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Custodia compartida con un policía

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intro-logo
Blurb

En su despedida de soltera Marina cometió un desliz que le llevó a dos puntos, el primero darse cuenta de que en realidad no estaba enamorada de su prometido y el segundo a que estaba embarazada, de eso se dió cuenta después, ni siquiera le había preguntado su nombre, así que encontrarlo no iba a ser nada fácil, decidió criar a su hija ella sola como madre soltera.

Siete años después tuvo un accidente de coche al que acudió la policía, allí se reencontró con aquel desconocido que sin querer le cambió la vida.

Raúl había luchado mucho para conseguir llegar a ser jefe de policía, un trabajo que le apasionaba, con el coraje y frialdad suficientes para hacer frente a cualquier situación, excepto a esa, enterarse de la noche a la mañana que era padre de una pequeña criatura, su sentido del deber no le permitía saberlo y no hacer nada, así que tomó la decisión de darle su apellido y solicitar custodia compartida, en su vida no había hueco para el amor y esas tonterías pero poco a poco empezó a querer estar más con su hija y sentir deseo por la madre de la misma, ¿será capaz de dejar a un lado la pasión por su trabajo?, ¿aceptará Marina una relación s****l sin compromiso?, sea como sea el deseo es mutuo, pero de ahí al amor hay solo un paso.

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Despedida de soltera
Sus labios la besaban apasionadamente, como si llevase mucho tiempo sin hacer el amor, algo que sinceramente dudaba, su cuerpo bien trabajado y la evidente experiencia en satisfacer a las mujeres lo dejaban muy claro, una ola de deseo recorrió el cuerpo de Marina, las caricias, los besos y gemidos la llevaron al clímax, se tumbó en la cama agotada, una sonrisa dibujaba su cara, una sonrisa que no tardó en borrarse. —¡Mierda!, ¡Qué he hecho! El pánico se apoderó de ella, miró al hombre que la observaba como si ahora fuese un extraterrestre, —¡Vaya! esperaba un... Ha sido increíble... —bromeó el. Marina lo miró furiosa de nuevo, pero no estaba enfadada con él sino con ella misma. —¡No lo entiendes!, ¡No puedes!, ¡Dios que vergüenza! —exclamó sentándose en la cama intentando calmarse. — Entonces explícamelo. —le ofreció mientras se acercaba por detrás y le acariciaba los hombros con dulzura. —Me voy a casar. Le soltó sin más, las manos del hombre que hace un instante era tierno y cariñoso se apartaron de ella como si tuviera la peste. —¿Estás de coña no? —le preguntó enfadado, pero con la esperanza de que si fuera eso, por primera vez había tenido ganas de quedarse a dormir con una mujer y resultó que era una infiel. —Lo siento. —se disculpó Marina en un susurro mientras contenía las lágrimas. —Eso díselo a tu prometido, será mejor que me vaya. Era obvio que estaba entrando en cólera así que optó por estar callada y no empeorar las cosas, cuando terminó de vestirse y cogió su americana se marchó dando un portazo que la hizo saltar de la cama. Al día siguiente estaba mirando una película con su prometido y no pudo callarse. —Alex, tenemos que hablar. —le dijo mientras cogía aíre y ponía en pausa la película. —No me gusta nada cuando usas esa frase, siempre es algo malo. Marina lo miró intentando escoger bien las palabras para no herirlo, algo imposible dada la situación, pero después de lo que sintió anoche estaba segura de que lo que sentía cariño y no amor. Ese matrimonio era un error, le cogió las manos y volvió a tomar aire, él la miró esperando impaciente. —Anoche yo..., bebí mucho y... —¡Marina no lo digas!, no importa, yo te quiero y tú a mi, llevamos juntos desde el instituto, pasara lo qué pasara, te perdono, pero por favor no hagas esto.—le rogó el sabiendo lo que iba a decir. —No Alex, quiero decir... Claro que te quiero, pero...— hizo una pausa pensando bien lo que decir—.creo que estamos cometiendo un error. Fue sincera, él se levantó nervioso y empezó a dar vueltas por el salón. —¿Por qué?, ¿Por qué te follaste a un tío en tu despedida de soltera?, ¡Es normal!, ¡Estás nerviosa por la boda!, ¡También como has dicho bebiste de más!— empezó a excusar su comportamiento para seguir adelante. Marina se puso de pie y lo abrazó para calmarlo, —Alex, te quiero, siempre has sido mi mejor amigo y precisamente por eso no puedo seguir contigo, te acabaré haciendo daño —le dijo bajito mientras poco a poco se apartaba. Las lágrimas en sus ojos le partían el corazón, cogió su bolso dispuesta a irse de su casa y de su vida. —¡Por favor no te vayas, Marina!— le gritó llorando. Lo miró sintiéndose la peor persona del mundo al hacer daño a la más buena del planeta, dejó el anillo de prometida que le regaló dos años atrás en la pedida, el objeto brillaba en la mesilla de la entrada, lo miró por última vez estando segura de que hacía lo correcto y se marchó. Camino a su casa recordó cada buen momento con ese hombre que dejaba escapar. Se conocieron el primer año de instituto y no tardaron en ser buenos amigos, a los quince años la besó por sorpresa y le declaró su amor, eran inseparables, a los veintiún años le propuso matrimonio, a la orilla del mar a la luz de la luna, tardó segundos en responder un rotundo si, ¿Cómo iba a decirle que no al hombre más maravilloso que había conocido? Sus pensamientos volaron a la noche anterior, "Eres estúpida", se insultó a si misma, si no hubiera conocido a ese hombre en aquel bar ..., estaría mirando una película abrazada a su prometido, nerviosos por la boda que estaba a la vuelta de la esquina. La próxima semana estaba segura de que sería un infierno, sus padres le dirán que a perdido la cabeza y que son los nervios típicos de novia, sus amigas querrán detalles sin duda, anular todo y devolver los regalos que le habían mandado ya, "Se lo merecía, desde luego que si", pensaba. Dos meses después de todo el follón y cuando la calma por fin veía la luz, había conseguido calmar su culpabilidad y se había auto convencido de que era lo que mejor podía pasar. Estaba trabajando y empezó a tener unas náuseas horribles, se fue directa al baño del bar y soltó todo lo que tenía dentro, cuando salió estaba muy pálida. —¿Estás bien? — le preguntó su compañera Rosa preocupada. —No, tengo el estómago revuelto y he vomitado, será un virus. Intentó contenerse en pie al sentir que se mareaba, —Vete a casa a descansar, ya se lo diré yo a Carmen. Marina la miró agradecida y asintió con la cabeza. —Será lo mejor si, más tarde cuando se me pase vuelvo —le prometió, cogió sus cosas y se marchó a casa. Una vez allí se tumbó y todo le daba vueltas, acabó quedándose dormida. Pasó toda la semana y las náuseas junto con los mareos no cesaban, preocupada fue al médico acompañada por su madre. —Estas embarazada, Marina —le informó el médico con los análisis en la mano. —No puede ser. No podía creer que eso fuera cierto, un bebé, ¡Estaba esperando un bebé!, tocó su vientre por encima alucinando de que ahí dentro estuviera creciendo una criatura. —Se lo tendrás que decir a Alex —le ordenó su madre con mirada de desaprobación. —No es de Álex, mamá —confesó. Su ex no era rencoroso y no contó a nadie porque se habían separado y anulado la boda, así que ella tampoco contó nada. —¿Qué? —su madre no comprendía. —Que no... —le fue a repetir ella. —¡Te he entendido la primera vez!, ¿Qué hiciste Marina Aguirre? Su madre tenía esa costumbre de usar un apellido o los dos cuando estaba enfadada. —Lo siento, quería contarte, pero me daba tanta vergüenza. —Bueno, lo hecho, hecho está, no tiene caso que ahora discutamos por esto —su madre se calmó y se volvió a sentar, —¿De cuánto está? —le preguntó al médico. —De dos meses, Lucrecia —le respondió el medico que tanto conocían, los había a atendido prácticamente toda su vida, a ella y a sus dos hermanos. Despues de darles cita con la matrona y un par de recetas: hierro y ácido fólico, se fueron en silencio las dos, su madre lo rompió mientras almorzaban. —Voy a ser abuela, ¡mi primer nieto! —le dijo sin disimular su entusiasmo. —O nieta mamá —bromeó Marina intentando sacarle una sonrisa. —¡Lo que sea!, ¡Mientras esté sano o sana que venga lo que sea!— ¿Y el padre?— le preguntó curiosa, "Llevaba rato dando vueltas para sacar el tema", pensó Marina, —No se cómo se llama, ni dónde vive, no sé nada de él —le contó sabiendo que le iba a caer buena bronca. —¿Te has acostado con un desconocido estando prometida?, ¡Al menos podías haberte enamorado hija!Le echó tal bronca que se puso colorada, la gente los miraba medio riéndose y juzgando. —¡Sss!, ¡Mamá, por favor!, nos están mirando todos —la quiso acallar mientras se tapaba la cabeza. —¿Y a mi que me importa lo que piensen?, ¿qué vas a hacer para encontrarlo?, ¡por qué tendrá que ayudarte digo yo! —le preguntó exasperada. —No lo sé mamá, y si no lo encuentro tampoco importa, es mi bebé, lo cuidaré y lo querré por dos. Acarició su vientre aún sin creer que ahí había una vida creciendo, su madre se hablando y cogió su mano. —Yo estaré aquí, hija mía, no vas a estar sola, ¿queda claro? —le dedicó una sonrisa que le dió fuerzas a Marina para lo que estaba por venir. Después de treinta y ocho semanas de: náuseas, vómitos, dolor de pies e hinchazón, nació su pequeña Valentina.

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