No podría confiar en ti

1465 Words
Marina lo miraba intentando leer sus pensamientos, ¿Se había dado cuenta de que las fechas encajaban?, ¿se acordaba del tiempo que hacía desde que se acostaron?, no quiso decir nada, solo se miraron fijamente unos instantes. —Es... —empezó Raúl incapaz de ordenar las ideas en su mente. Marina sintió compasión por él. —Lo es. —confirmó mientras esperaba su reacción,—.Quise decírtelo pero no sabía ni tu nombre, en realidad todavía no lo se.—le explicó. Él no respondió, miró a la pequeña buscando parecidos mientras nacía un sentimiento dentro de él que no conocía, confundido huyó de allí sin despedirse, Marina no contuvo las lágrimas, después de tantos años recordándolo y deseando compartir ese secreto, por fin lo había hecho y él se había ido como un conejito asustado. —¡Mami!, ¿por qué lloras? —le preguntó la pequeña acercándose a ella. —De felicidad cariño, porque estamos bien .—mintió. Pensó en todas las veces que su hija había preguntado por su padre y no sabiendo que decirle había cambiado de tema, y ahora, sin querer, había conocido a su padre sin saberlo. Raúl entró en la comisaría intentando buscar una distracción que lo ayudará a ordenar su cabeza, fue al campo de tiro y se desahogo afinando su puntería, algo innecesario ya que se le daba muy bien desde hacía mucho, pero siempre le ayudaba a relajarse. _¿Está bien, jefe? —le preguntó uno de sus oficiales, él lo miró con cara de pocos amigos y volvió a disparar. —Muy bien. —contestó finalmente con expresión seria. No había llegado tan lejos por compartir sus debilidades, estas estaban siempre guardadas bajo llave dentro de él, junto con el miedo y las inseguridades, volvió a disparar y la bala dió justo en el corazón, donde él sentía que le habían dado. Salió de la sala y miró el expediente del accidente de Marina, quería saber lo que había pasado y quién era ella, lo único que ponía era que trabaja de camarera, que tenía una hija y su dirección, respecto al accidente, el hombre que chocó contra ellas reconoció que iba pendiente del móvil y asumió la culpabilidad, tuvo suerte de no haberlas matado o ahora se enfrentaría a cargos de homicidio involuntario y conducción temeraria, al seguir vivas solo se le juzgaría por la segunda y tendría que hacerse cargo de los gastos de grúa, taller mecánico y hospital. Por su mente cruzó la idea de que ese accidente hubiese acabado de peor manera y sus ojos brillaron con furia. Marina escuchaba atentamente al médico. —Esta noche te quedarás en observación y si todo va bien mañana te podrás ir a casa. Ella sonrió agradecida y cuando este se marchó le pidió a su madre que se quedará con Valentina esa noche. —¿Quieres que me quedé?, tu hermana puede cuidar de ella .—se ofreció su madre la cual consiguió calmarse después del susto. Había ido lo más rápido que pudo cuando recibió la llamada de la policía, con el corazón apunto de salirse del pecho, al llegar allí y ver que su hija y su nieta estaban bien volvió a su ritmo lentamente. —Gracias, mamá, pero no hace falta, dormiré toda la noche, estoy muy cansada. El horario de visitas terminó y la dejaron sola con sus pensamientos, esperaba impaciente para saber qué haría Raúl ahora que sabía qué tenía una hija, como si lo hubiese llamado con la mente el policía entró en la habitación, Marina lo miró mientras sentía que le faltaba el aire, de repente el oxígeno era espeso. —¿Cómo te encuentras? —le preguntó a modo de saludo. —Mejor, me duele un poco la cabeza, pero nada más. Tocó la tela que cubría el corte que se había hecho con el cristal del parabrisas. —¿Dónde está tu hija? — preguntó Raúl al ser consciente de su ausencia, diciéndose para si que tambien era su hija. —Está con mis padres, no he querido que pase la noche aquí .—lo informó ella. —Entonces podemos hablar. —Me imagino que querrás tener tus derechos sobre ella, estoy de acuerdo con eso, preguntó mucho por ti. —¿Cómo sabes que es mía y no de tu prometido? — preguntó sin preámbulos, era la primera pregunta que vino a su cabeza. —Porque no tuve relaciones con él esas semanas, quería que llegáramos desesperados a la noche de bodas. —le contó sintiéndose culpable. —No aguantaste y te acostaste con el primer desconocido que se ofreció.— soltó Raúl sin pensar. Marina no contestó, tenía derecho a estar enfadado, tampoco le corrigió con la verdad, esa noche para ella fue especial, sintió algo por él que no había sentido por su prometido nunca. —¿No vas a defenderte? —le preguntó él como si estuviera interrogando a un delincuente. —No, pasó, ¿Para que voy a aclarar algo que no puedo corregir? —le contestó siendo sincera. —¿No te importa lo que piense de ti?. Estaba confuso y enfadado. —No, no me importa, eres el padre de mi hija, no mi marido. —le respondió firmemente devolviéndolo al presente. Raúl se sintió molesto por esa afirmación, aunque era cierta, él no logró olvidarla a pesar de los años, esa noche de pasión descontrolada volvía cada noche, por otra parte su cabeza remarcó la primera parte de su frase, "eres el padre de mi hija", por eso estaba allí. —Quiero la custodia compartida. —le informó sorprendiendo a la chica, ella esperaba que primero quisiera conocerla o incluso que negara su paternidad, no que exigiera sus derechos legales tan rápido. —Me parece bien, pero no puede irse contigo así, para ella eres un desconocido, primero debe conocerte y saber quién eres .—le contestó pensando en lo que era mejor para su pequeña, "ya no sería para ella sola, ahora compartiría su cariño con él", pensó. —Estoy de acuerdo, entonces tendremos que buscar la manera de que pase tiempo conmigo. —sugirió pensando en la forma de hacerlo. —Podemos pasear juntos y poco a poco me iré apartando para que estéis solos.—ofreció ella amablemente. —No, quiero conocerla, saber lo que le gusta y lo que no, leerle por las noches, ¿Eso es lo que hacen los padres no? —preguntó sin estar muy seguro. A él nadie le leyó por las noches, ni le enseñaron a montar en bici, eran ejemplos de cosas que creía que un padre hacía con sus hijos. —¿Y entonces? — preguntó ella mirándolo con cara de interrogación. —Nos vamos de vacaciones, los tres, yo me encargaré de los gastos. Decidió Raúl sin darle opción de negarse. —¿Y mi trabajo? —le preguntó Marina buscando alguna excusa para no estar tanto tiempo a solas con él. —Pide unos días, después de tu accidente lo entenderán. —solucionó. Sabía que con su jefa no necesitaba excusas, le contaría la verdad y esta con sus dotes de casamentera la empujaría a ir. —Está bien, acepto.—accedió por fin satisfaciendo a Raúl. —Iré haciendo las reservas, mañana te vendré a buscar y te llevaré a tu casa. —le ordenó como solía hacer con sus oficiales, ella asintió con la cabeza pensando que era un poco prepotente y esperando que no fuera así con la niña, no estaba acostumbrada a estar con desconocidos, Raúl se acercó a ella y la puso nerviosa. —Tal vez podamos rememorar la noche que te conocí.—dijo sensualmente y con mirada amenazante, acarició su mejilla y Marina la apartó bruscamente como si la estuviera quemando. —Eso no va a pasar, lo que importa es nuestra hija. —le contestó seria sin saber que estaba buscando ese hombre, Raúl sonrió. —Tienes razón, igualmente sería solo eso, sexo, no podría confiar en ti sabiendo que ya una vez fuiste infiel. — le reprochó dolido por su rechazo y todavía resentido por haber sentido tanto esa noche—.Tranquila, te aseguro que no tengo la menor intención de enamorarme de ti.—añadió queriendo herirla. Marina no contestó, no iba a entrar en su juego, no lo conocía como para saber si eso le importaba. —Nos vemos por la mañana.—, se despidió mientras caminaba hacia la puerta, ella lo observó marcharse y tocó su mejilla en la que todavía sentía el tacto de su mano, sintiéndose una estúpida movió la cabeza de un lado a otro y pensó que eso jamás pasaría, ya lo había dicho, no podría confiar en ella.
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