Mamá primeriza

1250 Words
Miraba a su pequeña bebé mientras la paseaba, hacía ya dos meses que había nacido y había cambiado su vida radicalmente, por suerte su jefa era madre y no la despidió, sino que la apoyó y ayudó en todo, le cambió los horarios para que pudiera atender a su hija. Al ser joven su cuerpo se recuperó rápido, sus padres y su hermana estaban locamente enamorados de la pequeña de la familia y las visitas en casa eran continuas. —¡Hola, princesita! —le hablaba al bebé su madre poniendo voz de p**o—.¿Has sabido algo de su padre? —preguntó a Marina sin apartar la vista de su nieta. —Nada, no lo he visto ni una sola vez, lo reconocería si lo viera por la calle. —¿Y está bueno? —preguntó interesada su hermana pequeña, Iris tenía tan solo dieseis años y no paraba de pensar en chicos, si supiera que esa noche cambió su vida. Marina adoraba a su hija pero no imaginó que su futuro sería así, su intención era acabar los estudios y trabajar como asistente social, algo que ya no iba a pasar, ahora tenía que trabajar para mantener a su pequeña sin depender de nadie. —Lo está, si, por algo perdí la cabeza —respondió igualmente, sonriendo para contentar a su hermana. Si era sincera todavía podía sentir sus caricias y cada vez que lo recordaba, un ardor en la entrepierna aparecía por arte de magia, pero dudaba mucho que algún día lo volviera a ver. "Seguramente estaba de paso", pensó. La pequeña Valentina crecía muy rápido y Marina disfrutaba de ella cada minuto que podía, las fotos llenaban su salón, le encantaba fotografiarla, los primeros pasos, la primera palabra, el primer día de guardería..., cada momento especial la hacía inmensamente feliz, no cambiaría su vida por nada del mundo. Siete años después la recogió del colegio y subieron al coche para ir a casa de los abuelos a comer, un conductor más centrado en el móvil que en la carretera chocó contra ellas, sacándolas de la carretera, Marina se golpeó la cabeza y estaba muy mareada, salió del coche según podía oír de fondo las sirenas de la policía y la ambulancia. —¡Valentina! —gritó asustada. Abrió la puerta de atrás con fuerza y dió gracias al cielo porque estaba intacta, el cinturón de seguridad había cumplido su función y no permitió que la niña saliera disparada del asiento, la desabrochó con cuidado y la sacó abrazándola, se tiró al suelo con su hija mientras las lágrimas del susto y de felicidad caían por sus mejillas como una cascada. —Te quiero, bichito, te quiero tanto —le decía mientras la besaba en toda la carita, la niña la abrazó con fuerza manchado de sangre el pelo. —Mami, estás sangrando —le dijo la niña asustada. —Estoy bien cariño, solo es un corte —la calmó. Un policía acudió corriendo a socorrerla, —¿Señora está bien? —le preguntó viendo su frente llena de sangre. Marina levantó la vista para responder cuando se le hizo un nudo en la garganta, se quedó muda. —¿Señora? —volvió a preguntar el policía—.¡ayudarme!, ¡esta mujer está en shock!—gritó a los de la ambulancia. Un hombre y una mujer se acercaron a ella y la ayudaron a levantarse, el policía cogió a la niña en brazos. —Tu mamá va a estar bien. —le prometió mientras se acercaba a la ambulancia donde habían metido a la mujer. Al ver el panorama ahí dentro decidió llevar el mismo a la niña al hospital, si veía a su madre así seguro que se asustaría mucho, informó a los sanitarios de que él iría detrás, colocó a la niña delante atada con el cinturón, el coche no venía preparado para niños. —¿Dónde está mi mamá? — preguntó la niña con los ojos húmedos. —La están llevando al hospital pequeña, tranquila ahí la curarán, tú y yo esperaremos fuera hasta que nos dejen entrar a verla, ¿Te parece bien? —le preguntó con una sonrisa, la niña asintió. Llegaron al hospital donde le informaron que la mujer estaba inconsciente, se había desmayado en la ambulancia, miró a la niña y miro el reloj, —¿Qué te parece si vamos a comer algo? —le preguntó animado, la niña asintió con la cabeza de nuevo—.Me llamo Raúl, ¿Y tú? —se presentó queriendo inspirar confianza a la pequeña. —Valentina. —que nombre tan bonito —le dijo él sonriendo de nuevo, la llevó a la cafetería del hospital y le pidió unas salchichas con patatas para que comiese algo, ya tenía a sus subordinados buscando a su familia, esperaba que el papá llegara pronto para consolarla, la veía tan pequeña y triste que él mismo se sorprendió queriendo darle un abrazo. Nunca había sido un hombre de abrazos y besos, su madre murió cuando tan solo era un niño y su padre era un cascarrabias jubilado que en sus mejores años fue un buen policía también. Marina se despertó con dolor de cabeza y medio atontada cuando se acordó de lo sucedido, se sentó en la cama sin importar el dolor. —¡Mi hija!, ¿dónde está? —gritó desesperada. Una enfermera se acercó rápido y la volvió a tumbar. —Tranquila, tu hija está bien, está comiendo en la cafetería con el policía que la trajo aquí, no sé ha separado de ella ni momento —le informó la enfermera queriendo calmarla. Pero al decir eso logró todo lo contrario, se puso más nerviosa, ellos no sabían lo que realmente estaba pasando, esperó impaciente a que regresarán, las manos le sudaban y sus mejillas coloradas le hacía creer a la enfermera que tenía fiebre, después de tomarle la temperatura y ver que no, desistió pensando que sería por el susto del accidente, su hija entró corriendo, un buen rato después, a la habitación, —¡Mami! —gritó muy contenta de verla despierta. Se subió a la cama ágilmente y se tiró encima de ella dándole un abrazo. —Ya está cariño, todo a pasado y pronto nos iremos a casa —le dijo mientras acariciaba su pequeña cabecita. Miró hacía el frente donde sabía que estaba el policía y no supo que decir cuando vio que él ahora sí la reconocía, estaba muy serio mirándola fijamente. —Tú—, le dijo secamente. —¿Conoces a mi mamá? —,preguntó la niña sorprendida. —Hace muchos años, pero si, ya nos conocemos —respondió a la pequeña. Sin mediar palabra salió de la habitación, aunque nunca llegó a entrar, llamó a sus compañeros y preguntó por su familia. —Ya hemos localizado a sus padres, están de camino al hospital.—le informó un subordinado al otro lado del teléfono. —¿Y su marido?, ¿El padre de la niña? —Aquí no consta en ningún sitio, según los datos es madre soltera —le contó el policía, Raúl por alguna razón o por su instinto de policía, volvió a la habitación. —¿Cuantos años tienes Valentina? —le preguntó intentando no mostrarse nervioso. —siete —respondió la pequeña mientras dibujaba en un papel. Raúl miró a Marina sin necesitar decir en voz alta la pregunta de la que ya conocía la respuesta.
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