Viejos amores mueren difícilmente, nuevas mentiras mueren aun mas difícilmente

2473 Words
El despreocupado dios Zyean había sido olvidado por su gemelo en el armario, durante su estadía logro ver y escuchar a la mujer que tenia a su hermano profundamente enamorado, a pesar de su peculiar corona que cubría la mitad de su rostro, sus ojos se ensancharon al admirar aquellas facciones tan hermosas de la mujer, sintió celos acomodándose en su pecho ¿Por qué su hermano si podía ser correspondido? Se preguntaba, sin duda debía ser una muy mala jugada del destino, incluso pensó en robársela, siendo gemelos bien podría amarlo a él en vez de a Zehres, pero eso seria muy bajo, incluso para él mismo, no podía hacerlo. Bajo la mirada al sentirse tan frustrado, apretó las manos de la rabia, debía haber algo malo en los hilos del destino para hacerlo vivir de esa forma, no era nada justo, no era una mala persona, para nada, tal vez le gustaba jugar demasiado, pero nunca hacia daño a los humanos, los ayudaba cuando sus cultivos buscaban desesperados la ayuda del agua, incluso había bendecido a unos niños que vio desamparados, entonces ¿Por qué estaba tan solo? Salió de su improvisado escondite cuando la feliz pareja se retiro de la habitación, guio su vista por toda la decoración del lugar, sus dedos se pasearon sobre una de las mesas, podía sentir que no había nadie cerca así que no era necesario ocultarse tanto, se sentó en la cama un momento sintiéndose mas pensativo de lo usual. — ¿Cuándo será mi oportunidad? — se preguntó a sí mismo, aunque termino dejando salir una risa al aire—, para que otra humana me engañe. Se levanto de la cama dispuesto a irse de ahí, camino sin ganas al balcón para salir por ahí, fue entonces que por estar viendo afuera observo a una dama que se adentraba en el bosque, eso no era nada inusual, pero si lo era el hecho de que mas bien se miraba perdida, como si no supiera a donde se estaba dirigiendo, ladeo un tanto la cabeza debatiéndose si ayudar o no, suspiro cuando su obligación de Dios gano, bajo del palacio ocultándose del resto de mortales que pudiera verlo, adentrándose al bosque detrás de esa mujer que finalmente choco con un árbol haciéndola caer al suelo. — ¿Qué acaso estás ciega? — pregunto Zyean poniéndola de pie. — Perdóneme, mi señor — respondió ella sujetándole los brazos—, me temo que si…soy ciega. — ¡Joder! Perdóname por mis palabras — exclamo terriblemente avergonzado—, debí ser más selectivo con ellas. — No se preocupe, peores cosas he escuchado — dijo con una ligera risa. Al alzar el rostro fue que Zyean observo a detalle los ojos completamente blancos de la mujer, era hermosa, no podía negarlo, pero su falta de visión seguramente era derivada por esa neblina que le cubría los ojos. — Dime tu nombre — pidió el Dios. — Me llamo Adad — dijo ella— significa… — Trueno — la interrumpió el Dios —, vaya significado ¿Naciste durante una tormenta? — No lo sé, mi señor, mi madre nunca me lo ha dicho, mas bien me ha nombrado de esa forma ya que dice que los truenos son lo mas horrendo del mundo — al oír tal cosa, el corazón del Dios se estrujo—, ya ve, mi señor, no soy una hija amada, en realidad mi madre me abandono aquí, me hizo venir a un baile, uso magia para darme visión temporal, tenia una tarea simple, seducir al príncipe Einar, pero no lo logre, bueno….no lo intente y madre se ha cansado de mi así que me dejo aquí a mi suerte, esperaba ir al pueblo, pero claramente me he perdido, pensé que la lluvia me guiaría. — ¿Cómo te guiaría? — No lo se — confeso empezando a reír, Zyean se daba cuenta que reía para no llorar—, creo que fue torpe de mi parte imaginar que me guiaría. — Con la lluvia que cae sobre nosotros, nadie se dará cuenta de tu llanto — dijo él—, déjalas salir, yo tampoco poder verlas. Tomo mejor las manos de la mujer poniéndolas sobre su corona para hacerle notar que sus ojos estaban cubiertos por igual, de esta forma esperaba darle la confianza suficiente para que dejara salir el llanto que a duras penas lograba retener. — ¿Por qué sus ojos están cubiertos? — Porque son tan feos como los truenos — contesto, ella emitió una triste risa—, yo te llevare al pueblo, pero tienes que llorar primero, el llanto retenido te hará doler el pecho. — Gracias, mi señor. Las temblorosas manos de la chica se quedaron unos segundos mas sobre al rostro del Dios que la observaba con pena, si podía verla, pero su ligera mentira le había permitido llorar, las gruesas lagrimas corrían por sus blancos ojos manchando sus mejillas, aunque no pudiera notarlo, sus pupilas estaban las unas sobre las otras, Zyean se empezó a preguntar como una madre podía ser tan cruel como para abandonar así a un hijo. No muy seguro de lo que hacía, Zyean extendió los brazos y le otorgo a la joven el calor de sus brazos, ella apoyo la cabeza en su pecho sin dudarlo un momento, por alguna razón se sentía segura en los brazos de aquel desconocido al que no había preguntado siquiera su nombre. Los minutos se hicieron largos, hasta que finalmente la chica en sus brazos pudo dejar de llorar, debían ser muchos años aguantando ese llanto para haber podido alargarlo por tanto tiempo, una vez sus lagrimas se terminaron se separan poco a poco manteniendo la cabeza agachada, mas Zyean se la levanto, seco su rostro y con sus lágrimas, la lluvia también ceso. — Te llevare al pueblo ¿A dónde iras? — Aquí — le extendió una tarjeta con la dirección de un burdel. — ¿Por qué un burdel? — pregunto con extrañeza. — Mi…mi madre…ella…me vendió ahí hace un tiempo, solo me había sacado para ayudarla con su plan de seducir al príncipe — admitió con vergüenza—. — ¿Hace cuánto? — Unos meses, yo…incluso como una prostituta soy una vergüenza, ningún hombre se interesa por una mujer ciega, así que soy mas una sirvienta que dama de compañía— alzo los hombros— sin embargo, sigo siendo mostrada con el resto de las mujeres. — Ya veo, bien te llevare de vuelta. Zyean debió pasar a su forma humana cuando se fueron acercando al pueblo, en apariencia era igual a Zehres con la diferencia de que sus ojos eran de un color mas dorado, al menos en su forma mortal, su cabello largo y oscuro llegaba hasta la mitad de su espalda, eso también lo hacia mirarse diferente a su gemelo. Una vez en el pueblo, los ojos de las damas se posaban en el apuesto caballero que llevaba consigo a una prostituta ciega del brazo, dentro del barrio de las mariposas donde todos los burdeles existían, las trabajadoras no tardaron en lanzar obscenos cumplidos al Dios que ignoro a cada una de ellas, tenia que aparentar ser un caballero respetuoso a medias, además de que sentía la incomodidad de la dama que lo acompañaba. — Bien, es aquí — la saco de sus pensamientos cuando llegaron al burdel donde ella trabajaba. — Agradezco mucho su ayuda, mi señor — ella se inclinó en agradecimiento. — No me iré aun, quiero hablar con tu dueña — pidió él—, anda y llámala. — Si señor. Obediente, la mujer entro en el local, se movía con mas destreza al reconocer con sus manos lo que había a su alrededor y en minutos una mujer de mayor edad lo encontró en la entrada, tenia el cabello canoso trenzado sobre un hombro, se miro deslumbrada por la elegancia en las prendas que el misterioso hombre portaba. — Bienvenido a esta casa, mi señor — dijo sonriente la anciana. — ¿Cuánto quieres por ella? — señalo a Adad— — ¿La ciega? Pero mi señor, tengo mujeres mas bellas que ella, si me permite… — Dije ella — mantuvo el señalamiento sobre la chica que se encontraba inmóvil ante la sorpresa—, te doy la oportunidad de poner la suma. — Dos bolsas de oro — dijo la anciana de inmediato. — ¿Dos? — pregunto alzando la ceja—, me ofende que la vendas a tan bajo precio — la sorpresa se implanto en el rostro de Adad— ten. Lanzo a los pies de la anciana cinco bolsas de oro, todas las demás prostitutas no podían con la sorpresa y pedían ser compradas también, pero Zyean ignoro a cada una de ellas, las paso de largo tomando a Adad del brazo para llevársela del lugar. — Ya fue mancillada, señor — advirtió la anciana. — Poco me importa — fue la respuesta del Dios. Adad no había pronunciado palabras algunas, solo podía escuchar los murmullos y palabrerías de las mujeres del barrio al ser arrastrada por ese hombre, no entendía si todo se debía a una simple lastima o aquel hombre era de verdad alguien de corazón noble, pero finalmente no importaba como fuera, la había sacado de ese terrible burdel. — Ahora me perteneces a mi ¿Entiendes? — la voz de Zyean la sacó de sus pensamientos—, el único amo al que debes servir es a mí. — Si, señor — contesto. — Harás todo lo que yo quiera, incluso sobre mi cama— las manos del Dios le recorrían el cuello, la piel que tocaba se erizaba de inmediato—, si haces todo lo que yo diga, te otorgare una bendición que te devolverá esto…— beso sus ojos para darle a entender que se refería a su visión. — Hare todo lo que mi señor me pida — dijo ella muy segura de sus palabras—, incluso si no recupero la vista, porque mi señor me ha sacado de ese lugar, así que estaré feliz de servirle. — Dime Zyean — pidió él, no podía creer la sumisión de la mujer, pero le gustaba—, y quiero que entiendas algo, no eres más una prostituta o una esclava. — Soy de mi señor Zyean — exclamo ella sonriente. Lo dejo sin palabras ¿Cómo podía aceptarlo tan fácilmente? La mayoría de mujeres se negaría a ser compradas de esa forma, más una prostituta sin experiencia como esa chica ciega, pero si lo pensaba de otra forma, ser un objeto comercial era la única vida que conocía, la habían enseñado a aceptar lo que hicieran con ella sin protestar, ahora aceptaba estar en la cama de un Dios sin más, eso debió ser lo que toco una de las fibras mas sensibles del duro Dios que ya había vuelto a su forma original al estar nuevamente en el bosque con ella. — Si, eres mía — aseguro él—, pero eres mi esposa ¿De acuerdo? — ¿Una esposa? — fue entonces que se miro confundida—…una prostituta no puede ser esposa… — No es una ley — Zyean tomo uno de los rayos de su corona para extraerlo de la misma, con sus manos fue formando un circulo con el rayo hasta convertirlo en un anillo con el brillo dorado de su electricidad, tomo la mano de Adad donde coloco el anillo—, eres mi esposa ¿Qué eres? — Yo…yo…soy la esposa de mi señor Zyean— ella toco el anillo que decoraba su mano sintiendo una genuina felicidad. — Exactamente y no importa que, siempre debes serme fiel totalmente, tu lealtad siempre debe estar conmigo. — Si, mi señor. Sonriendo con orgullo por lo logrado, Zyean la llevo a su templo, como varios dioses, los mortales les levantaban templos para pedir por su ayuda, con él no era la excepción, los humanos recurrían mucho a sus servicios, así que aquel templo lo había vuelto su hogar particular, estaba en lo alto de unas montañas, así que solo era visitado cuando se acercaba la época de sequias donde más pedían por su ayuda, iba llegando a su templo cuando en la puerta observo a su furioso hermano gemelo. — Es mejor que tengas una buena explicación para esto — dijo con molestia cuando observo a la chica. — Es mi esposa, hermano, su nombre es Adad — contesto Zyean de inmediato— ¿Lo captas? Fue hecha para mí, nombrada para mí. — Fuiste al pueblo, están corriendo muchos rumores de un elegante hombre que pago cinco bolsas de oro por una prostituta. Adad se afianzo al brazo de Zyean que no la soltó en ningún momento, las palabras del otro hombre se escuchaban muy crueles a su persona. — Tu tienes a tu mujer, yo tengo a la mía, no puedes negarme ese derecho — lo enfrento Zyean con los ojos llenos de rayos por la molestia—. — Sabes que no puedes ir por ahí pavoneándote, tu descuido incluso ha llegado al palacio, eres mi gemelo, pedazo de idiota. — Ya lo resolveré, así que no te preocupes por eso, también puedo parecer un navegante como tú — ¿Acaso ella sabe…? — pregunto en referencia a su apariencia de Dios, Zyean negó haciendo obvio la ceguera de su esposa, el pelinegro puso las manos sobre sus oídos para negarle escuchar lo que hablaban— otórgale la vista, que te vea tal y como eres. — No, no aun, quiero que me quieran, hermano, como a todo el mundo, por lo que soy, es lo mismo que tu anhelas, de otra forma no entiendo porque ocultas tu ser ante esa princesa— enfrento a su hermano—, no puedes exigirme lo que tú no haces. — Esto es otro de tus caprichos. — Eso es asunto mío, si no tienes nada más que decir vuelve a tu mentira de humanos, déjame aquí con ella, yo sabre lo que hago. — Esta vez no te ayudare, quiero que lo sepas — advirtió Zehres. — No te preocupes que no pediré tu ayuda. Los gemelos se observaron con enorme rivalidad mutua, Zehres desapareció aun molesto por la enorme falta de su hermano, ahora debía dar explicaciones de porque había un sujeto idéntico a él en el pueblo comprando prostitutas, pues había fallado en pensar en una excusa rápida, lo que despertó la curiosidad de su amada princesa. Por otro lado, Zyean ya tenía la solución en sus manos y ahora debía presentarse ante el palacio como un preocupado hermano que buscaba a su única familia que había perdido en una trágica tormenta en el mar.
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