SOLO UN DÍA PARA AMAR

Por encima de mi cadáver

Camila pensó que las cosas no podían ir peor, y se había equivocado sobremanera. Desde que tuvo uso de razón, y observaba la vida de su madre, ella, se había trazado estándares que ahora estaba segura, eran demasiado altos tal vez, para su poca capacidad de resistencia como humana, ante los designios del llamado destino.

Regla número uno: no tener hijos. El mundo le parecía demasiado injusto y en decadencia, como para traer a más personas a sufrir a esta dimensión. Sí porque, aunque se fuera poseedor de todo bien material necesario para vivir en esta tierra, siempre se va a tener carencia de alguna que otra cosa. Siempre van a sufrir por algún motivo u otro. Y principalmente, por amor.

Su madre tenía tres hijas. Las tres, de diferentes padres. Porque según ella, no tenía suerte en el amor. Camila creía que, más bien era que no sabía escoger. Que cada vez que se enamoraba lo daba todo. Y al final, después que quedaba embaraza, los tipos se iban dejándola con toda responsabilidad. Era demasiado romántica y soñadora. Yohanna, Yoh, o Yoha como solían llamarla, era la mayor. Hermosa como su madre. Una hermosa piel blanca y los ojos verdes como su padre inglés, al que no conocía, pero que, según su madre, él sujeto tenía los ojos verdes.

Anna Lee, la segunda, alta y esbelta, con un hermoso cabello n***o intenso y liso como las chinas. Era así, precisamente porque es hija de un chino. Un chino que, según su mamá, había conocido cuando él estaba de visita turística en el país y que, el número de teléfono que le había dado debía ser falso, porque nunca contestó a las llamadas. Nunca más volvió a saber de él. Así que posiblemente ni siquiera conoce de la existencia de su hija. Menudo embrollo se traía su madre con eso de escoger hombres buscando el amor. Pensaba. Porque ella, la más pequeña, era mestiza. Su padre es un afroamericano, así que ella, es esa mezcla de blanco y n***o, pero extrañamente con los ojos color miel como su madre. Y a diferencia de sus hermanas, a su padre sí que lo conocía. Pero tampoco era que ella le importaba demasiado. Lo cual casi era lo mismo.

Lo extraño era que, por más que ella intentó negarlo y resistirse por mucho tiempo, no solo tenía los ojos como su madre; también era ella la única que había heredado esa misma faceta de romántica empedernida y soñadora que ella. Pero su madre, después de haber vivido tres veces la misma decepción, se encargó de envenenar sus mentes con respecto a los hombres, y a lo que era el amor. Sin embargo, y a pesar de todo lo que les decía, siempre la encontraban escuchando canciones románticas y leyendo libros de romance. Camila sabía que su mamá se sentía sola y que deseaba encontrar el amor. Un hombre que la amara y la respetaba. Y como no aparecía en su vida real, lo vivía perdida en aquellos libros que siempre leía.

Así que se sentía feliz por ella, cuando conoció por fin a Richard. Sus hermanas estaban renuentes. Muy en contra de cualquier relación que su madre pudiera tener, porque, aunque se amaban entre ellas con todas sus fuerzas, no querían que su madre se apareciera otra vez embarazada y, sabe Dios, qué podía traer esta vez. Pero Camila que, era por demás muy observadora y analítica, creía fervientemente que esta vez, su madre, había encontrado al fin, el amor que ella deseaba. Y estaba feliz por ella.

Richard, era alemán. Divorciado desde hacía ya unos años y con dos hijos. Ejecutivo en la compañía de seguros CSL, de una de las sucursales en Alemania. Llegó a la vida de Marien, la madre de Camila, precisamente cuando estaba en proceso de ir a dirigir una de estas filiales en París, y casual y oportunamente, en el momento en que más necesitaba Camila, desaparecer.

Jamás imaginó cuando conoció a Norman y mucho menos cuando la invitó al compromiso de su mejor amigo, que se celebraría en parís, que ese mejor amigo, era precisamente el hombre del que había tomado oportunidad de escapar, cuando su madre planteó, mudarse a París.

_ ¿Desde cuándo conoces a… cómo dices que se llama…? _ Pregunta desdeñosa Eleanor, la madre de Lorant, dirigiéndose a Norman, llamando la atención de los demás ocupantes en la mesa.

_ Dos meses, tres semanas, cuatro días, _ Hizo una pausa y miró el reloj en la muñeca de su mano. _ Diez horas, treinta y seis minutos y cuarenta y cuatro segundos exactamente. _ dijo este tomando la mano de su chica, haciendo reír nuevamente a Marcel, el padre de Lorant. A este sentirse molesto por tanta presión y Camila se remueve incomoda en su asiento, avergonzada.

Eleanor hace un gesto de repugnancia apenas visible para los demás, ante la evidente devoción del amigo de su hijo por esa mujer, la satisfacción de su esposo al reír de manera tan exageradamente alegre, y los fantasmas que los recuerdos evocaban a su memoria, ante aquella escena.

_ ¡Oh! _ Exclama ella fingiendo asombro. _ ¡Parece que esta vez vas muy en serio!

_ Sí. más serio de lo que jamás me planteé en mi vida. Así que… _ pasó su mirada por todos, deteniéndola en su amigo. _ No quiero para nada eclipsar el compromiso de mi mejor amigo. Pero, solo como información, voy a pedirle matrimonio. Si ella acepta, y espero que sí, será muy pronto. _ Entonces vuelve su mirada a ella. _ Porque comprometernos, eso ya lo hemos hecho. ¿Verdad amor? _ Ella sonríe apenada mientras afirma las palabras de él.

_ ¿No les parece demasiado pronto para tomar una decisión tan importante, que se supone debe durar para toda la vida? _ Continua Eleanor. Norman la mira y contesta sin pensarlo.

_ Sí. Lo es. También lo creo definitivamente que es demasiado rápido. _ Vuelve a mirar a su amigo. _ Pero creo que vale la pena correr el riesgo y, la verdad es que no puedo y, no quiero esperar más tiempo, _ Otra vez sus ojos buscan los de ella. _ para tener el honor de ser el poseedor de ese titulo que me hará llamar esposo de esta mujer que ha cambiado mi forma de ver la vida. _

Se escucha un estruendo recurrente y todos mirar a la vez, para ver que Lorant se había levantado exasperado y de repente, arrastrando su asiento hacia atrás, dejándola caer.

_ Pero… Lorant… _ Intentó reclamar su madre

_ Lo siento. _ Se disculpó él interrumpiéndola, con el rostro serio y duro, sin poder disimular ni un ápice la molestia que sentía. _ Tengo que hacer una llamada urgente. _ Dijo sin quitar su mirada de Camila. Tomó su teléfono y se apartó.

Realmente no quería llamar a nadie, esa fue solo la estúpida justificación que pudo dar, ante la evidencia de su enojo. Pero tenía que pensar en algo. Porque solo por en encima de su cadáver ella se iba a casar con Norman. No iba a permitirlo de ninguna manera. Ni con Norman, ni con ningún otro, que no fuera él. Porque ella, había sido de él primero y seguirá siendo de él. No importa lo que tenga que hacer. Había algo de lo que estaba muy seguro también: la amaba y la quería con él sin importar el costo.

Se dirigió a la salida y se aseguró de que nadie lo seguía. Llamó a uno de los guardias y habló con este en perfecto francés.

_ ¿Tienes todavía muchas horas de trabajo aquí?

_ Hasta que termine la fiesta. ¿Por qué? ¿Pasa algo?

_ Necesito que hagas algo por mí. Voy a pagarte muy bien. Pero es confidencial.

_ ¡Hum! ¿Y de qué se trata?

_ Hay alguien a quien quiero que sigas. No es nada peligroso. Ya luego te daré más detalles. Solo quiero saber dónde vive ella, o dónde trabaja. Dónde puedo localizarla después que ella salga de aquí. Solo eso quiero que hagas. Si puedes hacerlo, debes darme tu número ahora y yo te aviso cuando ellos vayan a salir. Si la conozco todavía bien, se que ella va a querer irse muy pronto de esta mierda. Y no puedo perderla de vista. ¿Lo harás?

_ Creo que puedo hacer eso. No parece nada difícil.

_ Perfecto. Dame tu número ahora. Rápido. _ Le dio su teléfono para que lo apuntara allí. Luego de terminar de apuntar su número, se lo devuelve y este lo toma_ Dime tu nombre.

_ Jeromé.

_Perfecto _ Le dice Lorant mientras guarda los datos en su teléfono, y sacando rápido de su pantalón la billetera, le pone unos billetes en su mano. Aquí hay quinientos. Te esperan mil quinientos más, si completas el trabajo. El guardia acepta.

__Lo haré. Espero aquí por tu llamada.