalla no fue un mensaje romántico, ni ninguna advertencia de su futuro esposo mostrando sus celos, sino que era una imagen. Era una fotografía, tomada por un teléfono celular. Sin texto. Sin remitente. Solo la imagen… brutal, clara y completamente devastadora de un hombre y una mujer completamente desnudos. El corazón de Paulina dejó de latir. En la imagen mostraba a Antonio, su prometido... su futuro esposo sobre la cama revuelta, desnudo, con el torso sudado, el reloj que ella le regalo solo una semana atrás lo identificaba por completo. Él besaba con desesperación a una mujer… que Paulina conocía mejor que nadie. Porque era su propia hermana Estefanía. Sus manos temblaron. -- Paulina… -- la llamó Diana al notar la palidez en su rostro. -- ¿Qué pasa? ¿Qué fue lo que viste? – le preguntó, pero Paulina no respondió. Sus ojos seguían clavados en la pantalla, incapaces de procesar lo que veía. No podía ser real. Era una pesadilla. Un mal chiste de sus amigas borrachas. Un montaje, o quizás una confusión, todas esas ideas pasaron por su mente en segundos, pero no... Ella mejor que nadie sabía que esa imagen era real. Ahí estaba el tatuaje en el brazo de su hermana y la pulsera que ella misma le había regalado. Podía incluso reconocer las sábanas de la cama, porque Paula las había comprado para su novio, incluso su anillo que dejo esa tarde sobre la mesa de noche se podía apreciar en la imagen. Todo era real, demasiado real para Paulina. -- ¿Estás bien? -- insistió Diana, preocupada. Paulina tragó saliva, sintiendo el ácido subirle por la garganta. Su mundo se derrumbaba en tiempo real, y todas las risas, la música y las luces se volvían un zumbido insoportable en sus oídos. -- Hoy es tu noche, Paulina, y créeme, después de estos tragos ni te acordarás de que mañana tienes el desayuno con tu suegra – decía una de las chicas sin enterarse del drama que estaba viviendo su amiga. Todas rieron, menos ella, pero tomo el shot y lo bebió sin parar, y mientras miraba su teléfono el tequila comenzaba a relajarle el cuerpo, pero no las preocupaciones. Era su despedida de soltera. Su última noche “libre”. La boda con Antonio Bonetto, su novio de la infancia estaba a la vuelta de la esquina. Y todo estaba listo, la iglesia, la recepción, la luna de miel… hasta la lista de invitados estaba cerrada ya. No había espacio para dudas, ni para arrepentimientos. O eso era lo que creía. -- Paulina, cariño – le dijo otra amiga, pasándole el quinto shot de la noche, -- te advierto que lo que viene va a hacerte sudar. Diana preparó un show bastante… subido de tono para ti -- -- ¿Qué? – hablo confundida, llevándose una mano a la boca. -- Vamos amiga, ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas asi? deja los problemas para tu vida matrimonial, ahora solo relájate. Hoy eres soltera oficialmente y puedes divertirte y disfrutar de la fiesta – la animó Diana, con complicidad. Sin embargo, Paulina estaba a punto de explotar, la pantalla de su celular mostrando dos cuerpos desnudos era lo único en que podía pensar. Diana la vio de reojo. -- Ese… ese hijo de puta… -- murmuró con un hilo de voz una vez que el impacto pasó. Diana al oírla le arrebató el teléfono al instante, y cuando vio la imagen, soltó un grito ahogado. -- ¡No, no, no! ¡Esto no puede ser verdad! ¡Es… Pau ella es tu hermana! --balbuceó, horrorizada. Paulina se levantó de golpe, con el corazón latiéndole en la garganta y la cabeza dándole vueltas. -- Necesito aire – les dijo, y Diana que estaba a su lado asintió, ella iba a acompañarla cuando Paulina negó. -- No quiero que nadie más se entere... por favor Diana déjame sola. Necesito estar sola – -- Estás segura Pau, yo... – Paulina asintió y salió de allí. -- ¡Paulina, espera! -- Katia fue tras ella, pero Paulina ya avanzaba a pasos torpes hacia la salida del salón, ciega de rabia, de dolor y de humillación. Antonio su prometido estaba demostrándole que era una basura. Atravesó los pasillos del hotel sin rumbo, con las lágrimas empañándole los ojos, mientras su mente repetía la misma escena una y otra vez. Su hermana y su prometido desnudos en su propia cama, la cama que compartiría con Antonio luego de casarse. La misma que ella había compartido con él días atrás. -- Idiota… -- murmuraba entre sollozos, con el celular aun temblando en su mano. -- ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo no los vi antes? ¡Malditos! Son unos desgraciados -- Caminó sin pensar, hasta que la rabia la empujó a detenerse frente a la recepción. -- Quiero… quiero un servicio privado -- balbuceó, arrastrando las palabras por el alcohol y el shock. El recepcionista la miró confundido, el hotel era de los mejores en la ciudad y no acostumbraban ninguna clase de servicio especial. -- ¿Perdón, señorita? -- -- Un… un stripper. Quiero contratar uno. Ahora – le dijo Paulina y al ver en su cabeza la diadema con la palabra “Novia” entendió lo que pasaba. Él la miró algo perplejo, pero enseguida sonrió con discreción. Después de todo, las locuras en las despedidas de soltera eran pan de cada día en ese hotel. -- Déjeme ver qué podemos hacer – le dijo, tecleando con rapidez. La información que tenía era que un estríper llegaría al hotel para realizar un show en el salón, el mismo de donde había salido Paulina. -- El stripper aún no ha llegado señorita -- -- No me importa yo quiero uno ya -- -- Tal vez pueda hacer una excepción… -- le dice el hombre para tranquilizarla. Paulina, con la rabia a flor de piel, apenas si asintió. -- Quiero olvidarme de todo esta noche -- le dijo, con los ojos vidriosos y la voz quebrada. -- De todo -- El recepcionista asintió con una sonrisa cómplice y le deslizó una tarjeta magnética. -- Habitación 666. Ahí le haremos llegar su sorpresa -- Paulina la tomó sin dudar. Su único pensamiento en ese momento era simple y claro: “Si ellos me traicionaron, yo también puedo destruirlo todo. Esta noche nadie me va a humillar más” La habitación 666 era un santuario de lujo, con ventanales enormes y una cama king size que parecía flotar entre las luces tenues. Paulina no pensó en nada cuando se dejó caer en la cama, con la botella de vino que había tomado del minibar, mientras esperaba al hombre que, según ella, la haría olvidar la peor noche de su vida, en ese momento se escucharon pasos afuera de la habitación, la puerta se abre de golpe y un hombre con traje militar ingresó en el lugar, ella sonrío agradecida, alguien con quien desquitarse la humillación... el tipo caminó tambaleándose hasta caer en los brazos de Paulina, en su cuello revela un tatuaje similar al de Antonio, ¿Quién es él? Pensó ella, pero el despecho de la infidelidad la hicieron no pensar y entregarse a los brazos del desconocido.