Los papeles de la custodia

1277 Words
Raúl salió del abogado con los papeles que cambiarían su vida, los de la custodia compartida, de ahí fue directo a casa de Marina, no podía esperar más para hacerlo oficial, llamó al timbre y cuando le abrió subió las escaleras. Las manos le temblaban, ni en una redada delicada había estado tan nervioso, ¿Valentina se pondría contenta o se enfadaría con él por alejarla de su madre?, aunque esa no era su intención, solo era una niña, quería tener tiempo con ella, cuidarla, protegerla, la puerta del piso estaba abierta cuando llegó y entró, Marina jugaba con la niña a un juego. —¿Podemos hablar un momento? —le preguntó señalando a la cocina, ella asintió y se dirigió a la estancia. —Dime.—le contestó seca, aún dolida por la propuesta del día anterior, Raúl le entregó los papeles. —Es del registro civil para ponerle mi apellido y solicitar la custodia compartida. —le informó mientras ella sacaba los papeles y los leía, se sentó para examinarlos con más detenimiento. —Si quieres hay café hecho.—le ofreció amablemente, él se sirvió una taza agradecido, no había podido dormir apenas en toda la noche, su vida había dado un giro de 360 grados en cuestión de días. Marina terminó de leer y firmó. —Ya está .—le dijo mientras volvía a guardarlos en el sobre. —¿Te parece bien? —preguntó sorprendido por como lo había aceptado de bien. —Claro, es tu hija, tienes el mismo derecho que yo de estar con ella. —¿No hay nada que quieras añadir o quitar? —le volvió a preguntar pensando que estaba siendo demasiado fácil,. —No, así me parece bien.—confirmó—.Solo una cosa —dijo después, él la miró con cara de interrogación —.Necesitare que me llames cada noche cuando te la lleves para decirme que está bien, no estoy acostumbrada a que duerma fuera de casa.—Le rogó, él asintió. —Muy bien, pues ya está, mi abogado se encargará de los trámites necesarios y de mandarlo al juez, te daré una copia cuando esté listo. Ella hizo un gesto con la cabeza confirmando que lo había escuchado y se quedó unos instantes en la cocina pensando en ello, Raúl, con una felicidad que le llenaba fue a dar la noticia a su hija, Valentina al escucharlo lo abrazó contenta. Mientras la custodia se tramitaba pactaron empezarla por mutuo acuerdo para que la niña se hiciera a los nuevos horarios poco a poco, Raúl pidió dos días libres para dedicarlos a la pequeña de lleno, sin distracciones, las caras de asombro cuando entró con ella en el cuartel no pasó desapercibida —¿Y esta niña? —le preguntó un compañero. —¡Es mi hija, Valentina!,¡a partir de ahora la veréis mucho por aquí!— la presentó en voz alta para que aparte de él le escucharan el resto y no tener que repetirlo mil veces, subió con ella a la parte de arriba donde se encontraban los pisos para los policías. —¿Vives aquí? —le preguntó la pequeña mirando a su alrededor. Su piso era frío y apenas tenía objetos personales, a la niña no le gustó nada, Raúl se dió cuenta por la expresión de su cara y lo quieta que estaba, normalmente salta y se mueve por todas partes. —Es momentáneo, princesa, ya estoy buscando una casa para que tengamos un hogar, ¡lo tendremos que decorar juntos eh! —le sonrió. Valentina asintió, sacó muñecos y una libreta de su mochila y los coloco en el sofá, Raúl la miró con amor, su hija, pensó, estaba ahí con su hija, tendría que acostumbrarse a ver peluches por su casa y a comprar ropa de chicas. Después de pedir algo para cenar y dar una vuelta por el cuartel donde algunos jugaron con ella o charlaron y otros pasaron intrigados, la acostó a dormir, leyó un cuento que había llevado en su mochila y salió creyendo que se había dormido. —¡Papá, no apagues la luz del pasillo porfi! —le rogó la niña miedosa, él le dedicó una sonrisa cariñosa. —Vale, princesa, buenas noches. —le concedió. Se preguntó cómo hacían los niños para tener tanta energía, como había prometido llamó a Marina, en el segundo tono lo cogió, debía estar pendiente de esa llamada, pensó. —Ya está en la cama .—le informó Raúl, —¿Habéis pasado buena tarde? —Si, ha sido genial, pero estoy muerto, no para quieta ni un segundo. —le contestó él riendo, Marina se rió tambien al otro lado de la línea. —¡Lo sé!, yo creo que tienen pilas especiales. —bromeó volviendo a reír. —Marina...— pronunció su nombre de una forma suave. —¿Qué? —le preguntó ella. —Gracias. —dijo sin necesidad de especificar porqué le decía aquello. Estaba siendo muy comprensiva con la situación y ayudándolo a ganarse el cariño de la pequeña, —No las des, es lo menos que puedo hacer.—respondió sin que él supiera que al otro lado del teléfono ella estaba triste, viendo cómo su piso estaba vacío, sola por primera vez, se despidieron deseando una buena noche al otro y Raúl se quedó pensativo en el sofá. La imaginó sola en su casa, su parte pervertida fue más allá imaginando a Marina sola en la cama, dándose placer, recordando que tenía a su hija en la habitación de al lado desechó las imágenes en su cabeza que lo estaban excitando, la realidad era mucho más distinta Marina después de apagar las luces del salón se fue a la cama, se tumbó boca arriba y soltó unas lágrimas sin querer, miró la foto que tenía en la mesilla, su pequeña. —Dulces sueños, bichito. —le dijo al retrato como si este fuera a transmitir el mensaje a la persona que reflejaba, poco a poco consiguió dormirse mientras se decía que tendría que acostumbrarse. En medio de la noche su móvil empezó a sonar, lo dejaba siempre en silencio pero ahora que su hija no estaba prefirió dejarlo en sonido por si acaso, lo cogió medio dormida. —¿Si? —preguntó. —Marina, perdona que te llame tan tarde, Valentina a tenido una pesadilla y no logro que vuelva a dormirse.— Raúl estaba al otro lado consolando a la pequeña que no conseguía relajarse. —¡Mami!, ¡quiero a mi mami! —podía oír que repetía una y otra vez en medio del llanto. —Ponla al teléfono. —le ordenó a Raúl, este obedeció desesperado. —Cariño, soy mamá, tienes que dormir, todo está bien, tu papá te va a proteger. —le dijo con voz dulce mientras los lloros paraban por esos segundos. —Mami, me quiero ir casa. —le dijo la niña acongojada. —Pero eso ahora no puede ser bichito, tienes que dormir.—insistió. La niña volvió a llorar con fuerza, Raúl se puso al teléfono. —¿Es mejor que la lleve? —le pregunto pensando en el bienestar de su hija y lo nervioso que se estaba poniendo. —No, tiene que acostumbrarse a estar en tu casa, iré yo. —le propuso. —¡Pero es muy tarde Marina!, no quiero que vayas sola por la calle a estas horas.–le dijo sabiendo muy bien que a esas horas podían pasar muchas cosas. —Estaré bien, en nada estoy ahí. —dicho esto colgó sin darle la oportunidad de responder.
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