Quédate

1002 Words
Marina llegó y lo primero que hizo fue calmar a su hija, Raúl daba paseos por el salón nervioso, los minutos eran eternos, se asomó a la puerta de la habitación y estaban tumbadas las dos mientras la mamá le acariciaba la cabeza y le decía que todo estaba bien. Volvió al salón sintiendo que había fallado a la niña, media hora después Marina salió en silencio. —Ya está dormida. —le informó con una sonrisa tranquilizadora. —Gracias, no sabía cómo calmarla, ser padre no se me da muy bien. —dijo abatido por la culpa mirando al suelo avergonzado. —No digas eso, es normal, Raúl, es la primera vez que duerme lejos de mi, se acostumbrará, solo tienes que tener paciencia. —le dijo sintiendo lástima por el hombre, se acercó a él y le hizo mirarla—.¿Estás bien? —le preguntó con tono maternal. —¡No, no estoy bien!, ¡tendría que haber podido calmarla!, ¡pero ella solo te quería a ti! —una lágrima calló por la mejilla del hombre que hacía mucho no se había sentido tan dolido, no tenía ni idea de cómo administrar esa sensación de fracaso, Marina lo abrazó con compasión. —Raúl, no pasa nada, te prometo que se acostumbrará. —lo consoló. Cuando se separó un poco para mirarla se perdió en sus ojos, en sus labios, sin poder luchar contra eso la besó, suavemente, Marina saboreo el agua dulce de sus lágrimas en la boca mientras una sensación extraña crecía en su estómago, permanecieron abrazados besándose unos segundos más, no queriendo separarse, pero Marina siendo muy consciente de su desconfianza y el poco futuro que tendrían juntos como pareja se separó, —Creo que es mejor que me vaya ya.— le dijo cogiendo su bolso. —No te vayas, quédate a dormir, es muy tarde. — le pidió el. —No es una buena idea Raúl, llámame si necesitas algo. —contestó abriendo la puerta y marchándose. Raúl miró la puerta cerrada deseando que se hubiesen conocido de otra manera, pero asumiendo que el pasado no se podía cambiar, y ahora..., era demasiado tarde para intentarlo, si no salía bien podrían perjudicar a la pequeña y eso es lo que menos haría, se prometió a si mismo no volver a besarla o tocarla. Pasaron las semanas y la niña se empezaba a acostumbrar a la situación, los cambios de hogar por días, Raúl recibió la sentencia de custodia satisfecho por su aprobación, le entregó una copia a Marina cuando recogió a Valentina para pasar esos días con ella, los cogió y los dejó en la mesa para despedirse primero. —¡Mamá tiene una cita! —soltó la niña sin ser consciente de cómo ambos hacían un verdadero esfuerzo para controlar sus impulsos, Raúl sintió celos al instante pero no lo dijo. —Pasa buena noche entonces. —le deseo sin querer eso realmente, mientras imaginaba como iría vestida. Lo cierto era que no sabía cómo era Marina cuando se arreglaba, que perfume usaba y sintió curiosidad. —Gracias, eso espero. —contestó sin más con una sonrisa fingida. Se había pedido a si misma seguir adelante, quería conocer el amor en todas sus facetas, conocer a un hombre con el que pasar el resto de su vida, así que cogiendo valor se apuntó en una web de citas, no tardaron en caer los pretendientes, Raúl se llevó a Valentina a pasar unos días con él, pero quería quedarse allí y pedirle que se quedará con ellos, obviamente no lo hizo. Marina había quedado para cenar, se esmero en arreglarse, se puso un vestido bonito y se maquillo un poco, lo justo, tampoco le gustaba ir muy pintada, tenía la impresión de que no era ella, más de una vez admiró a las mujeres que sabían muy bien como resaltar sus rasgos con maquillaje, se sonrió al espejo y soltó un suspiro rezando por que la noche fuera bien. Llego al restaurante y su cita ya estaba allí, era realmente el de la foto, ahora quedaba ver qué también la personalidad siguiera ahí, después de una cena agradable en la que charlaron mucho y le habló de su hija, algo que le sorprendió que hubiese tomado tan bien, salieron a la calle. —¿Te apetece una copa en mi casa? —le preguntó él acercándose mucho. —Gracias, pero no suelo beber mucho y por hoy hice el cupo ya. —le respondió ella sin querer ir tan rápido, no lo conocía lo suficiente, pensó. El hombre se acercó más hasta cogerla de la cintura y besarla con fuerza. —Vamos, me has puesto muy cachondo. —le dijo empezando a ser muy grosero, ella lo apartó de un empujón. —¡Te he dicho que no! —respondió con calma mientras se alejaba un poco. —¿Para esto me e tragado todas tus aburridas historias con tu hija? —le soltó el con mofa, ella lo miró sin entender nada. —¿Cómo? —¡Qué si hubiera sabido que eras una estrecha ni siquiera me hubiera molestado en venir, estas citas son para follar! —le gritó cabreado, era un verdadero imbécil, pensó. —Pues la próxima vez aclara eso y te ahorrarás mucho tiempo. — contestó ella seria, refiriéndose a que seguramente entonces pocas citas tendría, menudo idiota, se echó a caminar sin despedirse. Iba por una calle oscura cuando pudo ver unas luces que brillaban detrás de ella, miró hacía atrás y un coche avanzaba muy despacio, empezó a sentir miedo, ¿y si era ese hombre que quería conseguir lo que había ido a buscar?, aceleró el paso nerviosa, sin pensarlo dos veces cuando el coche se acercó más a ella, llamó a Raúl. —¿Qué ocurre? —le preguntó preocupado por qué lo llamase a esas horas. —¡Por favor ven a buscarme!, ¡ese tipo me está siguiendo! —le rogó llorando.
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