Explosión de rabia

1421 Words
La mansión de Castells era reconocida en su apogeo como una de las mejores y mas grandes en todo el lugar, ahora era apenas un despojo en ruinas de lo que fue, las paredes antes claras ahora eran lúgubres y oscuras, la sola entrada ya dejaba mucho que desear por su cantidad de polvo y telarañas colgantes como si una casa embrujada se posara y el escalón que llevaba al segundo piso sonaba con cada uno de los pasos que se daba como si el chirriar estuviera planeado con ese único fin de delatar cuantas personas se acercarían a conocer al Diablo. Los pasos de Silvia eran tranquilos y no tan sonoros como el de Mila, pese a ello, en lugar de atraer a su loco acompañante lo único que provocaba era asco y desdén, se notaba a leguas que la odiaba; ni siquiera reparaba en cambiar su mueca de fastidio con solo tenerla cerca. Era natural que Simón odiara a la mano derecha de su hermano, desde luego porque gracias a ella fue que terminó casi muerto la primera vez que conoció al Diablo, como fue con Mila; él también fue descubierto a la edad de 16 años en un pequeño pueblo en un continente del cual ahora ya no tiene registros, en un departamento pequeño lleno de destrozos y con las paredes pintadas en un rojo carmesí, el cuerpo de la mujer que más amó sobre el mientras este aun lidiaba con el shock de ver a Silvia junto a quien decía ser su hermano mayor, a tan joven edad había descubierto tres cosas que cambiarían su vida para siempre: La primera de ellas era que su padre era el mismo hombre que había conseguido el pacto con las naciones para convertirse más adelante en el “Rey de la mafia”, por lo tanto, no recibiría ayuda por parte de nadie además de su madre, la mujer que estaba agonizante sobre él. También concluyó en que, al ser el hijo legítimo de aquel hombre, su vida estaba en riesgo de acabarse en ese preciso instante y que si llegaba a sobrevivir sería por puro milagro. Lo segundo fue que era parte de un elaborado y siniestro plan de doce hermanos regados en el mundo, con diferente madre y con distintas características, su existencia era menos que el de una rata por lo que si moría nadie ni nada lo notaría. Lo ultimo que comprendió era que de esos doce solo quedaban dos, y de ellos él era el más débil de los hermanos, y que, por su bien, debía de obedecer en todo momento a su hermano. El camino se alargaba por un oscuro callejón adornado de piezas bien moldeadas, piezas que ahora solo eran un viejo recuerdo del poderío de Castells, los recuerdos que habían inundado a Simón lo volvían a la realidad, para continuar con vida debía de evitar provocar a su hermano, pero no por ello debía soportar a su ayudante, de hecho, tan solo por vengarse se ejercitó a escondidas durante toda su vida, pese a ser delgaducho ahora era tan fuerte como para defenderse de cualquier amenaza, miró como las pinturas finas como la seda estaban garabateadas por tintas de distinto color y supuso en su mente que quizá fueron ordenes de Silvia más que de su hermano, había algunas manchas rojizas en las paredes y seguramente otros lugares perturbados por orden de su hermano se notaba la diferencia entre los actos de esa pareja tan poco ética, volteo la mirada nuevamente a la enigmática mujer que no frenaba ni tampoco se dignaba en bajar su ego frente a él; eso solo lo fastidiaba más, no había pasado mucho entre que decidió responder al comentario de Silvia dejando así que el segundo round comenzara nuevamente. — Hasta el momento —pausó mientras rebasaba a la mujer en el pasillo—mi ratoncito travieso no me ha dado problemas, como cierto cachorro. — farfullo, consiguiendo la atención que esperaba de la dama de vestido rojo como la sangre. Silvia solía vestir elegante y sensual como una rosa carmesí, no dudaba en mostrar su femineidad en cuanto tuviera oportunidad y con tal de que pudiera obtener la atención de cualquier hombre a su alrededor ¿Por qué lo hacía? Simplemente por que adoraba ver al obsesivo de su jefe reclamando ser su dueño mientras torturaba a quien le prestara atención, eso solo había alimentado su ego mientras que su inteligencia y habilidad en combate volvían a esta rosa envuelta entre miles de espinos, su cabello lacio color oscuro y sus curvas las presumía con suma autoridad sin prestar atención a otros, eso involucraba al hermano menor de su jefe y amado “dueño”, sin prestar atención ignoró la mirada de Simón y decidió responder como de costumbre. — No sé de qué está hablando —respondió sin inmutarse y con mirada asesina, sabía ocultar muy bien cualquier secreto, pero su sonrisa de satisfacción conseguía delatarla, su rostro deformado en aquella gran sonrisa solo mostraba colmillos de una bestia sedienta de sangre, era algo típico para la mujer desenfrenarse de ese modo ante las provocaciones, por algo era la mano derecha del diablo. Sin embargo, el haberse delatado solo fue un detonante para la reacción de Simón, ese pequeño descuido en otras ocasiones no hubiera generado el mínimo, sin embargo, en ese momento sintió un escalofrío al sentir un aire asesino arremeter contra ella, el hombre que a tan solo unos instantes parecía cercano a un espantapájaros con ropas descuidadas y desordenadas en ese momento solo no soportó más, no pudo ni siquiera defenderse al ver como quien antes solo rechinaba los dientes ahora la atrapaba a una velocidad increíble de notar, en menos de un segundo embistió a la mujer sin darle la oportunidad de escapar. Ahora Silvia era el ratón a punto de ser devorado por aquella bestia insana. — ¡Más vale que no te hagas la tonta! —advirtió mientras sujetaba del cuello a la pobre mujer, con tan solo una de sus manos delgadas consiguió enrollar sus dedos en su cuello delicado como una correa ajustada y apretarlo hasta que sus venas sobresalieron, su fuerza para alguien tan delgado como Simón era descomunal, Silvia lo sabía ahora, ya no era el niño insolente y cobarde que conoció hace mucho tiempo atrás, con gran facilidad acabó levantándola contra una de las paredes del extenso pasillo. La espalda de Silvia rozaba el acabado de uno de los marcos dejándose pequeños rasguños mientras sus pies intentaban estirarse lo más posible al suelo, ni siquiera sus altos tacones podían acercarse, estaban a solo milímetros, pero tan solo eso bastaba para que no pudiese mantener la compostura, sus manos incrustaban sus uñas en el brazo del hombre sobre la camisa tratando de que cediera ante el impulso inminente de querer matarla. De pronto sintió miedo al ver los ojos del enloquecido, ojos tan profundos como el abismo, ni siquiera inmutados, tan solo su expresión de ira. — Fuiste tú la que hizo la pequeña travesura de involucrar a mi pequeño negocio con Marco Gard ¿no es así? — gritó efusivo por la rabia, apenas podía controlarse a sí mismo mientras descargaba la ira acumulada desde el momento en que escuchó del encargo. La mujer estaba por perder la consciencia por el fuerte agarre de su rival cuando una voz detuvo a Simón de cometer una locura. Un “detente” fue suficiente para que la mano de Simón se abriera de par en par dejando a la mujer caer, tan pronto reconoció la voz sus sentidos se agudizaron como un roedor al descubrir a su depredador, se trataba de su hermano mayor el Diablo mismo quién hacía su entrada gloriosa con un pesado caminar, su cuerpo rígido como roca y su expresión sin una sola mueca de ira o incomodidad, tan solo aquellos penetrantes ojos con brillo color esmeralda, a diferencia de su hermano menor quien en ese momento sujetó su propia muñeca para disimular su temblor, reincorporándose apenas irguió su cuerpo mientras que en el suelo estaba Silvia recuperándose entre que se atragantaba al recuperar aire. — No es correcto hacerle daño a la mascota del otro, querido hermano —señaló el hombre mientras la mujer se incorporaba torpemente. — Silvia, he dejado en claro que mi hermano no es un buen blanco para tus bromas. — señaló con mirada amenazante provocando un escalofrío estremecedor en el cuerpo de su compañera.
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